Un conjuro religioso y artístico encierra el corazón de los Cucuá de Panamá

Vista este jueves de las estatuillas hechas con fibras de árbol que Olmedo Hernández, artesano y miembro de la Asociación Cultural Ecológica y Artesanal de los Cucuá, vende de la Feria Nacional de Artesanías, en Ciudad de Panamá (Panamá).
Vista este jueves de las estatuillas hechas con fibras de árbol que Olmedo Hernández, artesano y miembro de la Asociación Cultural Ecológica y Artesanal de los Cucuá, vende de la Feria Nacional de Artesanías, en Ciudad de Panamá (Panamá). / EFE
Efe
13 de junio 2019 - 15:58

Un trabajo textil hecho con fibras de árbol es solo el ápice de lo que refleja los "diablitos Cucuá", que muestra la esencia, destreza y arte de una tradición cultural que tuvo sus orígenes en la evangelización católica en Panamá hace más de 100 años atrás, y que hoy sobrevive por las nuevas generaciones.

En las profundidades de Panamá, un pueblo se ha dedicado a salvar una costumbre que cada año esperaba librar la lucha que define la salvación de las almas entre el bien y el mal con la celebración del Corpus Christi, y que ahora se muestra como el único sitio que tiene como referentes a los Cucuá, ataviados con los trajes de fibra extraída del árbol del mismo nombre, que ellos mismos cultivan.

Específicamente en el pueblo montañoso de San Miguel Centro, ubicado 183 kilómetros al oeste de la capital panameña, cuyos habitantes trabajan arduamente para que su legado continúe vivo, a pesar de que en algún momento de la historia estuvo a punto de desaparecer.

Mostrando un atuendo típico del diablico Cucuá, Olmedo Hernández, artesano y miembro de la Asociación Cultural Ecológica y Artesanal de los Cucuá, expresó a Efe que lleva consigo una bandera para dar promoción sobre el baile y lo que encierra esta tradición.

Y es que esta fue introducida por los primeros frailes españoles llegados a Coclé (centro) con el objetivo de atraer a los indígenas, negros y campesinos a sus actividades religiosas. De esa forma los hacían entender que existen elementos diabólicos que pueden llevar al ser humano al infierno.

Relató que por lo general la carta de presentación siempre ha sido la indumentaria, elaborada de la corteza del árbol que le da nombre a los diablicos "el Cucuá", además de las figuras geométricas que adornan el traje, siempre de colores amarillo, cobre y negro.

El traje para los hombres está conformado por una amplia camisa de manga larga, sin cuello, que se cierra con botones o hilo de pita y el pantalón, largo, ancho y sin basta. Hernández cuenta que ahora se forran por dentro de manta sucia para evitar que roce la piel, y es que la textura semeja una lija.

Además el traje lo compone una gran mascara adornada con cuernos de venado y quijada de zaino; de ella se cuelga una pañoleta que cae como un manto en la espalda y se adorna con diseños religiosos como el Santísimo y el cáliz, alusivos a la fiesta del "Cuerpo de Cristo"

De último un garrotillo que es una especie de palo para bailar y las cutarras (sandalias) de cuero. Manifestó que incluso los colores con que se pinta el atuendo se obtienen de la planta de guamí, el bejuco del ojo de venado, y la planta yuquilla.

Hernández cuenta que estos mismos materiales se usan para hacer el vestuario de la "princesa", una camisilla de tiras y un faldón elaborado. A diferencia del conjunto masculino que puede llegar a costar unos 400 dólares, el de las mujeres no es habitual venderlo, sino que los alquilan.

Aunque no es una de las manifestaciones culturales más conocidas de Panamá, la fiesta no pasa desapercibida y es que desde el 2005 se realiza el Festival de los Cucuás y ya está convocado el de 2020.

A parte de ser un danzante del Cucuá, Hernández también se dedica a confeccionar artesanías con el mismo material, pero sostiene que solo la puede conseguir en temporada seca (diciembre a marzo).

Relató que los trabajos que más realiza son muñecos de Cucuá a escala pequeña, pulsera, separadores, monederos y hasta diademas.

"Hace 16 años aprendí a trabajar con el árbol cucuá, ahora, junto con la asociación enseñamos a niños y adultos interesados", señaló el hombre de unos 30 años que desde este miércoles asiste junto a otros 500 artífices a la Feria Nacional de Artesanías en la Ciudad de Panamá.

Sobre el futuro de esta costumbre resalta que solo hace falta más promoción, pero que ahora ese trabajo está en manos de los habitantes de San Miguel Centro.

Si te lo perdiste
Lo último
stats