El archipiélago yemení de Socotra y su excepcional biodiversidad corren peligro

Pequeños botes y al fondo el archipiélago yemení de Socotra
Pequeños botes y al fondo el archipiélago yemení de Socotra / AFP
Afp
07 de junio 2021 - 08:15

Los dragos de Socotra, árboles centenarios con forma de paraguas que se alinean en las escarpadas cumbres de la isla yemení que lleva su nombre, son un símbolo de la biodiversidad, pero también una sombría advertencia de la crisis medioambiental que la amenaza.

Las tormentas cada vez más intensas diezman estos árboles y las cabras se comen los ejemplares más jóvenes. Finalmente todo un ecosistema, frágil y único, se ve amenazado.

"Los árboles aportan agua, son muy importantes para nuestras vidas", explica Adnan Ahmed, profesor de matemáticas y guía turístico apasionado por la flora y fauna local. "Sin árboles tendremos problemas", resume.

Situadas en las aguas turquesas del mar Arábigo frente a la costa sur de Yemen, las cuatro islas y dos islotes rocosos del archipiélago de 50.000 habitantes han quedado relativamente al margen del conflicto que devasta este país pobre desde hace más de seis años.

Apodado "las Galápagos del océano Índico", Socotra ha sido incluida en el patrimonio mundial de la UNESCO en 2008 "debido a su flora y fauna excepcionalmente rica y distinta".

De las 825 especies de plantas registradas, más de un tercio son únicas, según la organización de la ONU. El drago de Socotra, cuya savia roja sangre posee propiedades medicinales, es la más emblemática de ellas.

Pero los habitantes y los científicos se preocupan por el futuro de un árbol que debe luchar contra el calentamiento del planeta, el pastoreo excesivo, la presencia de especies invasoras y la construcción descontrolada.

"Las cabras se comen el sembrado, de modo que solo hay plantas jóvenes en los acantilados y los lugares menos accesibles", explica Ahmed, insistiendo en que hace falta casi medio siglo para que un drago de Socotra pueda reproducirse.

"Si no se hace nada, no tardará mucho en que deje de haberlos", lamenta.

"Falta de tiempo"

El archipiélago "sigue siendo un tesoro de biodiversidad", afirma el biólogo belga Kay Van Damme. "Pero es posible que pronto se nos acabe el tiempo para proteger las especies más emblemáticas".

En la meseta de Dixam, encaramada a una altura de 1.500 metros, en la isla principal del archipiélago, yacen árboles muertos.

Las ráfagas de viento han diezmado casi un tercio de los árboles y, si no se hace nada, todos "habrán desaparecido en unas pocas décadas", según Van Damme. Los que sobreviven acaban debilitados por los insectos invasores.

Las diez variedades de árboles del incienso de la isla corren la misma suerte. Según un estudio basado en fotografías, la cantidad de estos árboles disminuyó un 78% entre 1956 y 2017.

"Si sigue así, es posible que las próximas generaciones solo vean árboles de incienso de Socotra en los jardines botánicos, con una pequeña placa que dice 'desaparecido en la naturaleza'", dice Van Damme.

"El sistema inmunológico de Socotra tiene problemas", añade el biólogo. Porque menos árboles significa menos lluvia, más erosión del suelo y deslizamientos de tierra.

"Necesidad de respaldo"

Los habitantes del archipiélago ya sufren las consecuencias de un clima desregulado.

"Las olas de las últimas tormentas han roto ventanas en nuestras casas", explica Abdulá Ahmed, de 25 años, de una aldea de pescadores de 40 habitantes.

Por miedo a la crecida de las aguas y a los deslizamientos de tierra, la pequeña comunidad se resignó a construir una nueva aldea un poco más lejos, tierra adentro.

Para salvaguardar las islas, los habitantes hacen lo que pueden. Por ejemplo, crearon un vivero del tamaño de un campo de fútbol para intentar proteger a los dragos de Socotra de las cabras.

En el vivero hay decenas de plantas, fruto de 15 años de crecimiento. "Es un comienzo, pero hace falta mucho más", dijo Adnan Ahmed. "Necesitamos apoyo".

Sadia Eissa Suliman nació y se crió en la laguna de Detwah, clasificada como humedal de relevancia mundial, según un tratado internacional.

"Vi cómo ha cambiado la laguna", explica esta abuela de 61 años, que vio con sus propios ojos cómo parcelas de árboles quedaron arrasadas y el plástico y las redes pesqueras invaden el agua.

Sadia milita por la prohibición de la pesca, recauda fondos para proteger los árboles e intenta acabar con los desechos en la isla.

Los científicos también quieren hacer cuanto puedan para que Socotra no se convierta en el enésimo caso de estudio de pérdida de biodiversidad.

"Socotra es la única isla del mundo donde ningún animal, reptil, planta o ave ha desaparecido durante los últimos 100 años, la única. Tenemos que asegurarnos de que siga siendo así", sostiene Van Damme.

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