Enrique Jaramillo Levi: “Juan Rulfo era muy parecido a sus personajes”

Jaramillo Levi reconoce su deuda profunda, en lo intelectual y emocional, con México.
Jaramillo Levi reconoce su deuda profunda, en lo intelectual y emocional, con México. / EFE
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12 de noviembre 2016 - 08:39

Escritor, editor e investigador panameño, Jaramillo habla en esta entrevista de su patria literaria, de los autores que le marcaron y afirma mantener una deuda profunda con México, país donde tuvo larga y fecunda residencia que le permitió conocer a autores imprescindibles.

“México, sin duda alguna, es mi segunda patria: la niña de la niña de mis ojos panameños…” escribió Enrique Jaramillo Levi en una oportunidad para dar cuenta de ese afecto profundo que lo une con su otro país.

Panameño de nacimiento; mexicano por gusto literario y sentimental (tiene tres hijas y tres nietos nacidos en tierra azteca), es de todo y mucho: escritor, docente, promotor literario e investigador.

Con “Duplications and other stories”, publicado en Latin American Literary Review Press, en Pittsburgh (EE.UU.), en 1994, se convirtió en el primer autor panameño en publicar un libro de cuentos en traducción en los Estados Unidos.

Nació en Colón (Panamá) el 11 de diciembre de 1944. Licenciado en Filosofía y Letras con especialización en Inglés (Universidad de Panamá, 1967), cursó Maestría en Creación Literaria (1969) y Maestría en Letras Hispanoamericanas (1970) en la Universidad de Iowa, Estados Unidos y, en el caso de México, estudió Doctorado en Letras Iberoamericanas (El Colegio de México, México, D.F., 1974) y en la Universidad Nacional Autónoma de México (1975).

Fundador en su país de la revista cultural Maga, del Diplomado en Creación Literaria de la Universidad Tecnológica de Panamá, además del Premio Centroamericano de Literatura Rogelio Sinán, es meritorio su esfuerzo por convertir la literatura en una hermosa razón para vivir y sentir.

“LOS MEJORES CONSEJOS LOS RECIBÍ DE RULFO”

--En su evocación literaria, titulada “Apuntes sobre mi deuda con México”, destaca hechos trascendentales, como conocer a Juan Rulfo, Carlos Fuentes y Octavio Paz, a lo cual se suma el trato con otros autores como Salvador Elizondo, Rosario Castellanos, Juan García Ponce, José Emilio Pacheco, Efraín Huerta, Elena Poniatowska, Sergio Pitol o Carlos Monsivais… Quisiéramos conocer qué dejó en usted la relación con algunos de estos autores.

-- A todos los escritores que mencionas, y a muchos más, los conocí durante los doce primeros años que viví en el DF (1971-1983), ya que en una segunda época viví tres años en la ciudad de Querétaro (1993-1995). A quienes traté personalmente fueron a Rulfo y Elizondo, coordinadores del taller de creación literaria del Centro Mexicano de Escritores (ya desaparecido), institución en la que estuve becado durante 1971, junto con otros cinco jóvenes escritores, todos mexicanos. Fue el único año en que se abrió una beca para Centroamérica, la cual me gané por Panamá con el libro de cuentos, “El búho que dejó de latir” (que habría de publicarse en México en 1974). Todos los miércoles en la noche nos reuníamos en su sede de la Colonia del Valle a discutir nuestros textos durante 11 meses consecutivos. Los otros autores eran David Huerta, Beatriz Espejo, Carlos Olmos, Humberto Guzmán y Luis Villela”.

-- ¿Cómo recuerda a Juan Rulfo?

-- A Rulfo lo recuerdo muy parecido a sus personajes: de pocas palabras (aunque todas muy certeras siempre), bastante tímido, extremadamente observador y exigente, pero sin ningún afán de ejercer su autoridad ni su prestigio. Los mejores consejos literarios los he recibido de él, sobre todo en cuanto al manejo del lenguaje, el tono, las pausas, la puntuación, la innecesaria repetición de palabras o conceptos. Elizondo tenía más sentido del humor, del sarcasmo, del absurdo, y era muy lúcido, casi cerebral en sus comentarios y observaciones sobre los textos que se leían ahí. Ambos de gran cultura lectora.

-- ¿Qué recuerdos tiene de Octavio Paz?

-- A Paz me atreví a pedirle cita y lo fui a visitar a su oficina cuando dirigía la revista Plural en el periódico Excélsior. Por suerte ese día lo encontré locuaz, bromista, atento a mi petición de poder publicar un cuento o reseñas de libros en esa revista, cosa que finalmente no logré hacer. Lo primero que hizo fue preguntarme por Rogelio Sinán, quien había tenido un cargo diplomático en la Embajada de Panamá en México, y estudiado Arte Dramático en la UNAM. Me dijo que llegaron a ser amigos y que era uno de los hombres más cultos de Panamá y de los pocos intelectuales con sentido del humor. Me obsequió uno de sus libros más conocidos, “El laberinto de la soledad”, que devoré esa misma noche”.

LA ANÉCDOTA DE CARLOS FUENTES

-- Algún recuerdo a las grandes escritoras que conoció… .

-- Rosario Castellanos, poeta, novelista y cuentista, fue la primera escritora mexicana que publicó una reseña de un libro mío, en el periódico Excélsior, en donde tenía una columna. Y Elena Poniatowska, más conocida en esa época como periodista, publicó la primera entrevista mexicana sobre mi quehacer literario en el periódico Novedades (la entrevista me la hizo en su casa en la Colonia San Ángel).

Con Carlos Fuentes existe un curioso episodio. Jaramillo Levi acudió a su encuentro en el Colegio Nacional para escucharlo en conferencia y luego pedirle le dedicara una de sus novelas. Corría el año 1973.

Fuentes, al preguntarle su nombre para escribirlo en el libro, lo dejó pasmado al exclamar: "¿Tú eres el panameño Jaramillo Levi, autor de “Duplicaciones”, ese maravilloso libro de cuentos?". Entonces, añadió en tono cómplice: "No sé si sabes que yo nací en Panamá". Y Jaramillo Levi lo sabía, “aunque él nunca ponía ese dato en sus libros”.

-- ¿Qué significó esta entrada por la puerta grande en el mundo editorial mexicano con “Duplicaciones”?

-- Significó muchísimo. La crítica fue muy elogiosa por su densidad sicológica, sus innovaciones dentro de lo fantástico, su perfección formal, entre otras cosas... Fueron 40 cuentos en la primera edición. Hubo una edición más mexicana y luego dos en España: Ediciones Orígenes (Madrid) y Ediciones Casiopea (Barcelona). Y en 2017 saldrá la quinta edición -pero primera panameña- publicada por la editorial de la Universidad de las Américas (Udelas) en Panamá. A partir de la segunda edición, el libro ha tenido 45 cuentos.

--¿Cuánto de México hay en el rigor de su escritura, en sus aciertos editoriales y en su enseñanza académica?.

-- Muchísimo. Porque mis primeras clases como profesor universitario las di en la Universidad Autónoma Metropolitana (en Iztapalapa), recién creada esta institución hacia 1975. Ahí estuve ocho años, antes de regresar a Panamá en 1983. Aprendí a ser editor sobre la marcha, al formar un taller literario con poetas jóvenes mexicanos, que luego se nos fue convirtiendo en una pequeña editorial marginal, Liberta-Sumaria, con la cual publicamos 21 libros en dos años y medio. Y en cuanto a mi escritura, todo el rigor que creo tener en mis textos me viene de los muchísimos excelentes autores mexicanos que leía, sobre todo cuentistas. Y por supuesto, de la crítica recibida de Rulfo y Elizondo en aquel primer taller.

“ES INEVITABLE VOLVER A TUS RAÍCES”

-- Con tanto vivido en México, ¿por qué volver a Panamá?.

-- A veces es inevitable que uno vuelva a sus raíces. Había una ardua y difícil labor cultural que hacer en Panamá, y la he ido haciendo. Ese consejo me lo dio Rulfo, cuando una vez, años más tarde, me lo encontré por la calle en el DF. Me dijo que Panamá me necesitaba más que México como promotor cultural. Obviamente, hice caso al maestro.

-- Puede parecer difícil hablar de sí mismo, pero ¿se siente como un Quijote de las letras y del pensamiento en su país?.

--La faceta de profesor universitario, promotor cultural, editor y antólogo se han alternado casi siempre con mi vocación profunda de escritor. Me gusta innovar, llenar vacíos, romper esquemas. Son actividades que, ejercidas casi simultáneamente por mí, en realidad se complementan muy bien, se retroalimentan.

-- Dos países, dos formas de sentir y vivir: México y Panamá. ¿Qué invocan como palabra y sentimiento?.

-- Panamá es la madre que me parió y cuidó de mi infancia y mi adolescencia; México es la nana generosa: me enseñó a vivir y a escribir.

CENTROAMÉRICA Y SUS LETRAS

-- Rubén Darío enseñó a Europa a redescubrir a América desde la palabra. ¿Sigue vigente su legado?.

-- El legado de Rubén Darío fue innovar en el lenguaje, hibridizar conceptos, sentirse y escribir como un autor universal. Todo eso sigue vigente en la buena literatura Hispanoamericana.

-- ¿Cuál es el aporte de las letras centroamericanas al gran libro de la literatura mundial?.

-- Aparte del aporte de Darío, creo que hay autores claves en cada país centroamericano, fallecidos ya los dos primeros: Carmen Naranjo en Costa Rica; Rogelio Sinán en Panamá; Sergio Ramírez en Nicaragua; Julio Escoto en Honduras; Miguel Ángel Asturias y Mario Monteforte Toledo en Guatemala (ya fallecidos); Ricardo Lindo (recién fallecido) en El Salvador.

--¿ Autores y obras imprescindibles para entender la geografía intelectual de América Latina?.

-- Todo Sábato, como novelista y ensayista. “Las venas abiertas de América Latina”, de Eduardo Galeano, de Uruguay. Todo Onetti, como novelista y cuentista. Todo Cortázar, Borges, Rulfo, Fuentes y Paz, en México; José Donoso, como novelista, sobre todo con “El obsceno pájaro de la noche” y “El jardín de al lado”, en Chile. Y, por supuesto, todo García Márquez, sobre todo con su novela cumbre, “Cien años de soledad”. El Mario Benedetti cuentista, de Uruguay.

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