El Sónar Atenas trae la música más avanzada al centro de la Antigua Grecia

El productor y músico inglés Jon Hopkins durante su primera actuación en Grecia en el festival Sónar.
El productor y músico inglés Jon Hopkins durante su primera actuación en Grecia en el festival Sónar. / EFE
Efe
13 de octubre 2019 - 08:22

El festival de música avanzada y cultura digital Sónar cerró en la madrugada de este domingo su primera edición en Atenas habiendo inundado la cuna de la democracia de las últimas tendencias, sonidos vanguardistas y las visuales más futuristas.

El festival acogió 33 actuaciones musicales repartidas en tres escenarios en uno de los barrios de moda de la capital helena. Una zona industrial llena de bares y discotecas junto a las ruinas del antiguo cementerio de Keramikos, la mayor necrópolis del país, colindante con el Ágora Antigua de Atenas.

"Venía principalmente por HVOB y mi amiga Danae me ha hablado de Kalkbrenner. Me ha encantado. Aquí tenemos algunas salas (de música electrónica), puedes salir y pasarlo bien pero esto está a otro nivel", dice a Efe Jristos, asistente ateniense de 21 años.

Para su primera edición en Atenas, el festival que nació en 1994 en Barcelona se ha centrado en la música electrónica europea, aunque también ha contado con contrapuntos del este, en un guiño a lo que es, en realidad, la capital helena: el hogar de una cultura ancestral, un choque constante de civilizaciones, el caldo de cultivo urbano perfecto para la escena creativa underground y el "hazlo tú mismo".

Esta edición, aunque más reducida que su matriz barcelonesa, apuntó alto y cumplió con las expectativas del público heleno e internacional que acudió a la cita.

Ardy, Tom y Alex están entre los 26 y los 30 y han volado específicamente desde Londres hasta Atenas para el festival.

"Sí, en Londres tenemos una gran escena musical pero ¿por qué no? Hace buen tiempo, aprovechamos para hacer turismo, ver la Acrópolis...", explica Ardy tras el gran pelotazo del festival: Paul Kalkbrenner.

Su visita había generado expectativas y no defraudó. La estrella de la electrónica berlinesa -lanzado a la fama por la banda sonora de la película "Berlín Calling" (2008)-, no vino tanto a sorprender como a romper la pista, cosa que logró sin lugar a dudas al pinchar canciones con categoría de himno como "Sky and Sand" o su versión de "White Rabbit" de Jefferson Airplane.

En un mundo donde el viaje visual que se proyecta tras los artistas es una parte clave de la experiencia, Kalkbrenner trajo realidad en blanco y negro: tres cámaras, sus manos, una clase en directo para los que aún creen que la música electrónica es sólo darle al "play".

Actuó en SónarClub, una antigua estación de autobuses reconvertida en sala de eventos que hizo que los londinenses se sintieran "como en casa".

También allí, pero en la primera jornada del festival, presentó su propuesta Acid Arab -recomendación del codirector y cofundador de Sónar Enric Palau- con mezclas festivas de 'techno' y 'acid' junto a melodías, armonías y cánticos árabes.

Se disputaban la franja horaria con el inglés Rival Consoles, aunque probablemente todos los conciertos de esas primeras horas se vieron afectados por las largas colas para conseguir las acreditaciones y poder entrar a los distintos recintos. Rival Consoles tocó en SonarLab, la sala más pequeña, donde caldeó el ambiente con sus ritmos introspectivos.

Por lo general los atenienses no se dejan llevar excesivamente al bailar. Gustan de salir, dejarse ver, estar en terrazas hasta la madrugada, pero Modeselektor demostró en el Sónar que, cuando quieren, pueden hacer temblar los cimientos bailando. Su directo, radical y frenético, estuvo apoyado por la presencia de Catnapp, argentina afincada en Berlín que fichó por el sello del dúo alemán en 2018.

Por su parte, el esperado Jon Hopkins trajo a su primera actuación en Grecia unas visuales en las que lo cyberpunk y la acuarela se unían con naturalidad, una performance poética y potente que dejó claros los méritos que le han colocado como uno de las cabezas de cartel del Sónar.

Otro de los directos que lideraba la programación era el de UNKLE, que llevó a cabo un set incontestable.

James Lavelle se hizo a un lado y se rodeó de músicos que ejecutaron una actuación de contrastes, entre lo más rockero de la batería de "Restless", la floración primaveral de "Sunrise" y la nostalgia infantil de los fotogramas de "Roma" (Alfonso Cuarón, 2018), que transportaron al público más allá de la nave industrial en la que bailaban.

A la misma hora en distintas jornadas, el establecido Patrick Topping y la estrella ascendente HAAi se pusieron a los mandos de sendas naves espaciales. Si es que antes quedaba alguno, al avanzar la noche desaparecían los remilgos y aumentaban el 'house' y el 'techno' más contundentes.

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