Aumenta frustración de izquierda en Latinoamérica

Aumenta frustración de izquierda en Latinoamérica
Aumenta frustración de izquierda en Latinoamérica
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18 de mayo 2015 - 12:48

El gobierno socialista de Venezuela tiene problemas para que los estantes de los supermercados tengan comida y bienes básicos en medio de una galopante inflación.

La presidente de Brasil enfrenta a una oposición que quiere enjuiciarla políticamente.

Y hasta el gobierno comunista de Cuba, ícono de la izquierda latinoamericana durante décadas, se está acercando a Estados Unidos.

Ya sea por escándalos de corrupción o por la desaceleración de las economías, la popularidad de los gobiernos latinoamericanos de izquierda, que han estado en el poder desde inicios del milenio, parece estar disminuyendo.

Los electorados que votaron en contra de las políticas de libre mercado y de disminución del tamaño del estado, impulsadas por Washington en la década previa, ahora se muestran cada vez más hostiles frente a los mandatarios que lucharon contra esas políticas.

El apoyo del que gozaban se ha ido esfumando, según las encuestas, y las protestas callejeras en su contra han ido en aumento.

La mayoría de estos líderes llegaron al poder cuando la economía China se había disparado y, con ello, la demanda de materias primas de Suramérica. Pero ahora la segunda economía más grande del mundo se ha desacelerado, y las exportaciones de los productos que crearon una bonanza para estos gobiernos han bajado drásticamente.

Esa bonanza les había permitido a los líderes suramericanos repartir la riqueza y ganarse la simpatía de los pobres.

ANÁLISIS DE LA REGIÓN

"No es fácil gobernar en América Latina en este momento", dijo Raúl L. Madrid, coeditor de un libro sobre los gobiernos de izquierda en la región.

"Muchos de estos gobiernos llegaron al poder criticando los altos niveles de desigualdad y la corrupción del poder. Pero ahora no se puede culpar al establecimiento de manera efectiva como antes cuando ellos, ahora, son el establecimiento".

Ningún líder ha sido golpeado tan duro como el presidente venezolano Nicolás Maduro. Cuando el difunto Hugo Chávez llegó al poder en 1999, el precio del petróleo, que financia buena parte del gasto de la nación petrolera, era menos de diez dólares el barril.

Paulatinamente, el precio subió hasta quedarse en los 100 dólares el barril por varios años. Pero desde julio, los precios cayeron a la mitad lo que ha agravado la escasez y el índice inflacionario venezolano, por el control de la tasa de cambio del dólar, divisa en la que se paga la deuda externa y la importación de bienes básicos.

REALIDAD EN VENEZUELA

Los índices de aprobación de Maduro se han desplomado en medio de la crisis al 28%, la más baja en 16 años de gobierno socialista, y aunque no hay señales de que las protestas callejeras del año pasado volverán, algunas de las que fueron violentas, las encuestas indican que la oposición obtendrá una victoria en las elecciones legislativas que se espera que se celebren a finales de año.

Quizás presintiendo los problemas que enfrenta Venezuela, el aliado más cercano de Cuba, el presidente Raúl Castro inició conversaciones con Estados Unidos con vista a normalizar sus relaciones diplomáticas, una decisión que podría impulsar el crecimiento económico de la isla.

Actualmente, Venezuela le da a Cuba la mayor parte del petróleo que consume a precios subsidiados.

EL EJEMPLO DE CHILE

En Chile, que tiene la economía mejor administrada de la región aunque es muy dependiente de las exportaciones de cobre, la Presidenta Michelle Bachelet provocó una crisis ministerial y cambió a los miembros de su gabinete para frenar las implicaciones políticas que han tenido las revelaciones de prensa que dicen que su hijo utilizó su influencia para que le fuera aprobado un préstamo.

El escándalo ha provocado indignación generalizada por la influencia que tiene el dinero en la política, dominada por el partido socialista, aunque la oposición también enfrenta cuestionamientos.

Cuando Bachelet dejó su cargo como presidente por primera vez en 2010, salió con la friolera de un 84% de aprobación. Pero ahora su apoyo ha caído al 30%, un mínimo histórico.

Analistas consultados dicen que su ambiciosa agenda política, que incluye una propuesta de reforma constitucional y la reforma de la educación universitaria, está en riesgo.

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