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La polémica sobre si los jueces están ayudando o no a Chile está instalada.
No importa quién sea el local. Siempre se tejerá un manto de duda sobre la potencial ayuda arbitral que pueda recibir en la competición la selección dueña de casa. Desde que se inventó el fútbol, el jugador número 23, es decir el referí, debió cargar en su espalda con todas las suspicacias posible.
Claro, muchas veces dieron motivos para agigantar la leyenda de la mano negra. La final del Mundial de Inglaterra de 1966 es quizás el capítulo más oscuro de la relación local-árbitro. Aquella vez, el seleccionado británico comenzó a desequilibrar la definición ante Alemania con un gol que hasta hoy se discute si traspasó la línea o no.
Corea en el Mundial 2002, donde era uno de los anfitriones, es otro de los ejemplos más emblemáticos de esta ayuda arbitral. Los triunfos en octavos y cuartos de final estuvieron marcados por curiosos cobros referiles, que incluso en estos días volvieron a estar en el tapete por eventuales sobornos a los jueces.
En esta Copa América, Chile no ha estado ajeno a las suspicacias. Sus partidos parecen ser observados con lupa por sus rivales. Desde el momento en que el árbitro Néstor Pitana sancionó como penal una caída en el área de Arturo Vidal ante Ecuador, todos volvieron a poner sobre la mesa esta historia de supuesta complicidad.
Es cierto, la infracción de Bolaños en muchos casos no se sanciona como penal, pero sí hubo agarrón del ecuatoriano y Pitana estaba de frente a la jugada. No dudó en lo más mínimo en sancionarla.
Ahí partió la historia, que cuatro días más tarde tendría nuevos capítulos que perjudicaron abiertamente a la Roja. En el segundo tiempo del partido con México, que terminó 3-3, el primer asistente César Escano anuló sendos goles legítimos de Chile. En ambas acciones vio fuera de juego, aunque en la repetición quedaría claro que no hubo.
El partido con Bolivia pasó desapercibido por la enorme diferencia futbolística. No obstante, el duelo ante Uruguay tendría todos los ingredientes para encender el fuego de las suspicacias. Partiendo por la situación de Cavani, bien expulsado porque las dos amarillas que recibió estuvieron correctas. Sin embargo, la imagen de Jara introduciéndole el dedo en el trasero distorsionó cualquier análisis del arbitraje de Sandro Ricci, cuyo único pecado fue no darse cuenta del porqué el uruguayo reaccionó contra el defensor chileno. La posterior expulsión de Jorge Fucile fue acertada.
La semifinal contra Perú no estuvo exenta de polémicas. Pero en la suma y resta, se equivocó tanto como favoreció a la Roja. El juez José Argote expulsó correctamente a Carlos Zambrano. Desgraciadamente, sus asistentes no acertaron en jugadas decisivas. En el primer tiempo, al validar el gol de Eduardo Vargas, quien arrancó fuera de juego, y luego en el complemento, anularon un tanto del propio ariete, cuando esta vez sí estaba habilitado.
Aunque en el resumen, los errores arbitrales han sido más que los aciertos, lo cierto es que la suspicacia está instalada hace rato. Y de cara a la final, la presión sobre el colombiano Wilmar Roldán irá en aumento. Como se dice, los partidos se ganan dentro, pero también fuera de la cancha.