El síndrome del Koro que aterrorizó a los hombres en la década de los sesenta y reapareció en el 2015

Imagen ilustrativa de David, escultura hecha por Miguel Ángel Buonarroti
Imagen ilustrativa de David, escultura hecha por Miguel Ángel Buonarroti

Es extraño pensar que algunas enfermedades mentales solo existen en ciertas culturas y son tan poderosas, que su nivel de influencia en las masas es inaudito. Algunas veces aparecen en un momento determinado de la historia y causan estragos en la sociedad, llevando incluso al colapso de los sistemas de salud.

En 1967 el titular de un diario en Singapur advertía "No le tengas miedo al Koro", una enfermedad peculiar que se convirtió en un fenómeno de terror entre los hombres.

Miles de hombres se habían convencido repentinamente de que sus penes se estaban haciendo cada vez más pequeños, y de que eso los iba a terminar matando.

La histeria colectiva se apoderó de ellos rápidamente. Trataban de salvar desesperadamente sus genitales usando cualquier cosa que tuvieran a mano: gomas, pinzas para la ropa, cuerdas.

Médicos locales sin escrúpulos se hicieron de oro, recomendando inyecciones y remedios tradicionales.

En las calles se decía que la repentina reducción del pene era causada por algo que comían los hombres. Más concretamente, carne de cerdos vacunados en un programa gubernamental. Las ventas de carne de cerdo se desplomaron rápidamente.

Pese a que los funcionarios de salud pública se apresuraron a tratar de contener el brote de histeria, explicando que se trataba únicamente de "miedo psicológico", no funcionó.

Al final, más de 500 personas buscaron tratamiento en hospitales públicos.

Pero el miedo a perder el pene es más común de lo que tal vez te imaginas. Se nombra con bastante frecuencia en ciertas culturas de todo el mundo.

En el sudeste asiático y en China, es habitual que incluso tenga un nombre. Se le llama "koro", posiblemente derivado de la palabra javanesa (de la isla de Java, Indonesia) para decir tortuga, y que se refiere a su aspecto cuando retraen sus cabezas en sus caparazones.

El síndrome del 'Koro'

La historia del koro se remonta a varios miles de años, pero el brote más reciente ocurrió en 2015, en el este de India. Afectó a 57 personas, incluidas ocho mujeres, para quienes tiende a manifestarse como un miedo a que sus pezones se retraigan dentro del cuerpo.

El koro es considerado un síndrome ligado a la cultura, una enfermedad mental que solo existe en ciertas sociedades.

Los ataques de koro pueden ser tan convincentes que los hombres causan graves daños a sus genitales al tratar de evitar su reducción.

Trastornos "intraduciles"

Durante décadas, los trastornos "inexplicables" se estudiaron como meras curiosidades científicas, que existían en ciertas partes del mundo.

Las enfermedades mentales occidentales, por otro lado, se consideraban universales, y se podía garantizar que cada problema "auténtico" lo encontrarías en las páginas sagradas de la biblia psiquiátrica estadounidense, el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales (más conocido como DSM, por sus siglas en inglés).

Pero hoy en día los científicos se están percatando cada vez más de que esto no funciona así.

En la meseta central de Haití, hay personas que a menudo se enferman de reflechi twòp, o "pensar demasiado", es decir, reflexionan sobre sus problemas hasta el punto de que apenas pueden salir de casa.

En Corea del Sur, existe el hwa-byung, cuya traducción aproximada sería "virus de la ira", que se produce al reprimir los sentimientos sobre cosas que se considera injustas, hasta que quien lo padece sucumbe a síntomas físicos alarmantes, como una sensación de ardor en el cuerpo. Es común durante divorcios y conflictos con los suegros.

Aunque para los más escépticos estas enfermedades mentales puedan parecer excéntricas, o incluso inventadas, son en realidad serios problemas de salud mental que afectan a un gran número de personas.

Se estima que el hwa-byung afecta a unas 10.000 personas en Corea del Sur cada año, en su mayoría mujeres casadas mayores, y las investigaciones han demostrado que deja una huella medible en el cerebro.

En 2009, unos escáneres cerebrales revelaron que quienes lo sufren tienen una menor actividad en el área involucrada en el control de las emociones y los impulsos. Las consecuencias de los síndromes ligados a la cultura pueden ser devastadoras.

Quienes sufren de reflechi twòp tienen ocho veces más probabilidades de tener pensamientos suicidas, y los casos de hwa-byung se relacionan con angustia emocional, aislamiento social, desmoralización y depresión, dolor físico, baja autoestima e infelicidad.

Curiosamente, algunas enfermedades intraducibles han desaparecido recientemente, mientras que otras se están extendiendo a nuevas partes del mundo.

Normas culturales

Existe la idea de que toda la humanidad es susceptible al mismo rango limitado de enfermedades mentales, pero la forma en la que hablamos de estas cosas varía según la época y el lugar en el que se viva.

El autor e historiador médico Edward Shorter dice que cada sociedad tiene su propio "repertorio de síntomas", el conjunto de síntomas que trazamos inconscientemente cuando comenzamos a sentirnos mal.

Por ejemplo, una mujer victoriana afligida diría que siente que se desmaya, mientras que su equivalente moderno en Reino Unido se sentiría ansiosa o deprimida, y una mujer en China tendría dolor de estómago.

Todas ellas habrían tenido experiencias idénticas, tal vez todas se sintieron débiles, nerviosas o sufrieron dolores físicos, pero los síntomas a los que prestaron más atención fueron diferentes, dependiendo de lo que se considera normal en su sociedad.

En Gran Bretaña, la "histeria" era una enfermedad que se creía que afectaba a las mujeres y causaba desmayos, arrebatos emocionales y nerviosismo. Hoy, el mismo fenómeno mental se tiene otros diagnósticos, como la depresión.

Medicamentos y el poder del diagnóstico

Los medicamentos son útiles para muchas personas, aquellos con ciertas creencias culturales podrían sentirse más cómodos con la psicoterapia, afirma Sumin Na, psicóloga de la Universidad McGill, en Canadá. .

Puede que estemos a punto de perder la diversidad de experiencias emocionales y psicológicas, "homogeneizando la forma en la que el mundo se vuelve loco", escribe el periodista Ethan Watters, autor de libros y ensayos sobre la "americanización de la enfermedad mental".

En el proceso, no solo corremos el riesgo de perder los diagnósticos y renunciar a los tratamientos más apropiados, sino también la oportunidad de comprender cómo se desarrolla la enfermedad mental.

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