Málaga empata con el Barcelona en Copa del Rey
Un gol de Ignacio Camacho en el minuto 89 obligará al Barcelona a ganar, o a igualar por más de dos goles, en La Rosaleda la próxima semana, si quiere clasificarse para las semifinales de la Copa del Rey, después de empatar esta noche (2-2) en el Camp Nou ante el Málaga. El conjunto del chileno Manuel Pellegrini estuvo a merced de los azulgranas en la primera mitad, pero hizo méritos para no salir derrotado tras el descanso, pese a jugar el último cuarto de hora con uno menos por la expulsión de Nacho Monreal (m.75). Poco tuvo que ver el partido de hoy con el de Liga del pasado domingo. Para empezar, solo siete jugadores (tres del Barça y cuatro del Málaga) de los veintidós que empezaron el choque liguero de hace tres días repetían esta noche en el once. Tito Vilanova y Manuel Pellegrini decidieron darle una dimensión diferente a la Copa. El técnico catalán con sus ya clásicas rotaciones cuando se trata del torneo del KO, dejó en el banquillo a siete campeones de la pasada Eurocopa. El chileno, quizá pensando que su guerra está en seguir peleando por los puestos de "Champions" en la Liga, no se llevó a Barcelona ni a Joaquín ni al francés Jeremy Toulalan y sentó de inicio a Isco, Monreal y el argentino Martín Demichelis. Y con protagonistas distintos arrancó un encuentro también diferente en el que el conjunto malacitano, con la lección bien aprendida del encuentro del domingo, prefirió echarse atrás y guardar la ropa a ir a buscar arriba al Barça desde el principio. El resultado fue un inicio de dominio total azulgrana, que robaba el balón muy arriba y fabricaba ocasiones de sobra -Thiago, Alexis, y Messi tuvieron tres claras- para adelantarse en el marcador. Sin embargo, una temeraria cesión de Pinto a Thiago, que se dejó robar la cartera por el chileno Manuel Iturra, hizo trizas el guión de este primer envite copero a los 25 minutos. Fue un regalo inesperado que al Barcelona le costó el 0-1 y del que el Málaga, hasta entonces inédito en ataque, solo pudo disfrutar cuatro minutos, el tiempo que Messi necesitó para poner las cosas de nuevo en su sitio. El mejor jugador del mundo se fabricó él mismo el gol del empate, arrancando desde su propio campo, sorteando adversarios por el carril derecho, perdiendo el balón y volviéndolo a recuperar sobre Weligton para batir por raso a Kameni. En la jugada siguiente, un cabezazo de Puyol en acrobático escorzo a la salida de un córner ponía por fin por delante al Barça. El partido se puso entonces bonito, porque el Málaga, hasta entonces narcotizado por el juego combinativo de los azulgranas, decidió plantarle cara. Con Alexis fallando lo imposible -el chileno lo hace casi todo bien pero desespera y se desespera por su constante precipitación de cara a puerta- moría la primera mitad. Pellegrini aprovechó el descanso para mover el banquillo. Monreal, Santa Cruz y Duda entraron sucesivamente por los desaparecidos Portillo, Saviola y Buonanotte, el Barça ya no era un rodillo y los malacitanos empezaban a sentirse cada vez más cómodos en el choque. Pinto tuvo que intervenir a sendos remates de Eliseu y Duda, mientras que los catalanes, aunque llegaban con más frecuencia, no encontraban la forma de sorprender a Kameni, salvo con un disparo seco de Messi. Con el partido roto, entraron Cesc y Pedro. Y la primera conexión entre ambos acabó con Monreal expulsado con roja directa, por derribar al punta canario cuanto éste se disponía a entrar en el área malacitana para retar en el mano a mano al portero visitante. El Barcelona disfrutaría, por tanto, de un cuarto de hora, en superioridad para buscar el tercero y dejar prácticamente sentenciada la eliminatoria. Pero nada más lejos de su propósito. El Málaga aguantó con serenidad el envite, con Camacho y el omnipresente Iturra trabajando a destajo en la medular y conservando el balón todo lo que pudo. Solo le perturbó un disparo lejano de Xavi antes de que Camacho rematara a gol una falta botada por Duda en el penúltimo minuto del tiempo reglamentario y helara aun más la ya de por sí gélida noche que se cernía sobre el Camp Nou. Un cabezazo de Cesc en el añadido pudo suponer el 3-2 que hubiese dado algo más de margen al Barça para la vuelta, pero el de Arenys cruzó en exceso el balón que se marchó rozando el palo.