Desmontando el mito de la parisina: la mujer 'chic' es una fantasía
A simple vista parece inocente, pero el cliché de la parisina se ha convertido en una herramienta de uso perverso, según denuncia la periodista de moda Alice Pfeiffer en su primer libro, "Je ne suis pas Parisienne" (No soy parisina), que pretende deconstruir el mito por excelencia de la capital francesa.
Pfeiffer vivió su adolescencia en Inglaterra y hace diez años volvió a París, desde donde trabajó para medios anglosajones que le pedían repetidamente hablar del "chic" parisiense, encarnado por la "Parisina": esa mujer delgada, elegante y a la moda sin esfuerzo, que come mientras fuma, que no engorda ni envejece.
"Je ne suis pas Parisienne" habla de ella con una visión muy diferente a la de las revistas de moda y los libros en los que las autoproclamadas reinas del estilo parisino “se erigen como única representación posible”.
¿Cómo hemos caído en un modelo único?, se pregunta Pfeiffer en una entrevista con Efe. “En Londres tú puedes ver diferentes tipologías, estilos, identidades, subculturas y acentos, pero en París no”.
A la periodista franco-británica la simple mención de "La Parisienne" (La parisina), libro de estilo de la exmodelo Inès de la Fressange que va ya por su décima edición, le produce risas.
“El concepto de la "Parisina" empezó hace diez años como una chica que, a priori, vendía con unos principios buenos, pero se ha convertido en una máquina de hacer dinero, en un modelo de negocio. Hoy nos damos cuenta de que son valores blancos, heterosexuales, burgueses…”.
Reconoce que Francia tiene reputación de ser un país feminista, pero niega que sea así: “La "Parisina" recupera un feminismo de segunda ola, de los años 60 e inspirado por Simone de Beauvoir, que no cuestiona sus privilegios ni su punto de vista ni la pertenencia a la raza blanca”.
Y puntualiza que la relación de la "Parisina" con su cuerpo y la seducción vive para la mirada del hombre, aunque puede ver en Francia una toma de consciencia de un feminismo más interseccional.
En principio, el mito de la "Parisina" es un estilo de vida idealizado, pero la lectura del libro muestra cómo se ha convertido en símbolo de la República Francesa y sin embargo la traiciona en sus valores fundamentales.
“Es la traición de una cosa que se creía universalista y no lo es. Representa una cultura laica que además ha pasado por una mundialización con los grupos de lujo. LVMH y Kering a principios de los 2000 comenzaron a vender “Francia” y a la parisina dentro del paquete. Son valores capitalistas disfrazados de republicanos”.
Pfeiffer muestra a través de historias reales "muy tristes" a otras mujeres clichés desconocidas para el público no francés. “Mujeres a las que se les ha negado el derecho a erigirse como parisinas y denigradas por comparación con la única 'Parisina'”.
“La cagole”, una versión de Pamela Anderson del sur de Francia, las mujeres de color, véase “la beurette” (la mora), "la bella judía", las mujeres "redondas", la "cougar" (mayor que el hombre con el que sale), la ciudadana lambda... cada una tiene su capítulo.
Cuenta que nunca ha habido Marianne negra, que las Misses Francia que no son blancas reciben insultos y que lo más buscado en el porno en Francia es la "beurette" (joven de origen magrebí).
"En Francia todo está representado por la mujer: la Marianne, la Libertad... son el rostro de la República. Una mujer joven, blanca, protectora... que traiciona a todas las otras", recalca.
En cuanto a la inclusividad y la aceptación del propio cuerpo, Pfeiffer duda si son unas tendencias pasajeras y argumenta que aunque el lujo está en proceso de autocrítica porque ha comprendido que eso genera dinero, es más bien un espectáculo.
“El día que estén en los despachos las mujeres que aparecen en las portadas de las revistas... Sí, fotografiamos una chica con velo pero nunca será contratada por la marca, o a una chica gorda, pero nunca habrá una directora general con la misma talla”.
En una actitud autocrítica, que plasma a lo largo de su libro, la periodista concluye reconociendo que no puede fingir que ella misma sea la alternativa.
“Una chica blanca que enseña a las otras cómo ser feminista sería vergonzoso. Estoy obligada a hacer crítica. Lo peor es que soy cada vez más como esa 'Parisina', pero espero escapar de la gran trampa”.