Francisco abre el sínodo que marcará su pontificado
El papa Francisco abre el próximo domingo en el Vaticano el segundo sínodo sobre la familia, cuyos debates marcarán el pontificado de cara a temas espinosos como el divorcio, el concubinato y la homosexualidad.
Del 4 al 25 de octubre, cerca de 400 cardenales y obispos, provenientes de todos los continentes, debatirán por segunda vez en un año sobre los retos que encara la familia católica, en crisis ante los cambios de la sociedad moderna.
Una serie de cuestionarios enviados a las diócesis de todo el mundo han puesto de manifiesto la distancia entre la severa doctrina de la Iglesia y la práctica de los creyentes.
El primer sínodo o asamblea de obispos sobre la familia, celebrado hace un año, reveló las profundas tensiones y diferencias que reinan dentro de la Iglesia católica, a pesar de compartir una serie de conceptos básicos.
Los 360 "padres sinodales" invitados por el papa, esta vez sabiamente escogidos entre conservadores y progresistas, debatirán sobre temas delicados, sin la obligación de llegar a una conclusión.
Por primera vez 17 parejas participarán en los debates, las cuales deberán aportar su propia visión como laicos directamente concernidos.
Para el Papa de origen argentino, la familia tradicional está experimentando una crisis profunda, que afecta al conjunto de la sociedad y en particular a la iglesia, de cuyas enseñanza oficiales se han alejado muchos fieles.
"La alianza entre el hombre y la mujer es la respuesta a los desafíos del mundo actual, siendo a su vez modelo de la gestión sostenible de la creación", adelantó el miércoles el papa durante la audiencia general en el Vaticano.
Francisco, que se presenta como un religioso abierto al diálogo, dispuesto a escuchar a las partes, es un conservador en asuntos doctrinales.
Si bien reconoció recientemente que es justo y necesario que una pareja se separe cuando hay violencia, ha reiterado en sus casi tres años de pontificado la condena al aborto, al matrimonio homosexual y a la eutanasia, pero con un tono menos agresivo y reivindicativo con respecto al de sus predecesores.
Choque de expectativas
El principal conflicto que los obispos enfrentarán gira en torno a los divorciados que se vuelven a casar.
Para la iglesia el matrimonio es indisoluble y no reconoce el divorcio civil, por lo que no permite a los católicos divorciados que se vuelven a casar de acceder a la comunión.
Libros, peticiones, simposios de uno y otro lado piden de una parte mayor flexibilidad y de la otra recalcan la inviolabilidad de la doctrina.
Reina por lo tanto un clima envenenado, con príncipes de la Iglesia que se acusan entre sí.
Muchos temen que en el curso de este año se haya constituido un núcleo duro, "dedicado a frenar más que a proponer" reformas, aseguraron a la AFP fuentes religiosas.
A principios de septiembre, con un golpe astuto, el papa simplificó el procedimiento para la nulidad del matrimonio, que será además gratuito, con lo que resolvió anticipadamente uno de los problemas sobre el tapete.
La reforma democratizó el trámite pero no modificó los motivos que justifican las anulaciones, asunto que se abordará durante el sínodo.
Algunos sectores progresistas han manifestado sus dudas sobre el resultado del sínodo y temen que el papa de las reformas y de la renovación termine por decepcionarlos.
"No entiendo la estrategia del papa. Por un lado anima el debate y por otro parece cerrarlo", comentó recientemente un vaticanista estadounidense.
Los grandes temas que hacen sufrir a muchos católicos, como negar la comunión a los divorciados que se vuelven a casar o la discriminación de las parejas con el mismo sexo, podrían caer en el olvido.
El papa de los pobres, de las periferias, el pacificador de América por su papel en Cuba, Estados Unidos y Colombia, tiene la tarea ahora de conciliar sectores opuestos dentro de la misma Iglesia, además de ofrecer perdón y "misericordia", como anunció al lanzar el Jubileo o Año Santo a partir del 8 de diciembre de este año.