El cambio climático, un doble castigo para las mujeres angoleñas

Una mujer en Angola realiza trabajos en sus cultivos
Una mujer en Angola realiza trabajos en sus cultivos / AFP
Afp
11 de marzo 2020 - 08:13

Era la tarea que más temía. Cada vez que su madre le ordenaba buscar agua para regar las cosechas familiares, en las montañas del sur de Angola, el nerviosismo de Tehandjila Quessale se multiplicaba.

Salir de la escuela. Tres horas de caminata. Sumarse a la cola frente al abrevadero. Y una larga espera para llenar su cubo, a menudo hasta llegada la noche.

Luego, para Tehandjila, de 16 años, venía lo más difícil, regresar a su aldea, en los alrededores de Lubango, la capital de la provincia de Huila.

"Tenía miedo de los ataques de los muchachos", dice la adolescente que recuerda que dos chicas que conoce fueron violadas cuando regresaban del pozo.

Como si la sequía que asola la tierra y el hambre que aprieta le estómago no fueran suficientes, las mujeres de la provincia de Huila viven también con el miedo a la agresión.

En las últimas semanas, las lluvias torrenciales, que devastaron la campiña circundante, les han dado un respiro.

Tehandjila puede conseguir agua en una fuente cercana a la pequeña casa de piedra que comparte con su madre y sus seis hermanos. Pero la lluvia también destruyó la cosecha familiar y reavivó el espectro de la hambruna.

El hambre amenaza actualmente a 45 millones de personas en África meridional, según las últimas evaluaciones de las Naciones Unidas.

En la provincia de Huila, la mayor parte de los hombres salieron de sus aldeas en busca de trabajo en Lubango, debido a las malas condiciones meteorológicas, y dejaron a las mujeres la gran responsabilidad de alimentar a los niños.

"El cambio climático tiene un impacto considerable en la vida de las mujeres", resume Florbela Fernandes, del Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA).

Hombres ausentes

Las Naciones Unidas estiman que las mujeres representan 80% de los desplazados por el calentamiento global.

"En cada crisis, se constata que los grupos más vulnerables son los que más sufren", prosigue la representante del FNUAP en Angola, "estas situaciones las exponen aún más a la violencia y a los abusos".

Las oenegés que trabajan en la provincia de Huila han documentado varios casos de mujeres o niñas obligadas a mantener relaciones sexuales a cambio de dinero o alimentos.

Las presiones del medio ambiente no son las únicas implicadas. "Es también una cuestión de cultura", afirma Florbela Fernandes, "en la mayoría de los países africanos, son las niñas y las mujeres las que asumen la mayor parte de las tareas del hogar".

El padre de Tehandjila consiguió un trabajo de guardián en Lubango, pero para su familia esto no representó ninguna ventaja.

"Cuando regresa, se enfrenta al hambre. Entonces él hace lo que quiere y yo me las arreglo", explica su esposa, Musaka Fernanda, de 47 años.

"Los hijos no piden nada a su padre", añade, "es a su madre a quien piden comida".

Desde hace años la sequía azota la región. Musaka Fernanda troca su "Macau", un licor local que fabrica con sorgo, por un poco de comida. Un kilo de maíz por dos tazas de "Macau". Suficiente para calmar el hambre de la familia por unos días.

Así que cuando su hija mayor, Domingas, se enteró que estaba embarazada, su madre la instó a casarse con el padre de su hijo para vivir con él.

"Mi madre no quería una boca más que alimentar", explica la joven de 19 años, "yo estaba en contra". Desde entonces, el compañero de Domingas Quessala abandonó el hogar para trabajar en la fábrica de zumos en la ciudad vecina de Humpata.

Ahora, la madre soltera se enfrenta también al acoso y las "agresiones" de los muchachos durante la tarea de traer agua al hogar.

"Las niñas son las primeras víctimas de las separaciones familiares", afirma Anaina Lurenço, de la oenegé World Vision International. "Terminan por verse obligadas a ayudar a sus madres y, muy a menudo, dejan de estudiar".

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