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La estudiante que se graduó con honores sin saber leer ni escribir y ahora exige justicia

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Aleysha Ortiz demanda a la junta educativa de Hartford tras años de abandono escolar.

Foto ilustrativa de un salón de clases
Foto ilustrativa de un salón de clases / Pixabay (victorsteep)

La joven de 19 años se graduó de la escuela secundaria con honores sin las bases básicas del aprendizaje. Ahora, en su primer año en la Universidad de Connecticut, ha decidido alzar la voz y llevar a juicio a la junta educativa de Hartford (Connecticut), a la ciudad y a su gestora de educación especial, alegando que el sistema le falló de manera sistemática y la dejó desprovista de herramientas básicas para su futuro.

Desde pequeña, Aleysha Ortiz enfrentó serios desafíos en su aprendizaje. Fue diagnosticada con Trastorno por Déficit de Atención con Hiperactividad (TDAH), Trastorno Negativista Desafiante (TND), un trastorno de ansiedad no especificado, un trastorno de comunicación no especificado y dislexia. Su familia, en busca de mejores oportunidades educativas para ella, decidió mudarse de Puerto Rico a Estados Unidos, confiando en que recibiría la ayuda especializada que necesitaba.

Sin embargo, la realidad fue muy distinta. Aunque los problemas de Aleysha fueron detectados desde su llegada a las escuelas de Hartford, las soluciones nunca llegaron. En lugar de recibir apoyo educativo adecuado, fue promovida de grado en grado sin haber desarrollado las habilidades básicas de lectura y escritura. “Veo palabras por todas partes… sin sentido”, expresó en una entrevista con CNN en Español, describiendo su incapacidad para comprender los textos escritos.

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Lejos de recibir apoyo, Aleysha asegura que su gestora de educación especial la menospreció y se burló de sus dificultades, además de humillarla delante de profesores y compañeros. En su demanda, afirma que fue víctima de acoso y hostigamiento reiterado por parte de esta persona, quien, en lugar de ayudarla, contribuyó a su sensación de aislamiento y frustración.

“Yo era la niña mala”, recuerda Aleysha, explicando cómo la impotencia de no poder aprender la llevó a desarrollar conductas problemáticas en el aula. En la secundaria, su situación no mejoró y, en lugar de reforzar sus conocimientos, sus profesores simplemente la dejaron atrás, confiando en que pasaría desapercibida en un sistema que muchas veces prioriza las cifras sobre la educación real de sus estudiantes.

Sin recibir apoyo de su escuela, Aleysha se las ingenió para graduarse con honores utilizando tecnología como su única aliada. Durante años, grabó las clases en su teléfono móvil y empleó aplicaciones que transcribían los audios a texto para poder estudiar. Así pasaba cada noche, dedicando entre cuatro y cinco horas diarias a sus tareas, dictando en voz alta sus respuestas para que fueran convertidas en palabras escritas.

“Las aplicaciones me dieron una voz que nunca pensé que tuviera”, confiesa. Gracias a su esfuerzo y dedicación, consiguió destacarse académicamente y obtener calificaciones sobresalientes, lo que le permitió postularse y ser admitida en la Universidad de Connecticut.

El ingreso a la educación superior no significó el fin de sus dificultades. Al llegar a la universidad, Aleysha se enfrentó a una verdad devastadora: sus habilidades lectoras equivalen a las de un niño en edad preescolar. Pruebas realizadas poco antes de su graduación confirmaron que presenta serios problemas de fonética, fluidez y comprensión lectora, lo que la coloca en una situación de desventaja frente a sus compañeros.

A pesar de ello, no se rinde. En lugar de resignarse, ha decidido enfrentar legalmente a quienes la dejaron atrás. Aleysha ha presentado una demanda contra la junta educativa de Hartford, la ciudad y la gestora de educación especial que estuvo a cargo de su caso. “No saben lo que hacen ni les importa”, sentencia con firmeza. Considera que el sistema le robó la oportunidad de aprender, y ahora, desde la universidad, está decidida a luchar por la justicia que le fue negada.

Su indignación se agudiza al recordar que, tras 12 años de educación deficiente, la única oferta de ayuda que recibió fue dos días antes de su graduación. Rechazó la propuesta de inmediato. “Decidí que ellos habían tenido 12 años. Ahora es mi momento”. Su historia no es solo un caso aislado, sino un llamado de atención sobre las fallas del sistema educativo y la falta de apoyo a estudiantes con dificultades de aprendizaje.  

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