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A finales de octubre de 2025, Melissa se convirtió en la tormenta más potente en tocar tierra en 90 años. Sus efectos fueron devastadores en Jamaica y Haití donde al menos 43 personas perdieron la vida. Aunque Panamá no estuvo en la ruta directa del fenómeno, sus efectos indirectos alcanzaron a la comarca Ngäbe Buglé, donde el impacto no vino del viento ni de la lluvia del huracán, sino de la vulnerabilidad estructural que por décadas ha marcado a las comunidades indígenas.
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En medio de las crecidas repentinas que suelen acompañar estos eventos climáticos, dos niñas de 5 y 8 años fallecieron mientras intentaban llegar a su escuela. La tragedia volvió a exponer un patrón doloroso: la ausencia de puentes seguros que obliga a cientos de estudiantes a cruzar ríos y quebradas peligrosas para acceder a la educación.
Esta situación, lejos de ser aislada, ha sido denunciada reiteradamente por docentes, líderes comunitarios y organizaciones civiles, que señalan que la combinación entre cambio climático, aislamiento geográfico y falta de infraestructura básica ha convertido a los ríos de la comarca en una amenaza recurrente.
Entre esas voces se encuentra la del profesor Armando Pineda, docente multigrado en la Cordillera Central, quien conoce de primera mano los peligros diarios que enfrentan sus estudiantes. “Estamos en un lugar donde constantemente llueve, muy pocas veces vemos el sol… la vida de los estudiantes en riesgo sigue estando ahí. Mientras las autoridades no trabajen esto, seguiremos lamentablemente perdiendo la vida de personas inocentes”, advirtió.
Para Pineda, cada muerte es un recordatorio de una promesa incumplida. En mayo de 2024 vivió uno de los momentos más dolorosos de su carrera con el fallecimiento de su estudiante Jorge Palacios, un joven de 17 años. Pineda y otros docentes, estudiantes y familiares buscaron desesperadamente durante siete días, hasta que un morador de la comunidad de Nomonoi finalmente lo halló río abajo, a más de 40 kilómetros del lugar donde la corriente se lo llevó. El grupo caminó cerca de diez horas para llevarlo de regreso a su pueblo en Rio Bueno y darle cristiana sepultura.
La pérdida marcó profundamente a la comunidad educativa y reforzó su convicción de exigir respuestas.
“Recordar a Jorge Palacios es como regresar a ese momento de tragedia y dolor, sobre todo porque la ausencia de gestión del gobierno provocó todo esto. Y no me cansaré de levantar mi voz pidiendo justicia por la vida de nuestros estudiantes y docentes que han sido víctimas del río Cricamola”.
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Pero la muerte de Jorge no fue la única. En 2024, al menos 5 menores entre 8 y 13 años también fallecieron en las mismas circunstancias. La noticia llegó a las redes sociales y de las redes a los medios de comunicación, lo que obligó al Ministerio de Obras Públicas a viajar hasta la Cordillera Central, para definir cuántos puentes zarzos se construirían.
En ese momento, el ingeniero Ramírez Jaramillo declaró a TVN Noticias, uno de los medios que fue invitado a la gira, que la adquisición de materiales se incluiría en el presupuesto estatal de 2025, y que el proceso podría tardar aproximadamente seis meses, mientras se coordinaba la logística para trasladar las piezas hacia las zonas montañosas.
Sin embargo, tras ese anuncio, no se volvió a hablar del tema. El tiempo pasó y año después, al consultar nuevamente al profesor Pineda sobre el seguimiento del proyecto, su respuesta fue contundente: “Nada ha cambiado. No hay una respuesta formal. Solo un audio de WhatsApp donde señalan que han tenido problema con la aeronave de Estados Unidos que supuestamente iba a apoyar con el proyecto, pero por eso hubo un retraso”.
Aunque en el primer año de gobierno de Mulino, sí se construyeron algunos puentes zarzos, lamentablemente no fueron suficientes y como la naturaleza no perdona, la tragedia volvió a repetirse. El 27 de octubre de 2025, fecha en que Panamá celebra el Día del Estudiante, la tragedia volvió a golpear a la comarca: dos estudiantes de la escuela de Cascabel en Mironó, región Nedrini, fallecieron mientras intentaban cruzar la quebrada Pita.
La noticia fue confirmada por el Sistema Nacional de Protección Civil (Sinaproc) y rápidamente generó un fuerte impacto en redes sociales. El video del profesor Cirilo González describiendo con voz entrecortada lo que había sucedido se hizo viral en redes sociales y desató la indignación social.
La situación volvió a dejar bajo la lupa al Ministerio de Obras Públicas y recordó la deuda histórica del Estado con los pueblos indígenas, especialmente aquellos donde el progreso y el desarrollo aún se resiste a llegar. Tras la tragedia, el gobierno salió al paso y el presidente Mulino anunció el 30 de octubre, tres días después de las muertes de Melanie y Kimberlin, la construcción de 100 puentes zarzos en áreas de difícil acceso.
En los siguientes días, el ministro de la cartera de Obras Públicas, José Luis Andrade también se refirió al tema y aunque dio pocos detalles, confirmó que ya se estaba trabajando en la licitación para la construcción de los puentes. Añadió que en el lugar donde murieron las niñas ahogadas se necesitan al menos 12 puentes y que algunos puntos son inaccesibles que solo se puede trasladar los materiales por helicóptero.
En una entrevista con EFE, el padre de Melanie, la niña de 5 años fallecida en Cacabel recordó todas las solicitudes que habían hecho a las autoridades panameñas para que tragedias como esa nunca ocurrieran, incluso él mismo había presentado una, hasta que sucedió. Explicó que decenas de estudiantes debían caminar hasta dos horas y cruzar el río a diario, sin alternativas seguras.
"No solamente es mi hija la que cruzaba ese río, sino varios estudiantes, y aquí hay estudiantes viajando (hasta) dos horas a este centro educativo, pero si no se corrige eso, si las autoridades no velan por las oportunidades de aquellos estudiantes, ¿quién lo va a hacer?".
El 20 de noviembre, en su conferencia semanal, Mulino anunció la entrega de 6 nuevas escuelas para la comarca y la construcción de los primeros 35 puentes zarzos. Pero una vez más, no se dieron detalles de dónde estarían ubicados dichos puentes.
El río Cricamola es uno de los afluentes más caudalosos del país y la principal ruta de transporte indígena en la región. Su relieve variado provoca cambios súbitos en el caudal, lo que explica por qué los cruces se vuelven tan arriesgados, incluso cuando parece estar bajo.
Malitzie Rivera, subdirectora de Sinaproc, explicó que en la comarca pueden ocurrir crecidas repentinas sin aviso, lo que convierte a los ríos y quebradas en una amenaza impredecible.
"En la comarca tú puedes ver el río que está con un caudal bajo y ellos intentan cruzarlo, y de repente te baja una cabeza de agua repentina que no se previó y ocurre un accidente fatal".
Un informe de la Fundación para el Desarrollo Sostenible de Panamá junto a Jóvenes Unidos por la Educación documentó que entre 55 y 70 personas, en su mayoría menores de edad, han perdido la vida en los últimos 25 años en ríos y quebradas de la comarca Ngäbe Buglé.
Los datos reflejan un problema estructural que trasciende administraciones: la falta de infraestructura básica y protección para comunidades históricamente marginadas.
Las recientes tragedias revelan no solo el impacto del cambio climático y la geografía accidentada de la región, sino también el resultado de años de desatención estatal. Mientras las comunidades esperan la construcción efectiva de los puentes prometidos, la vida de miles de estudiantes sigue dependiendo de un cruce inseguro entre la escuela y el hogar.
El desafío no es solo construir puentes físicos, sino también cerrar la brecha de desigualdad que ha dejado en vulnerabilidad a generaciones enteras de panameños.