Electores de Río de Janeiro acuden a votar pese a desencanto con política

Candidato al ayuntamiento de Río de Janeiro, Marcelo Crivella (i), posa antes de votar hoy, domingo 2 de octubre
Candidato al ayuntamiento de Río de Janeiro, Marcelo Crivella (i), posa antes de votar hoy, domingo 2 de octubre
Efe
02 de octubre 2016 - 11:39

Unos 5 millones de electores renovarán hoy la alcaldía y el concejo de Río de Janeiro en las elecciones municipales que se celebran este domingo en todo Brasil y, pese a acudir masivamente a las urnas por la obligación legal de votar, muchos manifiestan su desencanto con la política.

Sucesos como el juicio que destituyó a la presidenta Dilma Rousseff o el gigantesco escándalo de corrupción que envuelve a la petrolera estatal Petrobras, en el que un buen puñado de partidos cuentan con imputados, han llevado a los brasileños a una cierta desidia ante unos comicios que gran parte no cree que sirvan para cambiar la situación.

"La situación está muy mal, sólo tenemos ladrones que lo quieren todo para ellos. Cualquiera que salga... no hay ninguno bueno", se lamentaba a Efe un votante que no quiso identificarse y que esperaba su turno para votar en el Colegio Público Ayrton Senna da Silva, vecino a la Rocinha, la mayor favela de Río de Janeiro.

Allí, minutos antes de poder acceder al colegio electoral, los votantes esperaban, bajo un cielo gris que amenazaba con lluvia, con gestos serios y comentaban entre ellos las pocas esperanzas que tenían de que un nuevo alcalde pueda cambiar las cosas.

El desánimo también es provocado por la grave recesión que sufre Brasil y que tiene a 12 millones de trabajadores sin empleo.

La población carioca apenas puede creer que, si bien la alcaldía presenta unas cuentas saneadas a pesar del costo de la organización de los Juegos Olímpicos de agosto pasado, el gobierno regional del estado brasileño con las mayores reservas petrolíferas del país se encuentre en bancarrota y apenas pueda pagar las pensiones o los salarios de los funcionarios.

Las personas de a píe ven en las instituciones políticas un sumidero por el que se han ido unos fondos que deberían haberse invertido en la mejora de la situación social de un país que se encuentra en su segundo año de recesión y que precisa de mejoras estructurales en sanidad, educación y seguridad.

Por este motivo, aunque el voto en Brasil es obligatorio, so pena de multa, este domingo no se han visto colas tan grandes como en pasadas elecciones de gente esperando a la apertura de los colegios electorales en los que se encuentran las 33.415 urnas electrónicas que determinarán el futuro de los once candidatos a la alcaldía y de los más de mil aspirantes a concejal de la 'Ciudad Maravillosa'.

El principal favorito a la alcaldía de Río según las últimas encuestas, el senador Marcelo Crivella, del Partido Republicano Brasileño (PRB), reconocía esta situación a las puertas del emblemático Fuerte de Copacabana, donde minutos después habría de depositar su voto.

"Nos estamos encontrando un electorado que no aguanta más la política por causa de los escándalos", aseguraba Crivella a la prensa, al tiempo que reclamaba de la necesidad de "cambiar las prácticas" que, según dijo, imposibilitan a su partido acceder al gobierno de la ciudad.

En la capital fluminense el desencanto de la población parece que pasará factura a dos de los principales partidos del país y de la región y, previsiblemente, favorecerá al PRB, partido que es considerado como el "brazo político" del grupo evangélico Iglesia Universal del Reino de Dios y que contaba con una intención de voto en torno al 30 %, según los sondeos publicados esta semana.

Aunque no se puede descartar que pase a la segunda vuelta, Pedro Paulo Carvalho, el ahijado político del actual alcalde, Eduardo Paes, y candidato del gobernante Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), contaba con poco apoyo en los sondeos a pesar del éxito de los Juegos Olímpicos de Río 2016.

En el otro lado del espectro político, Jandira Fegalhi, candidata del Partido Comunista do Brasil (PCdoB) y que ha contado con el respaldo del Partido de los Trabajadores (PT) de los expresidentes Rousseff y Luiz Inácio Lula da Silva, apenas rondaba el 10 % en los sondeos.

De acuerdo con analistas, la caída en desgracia de la otrora popular izquierda brasileña refleja el estado de ánimo de una población que se siente olvidada por una clase política que dejó de lado sus promesas sociales para enriquecerse pero a la que, por ser el voto obligatorio, hoy no podrán darle la espalda.

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