Las historias de lucha de los pacientes del Instituto de Medicina Física

Edgardo Campos levantaba un brazo y se le caía. Una pierna y le pasaba lo mismo. Había quedado paralizado después de padecer los síntomas del dengue. De eso hace cinco años.

Fue recibido en el Instituto de Medicina Física y Rehabilitación, que lo trató. Llegó en camilla –recuerda-, después pasó a usar silla de ruedas, de ahí a andaderas, y luego a bastón.

Ahora, dice orgulloso, tiene el bastón “de adorno: muy poco lo uso”. La atención que recibió en el instituto fue fundamental para su recuperación exitosa.

Konstantino Karnakis, presidente del Club Activo 20-30, sostiene que los proyectos de esa organización y el instituto están enfocados en la discapacidad. Lo que hacen es “buscar mecanismos para ayudar a personas que resienten” sus discapacidades.

Con fondos aportados por el Club 20-30 se han comprado equipos para el instituto. Este año, la tradicional Teletón 20-30 aspira a equipar tres centros multisensoriales.

Alexander Coobas, presidente de la Teletón, asegura que las máquinas permitirán a niños con condiciones especiales que no registran la información sensorial de la misma forma que lo hace una persona común.

Ileana Rodríguez, especialista en medicina física y rehabilitación, explica la importancia de la terapia en los niños. “Los primeros cuatro años son fundamentales. Cuando el niño entra en preescolar pasa a un programa educativo de primera instancia y nosotros hacemos servicio de apoyo”. En un adulto, agrega, la meta es buscar “que pueda ser funcional, independiente”.

En el gimnasio del instituto se percibe mucha unidad entre los pacientes y sus familiares. Eduardo Batista es papá de Isabel, una niña que padeció de malaria. Él la acompaña a sus terapias.

“Ella no tenía reflejos, pero gracias (a las terapias) ha despertado. Ella no caminó hasta los dos años”, cuenta.

A ella y a cualquiera que lo necesite, el instituto atiende con las puertas abiertas.