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Ciudad de Panamá, Panamá/La región de Azuero vive una crisis por la contaminación de los ríos que abastecen las plantas potabilizadoras de las provincias de Herrera y Los Santos. Mientras el gobierno declara un estado de emergencia y le advierte a las personas que el agua no es apta para el consumo humano, los residentes reclaman una solución pronta, pues ya no pueden con el costo del agua embotellada.
Hay más de 35 puntos de contaminación; 23 de ellos son críticos. Se ordenó el cierre temporal de nueve porquerizas, de 16 identificadas.
La región de Azuero podría enfrentar una epidemia por falta de agua potable. Son más de 100 mil personas afectadas,por estar vinculada directamente a la salud y bienestar de las personas, el acceso al agua es consagrado universalmente como un derecho humano y corresponde al estado la responsabilidad primaria de garantizarla.
En las ciudades con mayor población, esa responsabilidad está en manos del Instituto de Acueductos y Alcantarillados Nacionales (Idaan) y, para las más pequeñas, existen los acueductos rurales, cuya competencia corresponde al Ministerio de Salud (Minsa).
Miles de panameños dependen de acueductos comunitarios que, muchas veces, no garantizan calidad ni continuidad en el servicio.
Frente al abandono institucional, muchos líderes locales se convierten en verdaderos guardianes del agua, quienes mantienen estos sistemas con esfuerzo y compromiso.
Rutilio Mendieta se ha ganado el título de guardián del agua; a sus 82 años ha pasado la mitad de su vida cuidando el acueducto de La Mesa de San Martín, abriendo cada mañana la llave que da vida a su comunidad.
Explica cómo todos los días entra a las instalaciones del acueducto para verificar el proceso de filtración del agua y que todo esté en orden.
Su cuerpo está cansado, pero es fiel a su compromiso. Él representa a una comunidad haciéndose cargo de su suministro de agua, pero cuestiona que las personas no cuiden al agua y la malgasten.
Los parámetros están establecidos en la norma Copanit 35 2019, que busca prevenir la contaminación del agua, que sea de calidad y se proteja el medioambiente.
Jorge Olmos es el jefe del Laboratorio de Análisis Industriales y Ciencias Ambientales de la Universidad Tecnológica; explica cómo es el proceso para determinar contaminantes en el agua. Se mide por parámetros como la turbiedad, el color; el agua debe estar clara y prístina para que sea potable. También se evalúa la presencia de plaguicidas, hidrocarburos y metales pesados.
Coliformes fecales: bacterias que provienen de heces humanas o animales. Su presencia indica contaminación y riesgo de enfermedades.
Sustancias químicas: como pesticidas o metales pesados, a largo plazo pueden afectar la salud digestiva, el hígado o causar enfermedades graves.
Si hay coliformes o químicos, el agua no es segura para el consumo humano.
Para Olmos hay dos indicadores para saber si el agua está contaminada o no. Los coliformes totales o coliformes fecales, que si en el agua hay este tipo de contaminación, es alta la probabilidad de que también tenga parásitos. El deterioro de la calidad del agua que consumimos se ha convertido en una amenaza en muchos lugares. Lo que quedó demostrado con la crisis provocada por la contaminación de los ríos en Azuero, situación que nos hace cuestionar la responsabilidad de distintas instituciones del estado en supervisar y analizar la calidad de nuestra agua.
Madelaine Rodríguez es bióloga del Ministerio de Ambiente (MiAmbiente), y reconoce que la calidad del agua de los ríos es diezmada por la presión de las actividades económicas.
A esto el abogado especialista en ambiente Harley Mitchell advierte que lo que pasa en Azuero tiene que ver con funcionarios que no han supervisado las actividades en la cuenca.
Rodríguez, además, explica que están haciendo identificación y la mitigación de puntos críticos del recurso hídrico a nivel nacional y Mitchell recuerda que el título octavo de la Ley General de MiAmbiente determina que el que contamina paga.
Los acueductos rurales abastecen al 20% de la población y, según datos del Ministerio de Salud, hay más de 5,000 en todo el país.
Son sistemas levantados a punta de trabajo comunitario, con vecinos que hacen de plomeros, tesoreros y administradores, todo para que no falte el agua.
Henry Maure es el presidente de la junta administradora del acueducto de Juan Gil, en San Martín. Explicó cómo el agua les llega desde la montaña y pasa por un proceso de filtración y cloración, para que finalmente llegue a las casas, y es que justo donde se unen el río Cabobre y el río Salsal, se pueden ver las tuberías que conducen el agua desde la montaña.
En el corregimiento de San Martín hay nueve acueductos, con juntas administradoras de acueductos rurales, que han logrado tener personería jurídica, entre ellos el de Juan Gil, que abastece a unas 700 casas.
Maure explica que ellos cuidan sus ríos de la contaminación, como cortar los árboles, que la producción de ganado y cerdo no contamine el río, así como las aguas residuales de las viviendas.
Miguel, como usuario del acueducto de Juan Gil, nos dice que se sienten bien porque no sufren el calvario de otras comunidades que pasan 14 días y mucho más sin agua, que ellos en San Martín tienen agua todos los días.
Estos acueductos comunitarios deben ser supervisados por el Ministerio de Salud, garantizando la calidad de agua que producen.
Jorge Quiróz es técnico de calidad de agua del Minsa y explica que los administradores de acueductos comunitarios deben hacer sus muestreos del agua y el Minsa dar acompañamiento y seguimiento periódicamente.
Harley Mitchel cuestiona que, si con MiAmbiente es difícil, con el resto de las entidades que conforman el comité de cuencas ha sido imposible trabajar. Nos hemos ido, dice, de quinquenio en quinquenio con el incumplimiento de estas normas cuya aplicación pudo haber evitado la situación en Azuero.
Berta no tiene título de ingeniera, pero conoce muy bien el acueducto rural de Villa Carmen en Capira. Desde hace 10 años asumió el reto de operar los pozos que dan agua a 155 viviendas.
—El agua está clorada —explica Berta. Ella administra dos pozos que abastecen al acueducto de Villa Carmen en Capira. También periódicamente le hacen mantenimiento.
Miguel González acompaña a Berta en este trabajo, su función, es abrir las llaves de paso a determinada hora para darle agua a la comunidad.
Los acueductos comunitarios reflejan la importancia del agua para estas comunidades. Berta nos dice que el agua del acueducto de Villa Carmen es una de las mejores que hay, mientras que Henry insiste en la necesidad de proteger la cuenca alta y media del río de la contaminación y Rutilio nos dice que ellos se sacrifican para que la comunidad reciba un agua limpia y purificada.
Siendo Panamá uno de los países con mayor disponibilidad per cápita de agua dulce en el mundo, con tasa de precipitación también entre las mayores, no se justifica que la población carezca de ella o que la que llega esté contaminada.
La experiencia de los guardianes del agua demuestra que el estado debe fortalecer el modelo de gestión del recurso basado en la organización ciudadana y comunitaria, porque son ellos los que mejor pueden cuidar aquello que es esencial para su propia vida.