Deportados: El drama humano de los migrantes expulsados por Estados Unidos a Panamá

El próximo 8 de junio se vence el permiso temporal humanitario que el gobierno le otorgó a los migrantes que se negaron a ser repatriados. La pregunta que ahora surge es ¿Qué pasará con ellos después de esa fecha?

Los migrantes que pudieron comunicarse con la prensa internacional denunciaron que los tenían encerrados en el hotel Decápolis
Los migrantes que pudieron comunicarse con la prensa internacional denunciaron que los tenían encerrados en el hotel Decápolis / AFP

La mañana del 18 de febrero de 2025, el prestigioso diario norteamericano The New York Times publicaba en primera plana una noticia que estremecía al mundo: "Mientras Trump 'exporta' deportados, cientos quedan atrapados en un hotel de Panamá". El titular revelaba las decisiones políticas que el gobierno del presidente Trump ejecutaría en adelante contra miles de migrantes indocumentados, poniendo a Panamá en el centro de la controversia.

Si bien, la noticia generó un impacto inmediato a nivel internacional, fueron las imágenes lo que estremeció a la opinión pública: hombres, mujeres y niños aparecían asomados a los enormes ventanales del hotel Decápolis clamando con gestos y mensajes en inglés que los ayudaran.

Ana de León, corresponsal de la Agencia EFE en Panamá, recuerda la imagen de una niña de Afganistán que la dejó sin palabras: “Una de las cuestiones que más me impactó fue una niña que decidió taparse la cara con una mascarilla y escribirnos en un papel: salven a las mujeres afganas. Todo esto nos lo hizo con papel blanco pegado a los ventanales y rogándonos a través de señas con las manos que por favor no mostrásemos su cara”.

La niña a la que se refiere formaba parte de los migrantes de Asia, África, Medio Oriente y Europa del Este que fueron deportados por Estados Unidos. Hasta ese momento, la prensa sabía que Panamá había recibido al menos dos vuelos con migrantes deportados por el gobierno de Trump como parte de un acuerdo de colaboración. Pero nunca se informó a dónde iban a ser trasladados mientras eran repatriados.

Aquellas personas fueron las primeras víctimas del plan de deportaciones masivas que Donald Trump prometió que ejecutaría en cuanto llegara a la Casa Blanca. Sin embargo, lo que pronto quedó claro es que para que esta operación tuviera éxito, el presidente estadounidense pediría, la ayuda de sus aliados del continente para recibir migrantes a los cuales Estados Unidos no pudiera deportar tan fácilmente. Así, entre los días 12 y 15 de febrero de 2025, 299 migrantes arribaron al país en tres vuelos del ejército norteamericano. Ninguno de ellos supo que estaba siendo deportado.

Algunos migrantes utilizaron hojas de papel para enviar mensajes de ayuda desde los ventanales del hotel Decápolis
Algunos migrantes utilizaron hojas de papel para enviar mensajes de ayuda desde los ventanales del hotel Decápolis / AFP

Martina Rápido de la organización Human Right Watch afirma que estas personas fueron víctimas de un procedimiento arbitrario contrario al derecho internacional. "Este tipo de traslados, que realmente deberían llamarse expulsiones se están llevando a cabo sin ningún tipo de respeto por los derechos humanos básicos y algo muy similar lo hemos vistos con las personas que fueron deportados a Costa Rica".

Un informe desarrollado por esta organización revela que una vez llegaron a Estados Unidos, los migrantes fueron “encerrados en celdas extremadamente frías por agentes del Servicio de Control de Inmigración y Aduanas (ICE por sus siglas en inglés), quienes les negaron el contacto con familiares y abogados, y les mintieron o simplemente no les informaron sobre lo que estaba ocurriendo, incluyendo cuando los esposaron, les colocaron grilletes y los subieron a aviones militares con destino a Panamá. Las condiciones de detención y expulsión fueron especialmente difíciles para los niños y niñas”.

Si bien, recibir a estos migrantes se tornó en una situación compleja, el director del Servicio Nacional de Migración Roger Mojica señala que las autoridades panameñas buscaron todos los mecanismos posibles para ayudarlos en su proceso de repatriación, pese a que muchos de ellos se negaron a recibir ayuda de sus propios consulados.

“Ellos no querían ser atendidos por sus representantes consulares, por el temor que manifestaban de que en sus países los iban a matar. Fue muy difícil convencerlos de que aquí nadie los iba a obligar a irse a sus países, porque esto se trataba de un retorno voluntario", indicó.

Aunque el gobierno de Mulino ha defendido que a los migrantes se les respetó sus derechos en todo momento, lo cierto es que varios de ellos afirmaron que mientras estuvieron en el hotel Decápolis no se les permitió salir, ni tampoco comunicarse con la prensa o sus abogados.

La angustia por no saber cuál sería su destino llevó a varios de ellos al borde del colapso. Se pudo conocer que al menos una persona intentó suicidarse estando dentro del hotel y otra, una mujer de origen chino, logró evadir los controles de seguridad y escapó en un intento desesperado por regresar nuevamente a Estados Unidos. Aunque, poco tiempo después fue localizada cerca de la frontera con Costa Rica, donde fue abandonada por una red dedicada al tráfico de personas, según informó el Ministerio de Seguridad en un comunicado emitido el 19 de febrero de 2025.

Sin muchas opciones y viendo que Estados Unidos ya no sería su nuevo hogar, la mayoría aceptó con resignación ser repatriados. Sin embargo, un grupo de más de 100 migrantes se negaron a regresar a sus países de origen, alegando que sus vidas estaban en peligro. Para ellos, ir a Norteamérica no era un simple capricho, en realidad era la puerta de salida para escapar de la guerra, de la persecución religiosa, política, étnica o de orientación sexual.

Elías Cornejo, coordinador del albergue Fe y Alegría de la Iglesia Católica, recuerda el terror en los ojos de muchos de ellos cuando los vio por primera vez. "Estaban aterrorizados porque venían de vivir situaciones extremas donde los encerraron, los esposaron, les botaron sus documentos, algunos incluso aseguran que fueron golpeados, o sea, los trataron peor que a los animales".

Los que se negaron a la repatriación fueron trasladados al campamento de San Vicente en Darién, el mismo que apenas unos meses antes había estado abarrotado de cientos de miles de migrantes. Ahora solo estaban ellos. No obstante, Algunos migrantes de origen tan remotos como Sri Lanka, Nepal, Etiopía e Irán, reportaron que nunca antes habían estado en una selva tropical con las características como las de Darién.

Sin poder obligarlos a irse, el gobierno los dejó allí durante dos semanas, hasta que los trasladó nuevamente a ciudad de Panamá y los dejó “libres” en la Terminal de Transporte de Albrook con un permiso humanitario de 30 días —prorrogables hasta 90— para que encontraran un país que los acogiera.

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Los migrantes denunciaron que fueron abandonados a su suerte, sin asistencia social, ni lugar a dónde ir. Entonces en una encrucijada ética y con la máxima de ayudar a los desamparados, la Iglesia Católica decide acogerlos y ofrecerles techo y un lugar seguro en su albergue Fe y Alegría. "Para nosotros ayudar a los desamparados es una máxima como cristianos y cuando vimos que la situación de los migrantes se estaba agravando, entendimos que el Señor nos estaba pidiendo que interviniéramos", señala Elías Cornejo.

Elías, quien es sacerdote formado bajo los preceptos de la Compañía de Jesús, aquellos que son conocidos como jesuitas, define la política de Trump como una máquina de triturar seres humanos.

"Esto es una tragedia porque son parte de una maquinaria de odio y de aniquilación de la humanidad, que desafortunadamente el gobierno de este país se ha convertido en cómplice”.

A ellos los han humillado, los han tratado como basura, les han destrozado su dignidad. Lo que quiere el sistema es quitarle el rostro humano y la posibilidad de sentirse humano, porque no hay mayor dolor que tú mismo no te reconozcas como humano. Y eso es lo que este sistema está tratando de hacer. — Elías Cornejo - Coordinar refugio Fe y Alegía de la Iglesia Católica

La mayoría de los migrantes deportados aseguran que cuando llegaron a Estados Unidos dijeron a los funcionarios de inmigración que tenían miedo de regresar a sus países, pero nunca se les dio la oportunidad de solicitar asilo formalmente. Según Elías, algo similiar ocurrió en Panamá.

"Toda esta gente con papeles o sin papeles, tienen derecho a pedir refugio. Sin embargo, el estado panameño se lo negó. Negó el derecho de pedirlo. O sea, yo quiero hacer la aclaración: el estado panameño puede no otorgar el asilo a quien lo solicita, pero lo que no puede hacer es decirles que no antes de solicitarlo".

No obstante, aquí las versiones son muy distintas, pues el director de Migración asegura que cuando se realizaron las entrevistas con los migrantes, ninguno planteó la posibilidad de solicitar asilo en Panamá.

"Cuando yo conversé con ellos, ninguno tenía intención de quedarse en Panamá, la mayoría quiere retornar a Estados Unidos. Entiendo que algunos se acercaron a ONPAR (Oficina Nacional para la Atención de Refugiados), con el fin de aplicar al refugio, pero realmente por la figura y por las condiciones, creo que ninguno califica porque esto es una migración económica, o sea, hay toda una serie de aristas que hay que analizar, pero desde mi punto de vista como abogado y con la experiencia que tengo, creo que no cumplen los requisitos para que se le dé un tema de refugio en nuestro país".

Las historias de estas personas son devastadoras y encarnan la tragedia humana en la que se ha convertido la migración en todo el mundo. Entre los deportados, hay un militar afgano que huyó de su país tras la llegada de los talibanes al poder. Después de pasar años intentando vivir en Pakistán e Irán, donde le negaron la visa, decidió marcharse a Estados Unidos.

También hay dos rusos, uno que escapó del régimen de Putin por ser homosexual y el otro porque se opuso abiertamente a la guerra en Ucrania y fue amenazado con ser encarcelado u obligado a combatir con el ejército de Moscú.

La más conocida de todos los migrantes es Artemis Ghasemzadeh, una joven iraní convertida al cristianismo de manera clandestina, que supo que debía salir de Irán en el momento en que dos de sus amigos fueron arrestados por profesar una religión distinta al islam. En una entrevista con la BBC Mundo, Artemis contó que fue arrestada y golpeada por no llevar correctamente el hiyab. "En 2022, decidí cambiar mi religión y ser cristiana. En Irán, el castigo por eso es la muerte", reveló.

Además de Artemis, en el grupo de deportados también hay una familia iraní cristiana que migró por las mismas razones, un sirilanqués perteneciente a la minoría étnica tamil, y una joven musulmana de 19 años que escapó de un matrimonio forzado en África. Todos, aseguran que, si regresan a sus países de origen, terminarían muertos tarde o temprano.

Frank Ábrego, ministro de Seguridad dijo que los migrantes que se negaron a ser repatriados habían rechazado la ayuda de organizaciones internacionales como ACNUR y la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), optando ellos mismos por hacer sus propios trámites. Sin embargo, la mayoría aseguran que no les dieron más alternativas que las de ser deportados a sus países de origen. Entonces, sin una salida clara y con el permiso humanitario a punto de vencer el próximo 8 de junio, Artemis y el resto de migrantes que aún están en Panamá, se encuentran en un limbo existencial.

“Una vez vencido el término del 8 de junio, tendríamos que ver si ellos tienen o habrán analizado alguna situación migratoria, pero ya al estar ilegal, yo pudiera proceder legalmente con ellos, según lo que la ley migratoria panameña corresponde. No es la idea”. — Roger Mojica - Director Servicio Nacional de Migración

El pasado mes de marzo, se conoció que un grupo de migrantes de China, Afganistán, Rusia e Irán estuvieron recorriendo varias embajadas y consulados en Panamá en un intento por lograr asilo en cualquier país que los acepte. El grupo visitó las embajadas de Canadá, Reino Unido, Países Bajos y los consulados de Suiza y Australia, y en todos fueros rechazados.

Durante el desarrollo de esta investigación, una fuente ligada a Fe y Alegría confirmó a este medio que semanas después de ser deportados, al menos diez migrantes habían abandonado el lugar por sus propios medios con la intención de regresar a Estados Unidos. Según contó, algunos lograron llegar hasta la frontera de Guatemala con México y allí se encuentran detenidos. No obstante, esta información no ha podido ser corroborada.

El pasado jueves 27 de marzo, durante su habitual conferencia matinal, una periodista de la revista norteamericana The Atlantic, le preguntó al presidente Mulino si el gobierno tenía contemplado otorgarle asilo y permisos de trabajo a estos migrantes y el mandatario señaló que no estaba en sus planes.

"No he valorado eso, la idea es que se vayan antes y ellos quieren irse, tampoco que se quieren quedar. Son de nacionalidades bien lejanas de aquí. No son ni colombianos, ni venezolanos, son nacionalidades del otro lado del mundo, muchas de ellas y se quieren ir en términos generales ese es el mensaje que hemos recibido a través del Ministerio de Seguridad".

En medio de esta carrera a contrarreloj, y a pesar del viacrucis que han tenido que pasar desde que escaparon de sus países, todos ellos demuestran una resiliencia extraordinaria y no pierden la esperanza de encontrar un nuevo hogar en el que sean aceptados y puedan vivir en paz.

¿Qué ha pasado con ellos?

Tres meses después de su llegada a Panamá, volvimos al albergue Fe y Alegría y pudimos constatar que el grupo de migrantes deportados por Estados Unidos se ha reducido considerablemente. De las 112 personas a las que el gobierno otorgó el permiso humanitario ya solo quedan 44. De esas, 37 aún permanecen en Fe y Alegría y 7 en el hogar Luisa. A ellos, se deben agregar 22 personas que están bajo la protección de Unicef, toda vez que llegaron en grupos familiares y al estar menores involucrados requieren un tratamiento especial.

Pero, ¿Qué ha pasado con los que se fueron? Elías Cornejo explica que como organización humanitaria, Fe y Alegría tiene un protocolo donde se prioriza la integridad y protección de las personas, por lo que al salir del refugio, no son obligados a informar a dónde se van.

"Ellos firman un documentos donde exoneran a Fe y Alegría, y a las organizaciones humanitarias que les hemos ayudado, una vez salen de aquí. Ellos son libres de quedarse o de irse, pero si deciden irse, nosotros no preguntamos a dónde ni cómo. Principalmente por dos razones: una por respeto a la decisión propia de la persona y dos, porque para nosotros es sumamente importante el no mentir. Entonces, si nos preguntan a dónde se van, nosotros no estamos mintiendo al decir que no sabemos. Y esto quiero dejarlo claro a las autoridades de que nosotros no manejamos información sobre a dónde van. No sabemos”.

Sobre esto, el director de migración confirmó que aun cuando saben que el grupo de migrantes se ha reducido, desconocen su paradero.

"Por medio de las comunicaciones que mantenemos con el gobierno de Costa Rica, sabemos que varios han pasado hacia allá. Así que asumimos que están siguiendo nuevamente la ruta para tratar de llegar nuevamente a Estados Unidos. Es lo que presumo, no tengo con certeza, más que la información de Costa Rica, de algunos de los que han pasado por ahí, pertenecen al grupo de los 299 migrantes que llegaron a Panamá deportados por Estados Unidos", indicó Mojica.

El pasado 14 de mayo, se oficializó el cierre del Centro de Recepción de Migrantes de Lajas Blancas en la provincia de Darién, luego que el flujo de migrantes de Norte a Sur y que en otrora se había convertido en una crisis humanitaria, se haya reducido a casi cero. Un alivio para la biodiversidad de la ya maltratada selva darienita y una victoria para el gobierno del presidente Mulino.

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