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Russo señaló que aunque puede ayudar a aliviar el problema, no es una solución definitiva.
"Es un problema cultural e histórico. Tenemos que empezar a enseñarle a nuestros hijos el respeto a la dignidad humana para que cuando lleguen a adultos sean hombres de bien en una sociedad dónde no haya violencia doméstica, ni sexual, ni patrimonial, ni trata de personas", enfatizó la magistrada.