Se cumplen 37 años de la catástofre de Chernóbil: Una herida que durará 20 mil años en sanarse

Chernóbil

showing repairs being carried out on the Chernobyl nuclear plant in Russia, following a major explosion 26 April 1996 which, according to official statistics
showing repairs being carried out on the Chernobyl nuclear plant in Russia, following a major explosion 26 April 1996 which, according to official statistics / AFP

Los días 25 y 26 de abril de 1986 quedarán marcados en los libros de historia con tinta roja. La noche del 25, se produjo el peor accidente nuclear en el norte de Ucrania cuando un reactor de una central nuclear explotó y ardió. El mundo conocería la tragedia de Chernóbil.

Hoy, a 37 años de la catástrofe, resulta todavía casi imposible establecer con certeza las consecuencias concretas para la salud de las personas que allí vivían. Los científicos estiman que la zona que rodea la antigua central no será habitable hasta dentro de 20,000 años.

Horas previas

El 25 de abril de 1986, se programó una prueba de seguridad en un RBMK. La prueba fue una simulación de un corte de energía eléctrica para ayudar a crear un procedimiento de seguridad para mantener la circulación del agua de enfriamiento del reactor hasta que los generadores eléctricos de respaldo pudieran proporcionar energía. Desde 1982, se habían realizado tres de esas pruebas, pero no proporcionaron una solución. En este cuarto intento, una demora inesperada de 10 horas significó que un turno operativo no preparado estaba de servicio.

Durante la prueba los trabajadores incumplieron los protocolos de seguridad y aumentó súbitamente la potencia centro de la central. A pesar de los intentos de apagar el reactor, otro aumento de potencia provocó una reacción en cadena. Las explosiones volaron la tapa del reactor de 1200 toneladas y expulsaron grandes cantidades de materiales radiactivos a la atmósfera, formando una nube radiactiva que se extendió por Europa y América del Norte.

Cabe destacar que todo ello se da, previo cambio de turno en el que los trabajadores más experimentados se retiraron siendo reemplazados por los jóvenes del turno nocturno. De no haberse retrasado, la prueba y los mantenimientos habría sido llevados a cabo por ingenieros experimentados, y estos últimos solo habrían tenido que monitorear el calor remanente en el reactor.

Los bomberos intentaron apagar una serie de incendios en la central y, en última instancia, los helicópteros tiraron arena y otros materiales en un intento de sofocar las llamas y contener la contaminación. A pesar de la muerte de dos personas en las explosiones, la hospitalización de los trabajadores y los bomberos, y el peligro de la lluvia radiactiva y el fuego, no se evacuó a nadie en las zonas circundantes, ni siquiera la cercana ciudad de Prípiat, construida en los 70 para albergar a los trabajadores de la central, hasta 36 horas después del comienzo del desastre.

Imposible ocultar un desastre de aquella magnitud

La divulgación del accidente nuclear se consideró un riesgo político significativo, pero para entonces, ya era demasiado tarde. El colapso ya había propagado la radiación hasta Suecia, donde las autoridades de otra central nuclear empezaron a preguntarse qué estaba ocurriendo en la URSS. Tras negar el accidente en un primer momento, los soviéticos acabaron anunciándolo el 28 de abril.

El mundo enseguida se dio cuenta de que estaba presenciando un acontecimiento histórico. Hasta el 30 por ciento de las 190 toneladas métricas de uranio de Chernóbil estaban en la atmósfera, y la Unión Soviética evacuó finalmente a 335,000 personas y estableció una «zona de exclusión» de 30 kilómetros de ancho alrededor del reactor.

En un principio, fallecieron 28 personas por el accidente y más de 100 resultaron heridas. El Comité Científico de las Naciones Unidas para el Estudio de los Efectos de las Radiaciones Atómicas ha informado de que más de 6,000 niños y adolescentes desarrollaron cáncer de tiroides tras haberse expuesto a la radiación del incidente, aunque algunos expertos han rebatido dicha afirmación.

Los investigadores internacionales han pronosticado que, en última instancia, unas 4,000 personas expuestas a altos niveles de radiación podrían sucumbir a cánceres vinculados a la radiación, y que unas 5,000 personas expuestas a niveles inferiores de radiación podrían correr la misma suerte. Con todo, las consecuencias totales del accidente, como los impactos en la salud mental y las generaciones posteriores, siguen siendo un tema de debate y estudio.

Los restos del reactor están dentro de una enorme estructura de contención de acero desarrollada a finales de 2016. Los esfuerzos de contención y supervisión continúan y se prevé que las labores de limpieza continúen hasta 2065, como mínimo.

Conjunción de errores técnicos y humanos

El accidente de Chernóbil fue una combinación de un mal diseño de la central nuclear, que además no disponía de un recinto de contención, junto con los errores producidos por los operadores de la misma, dejando fuera de servicio voluntariamente varios sistemas de seguridad con el fin de realizar un experimento, en el marco de un sistema en el que el entrenamiento era escaso, y en el que no existía un organismo regulador independiente.

La Unión Soviética no tenía un sistema independiente de inspección y evaluación de la seguridad de las instalaciones nucleares, es decir, un organismo regulador, como en los países occidentales.

El diseño de un reactor del tipo RBMK no hubiera sido nunca autorizado en los países occidentales. De hecho, nunca se ha construido un reactor de este diseño fuera de la antigua Unión Soviética.

Las prácticas operativas de los reactores soviéticos no eran homologables a las de los países occidentales. En éstos, no hubieran sido nunca permitidas.

Consecuencias devastadoras y a largo plazo

Poco tiempo después, se estableció una zona con prohibición de habitarla, de unos 200 Km hacia los cuatro puntos cardinales, aunque algunos cientos de personas, ancianos la mayoría, desoyeron la orden y siguieron viviendo en Chernóbil.

El impacto del desastre en el bosque y la fauna circundantes también sigue siendo un tema investigado activamente. En el periodo inmediatamente posterior al accidente, una zona de unos diez kilómetros cuadrados pasó a denominarse el "Bosque Rojo", porque muchos árboles adoptaron un color marrón rojizo y murieron tras haber absorbido altos niveles de radiación.

En los últimos años los científicos han hallado pruebas de niveles elevados de cataratas y albinismo y tasas inferiores de bacterias beneficiosas entre algunas especies de animales de la zona. En 2015, se estimaban que había siete veces más lobos en la zona de exclusión que en reservas cercanas comparables, gracias a la ausencia de los humanos.

En noviembre de 2016, treinta años después de la tragedia, se inauguró un nuevo sarcófago, al que se denominó "nuevo sarcófago seguro" (NSC, por sus siglas en inglés), una estructura móvil, la mayor construida hasta la fecha en el mundo, en forma de arco de 110 metros de alto, 150 de ancho y 256 de largo y más de 30,000 toneladas de peso.

Se construyó a 180 metros del reactor y luego se ubicó sobre él, desplazándolo mediante un sofisticado sistema de rieles. Se construyó con características que le dieron una durabilidad estimada de más de cien años. El coste final de la estructura fue de 1500 millones de euros, financiado por el Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo (BERD), junto a la colaboración de 28 países que aportaron 1417 millones de euros, y construido por la empresa francesa Novarka. La estructura está equipada con grúas controladas a distancia con el objetivo de ir desmontando la antigua estructura

El desastre de Chernóbil tuvo otra consecuencia: la factura económica y política aceleró el fin de la URSS e impulsó un movimiento antinuclear internacional. Se estima que el desastre ha costado más de 210.000 millones de euros en daños. La actual Bielorrusia perdió casi una quinta parte de su terreno agrícola, ya que el accidente contaminó el 23 por ciento de su territorio. En el punto álgido de la respuesta ante el desastre, en 1991, Bielorrusia gastó el 22 por ciento de su presupuesto total para hacer frente a Chernóbil.

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