Escombros, despúés del paso de Matthew por Haití

Cientos de viviendas fueron destruidas por el huracán Matthew, dejando destrozos y desolación.
Cientos de viviendas fueron destruidas por el huracán Matthew, dejando destrozos y desolación. / AFP
Afp
12 de octubre 2016 - 11:05

A la familia de Mika Edouard, que habitaba una precaria vivienda sobre una blanca playa caribeña bañada por aguas turquesas, le iba bien bajo los estándares de Haití.

Pero entonces el huracán Matthew golpeó la semana pasada con sus terribles vientos, destruyendo por completo su hogar en Zorange, una turística ciudad en la costa sur del país.

La familia Edouard aun vive frente al centelleante paisaje tropical, pero su casa de cinco habitaciones quedó convertida en un cúmulo de escombros sobre el que ahora duermen al aire libre.

Matthew dejó al menos 473 muertos, 300 heridos y más de 175.000 refugiados en albergues.

"No tenemos absolutamente nada", dijo a la AFP Mika Edouard, de 42 años y madre de cinco niños, junto a su esposo Alphonse Edouard, de 50.

En torno a ellos, algunos libros que se salvaron del huracán se secan al sol. La cabecera de lo que solía ser una cama se ve entre los bloques de concreto que antes formaban las paredes.

Y su cocina es ahora una olla rodeada de platos resguardados del sol abrasador con hojas de palmera.

La principal ruta costera que pasa a solo unos metros de distancia es su única cuerda de salvación.

"A veces, las personas que pasan nos dan comida", dice Mika. Su alimentación ahora consiste en plátanos cocidos con harina.

"Se acabó todo"

La familia de Mika trató de aguantar al huracán en su casa, con la esperanza de que las paredes de concreto y ladrillos aguantaran la furia de la tormenta.

Pero cuando se voló el techo, las paredes empezaron a fracturarse y corrieron a la casa de un vecino para protegerse.

"Gracias a Dios todos estamos vivos", dice Mika, rodeada por sus hijos más pequeños de 9, 12 y 13 años.

Las posibilidades de reconstruir su casa son remotas.

Los Edouard habían construido su hogar hace ocho años, con material comprado con los ingresos de dos dólares diarios que Alphonse obtenía gracias a su trabajo como pastor de ovejas y cabras, y a veces como carpintero.

En total les costó cerca de 1.500 dólares, casi el doble del Producto Interno Bruto per capita en Haití, el país más pobre de América.

"No podemos hacer nada", expresa Mika. "No podemos volver a construir, no tenemos dinero".

"Se acabó todo", dice Alphonse, quien agrega que la tormenta se llevó prácticamente todas sus 21 ovejas y cabras, dejando sólo dos animales heridos.

Los árboles frutales que habían plantado fueron derribados o arrancados. Y sus vecinos están muy preocupados con los propios problemas que les causó la tormenta para ofrecerles ayuda.

La única esperanza de Mika es que el gobierno o las organizaciones humanitarias los ayuden a sobrevivir. "Estamos en una situación desesperada", afirma.

"Rezo a Dios por mi casa y mi familia", agrega esta mujer, antes de marcharse para ayudar a su esposo a jalar un largo pedazo de madera con el que esperan construir un refugio.

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