¿Cómo sobrellevar el duelo en tiempos de pandemia?, esto es lo que dicen los expertos
Aunque el nacimiento, desarrollo, la reproducción y la muerte, son las cuatro etapas de la vida de todo ser humano, casi ninguno está preparado ni para morir ni para ver partir al descanso eterno a uno de nuestros seres queridos.
Por la pandemia de la COVID-19 y la estricta cuarentena que hace poco fue flexibilizada en el país, muchos hemos recibido la noticia de la pérdida de alguno de nuestros familiares, y en algunas ocasiones sin poder estar presentes en su sepelio o tener esa última imagen de sus restos mortales., pero ¿Cómo podemos sobrellevar este momento tan difícil en medio de una pandemia? ¿Qué debemos hacer para que nuestra etapa de duelo no sea tan traumática?
Rita de Segura, de la Fundación Piero Rafael Martínez de la Hoz, dijo a TVN-2.com que la pérdida no solo implica el fallecimiento de un ser querido sino todo aquello que se pierde con la muerte de ese ser.
En el caso de perder a personas que han fallecido por causa de la COVID-19 los familiares quedan con el sentimiento de impotencia por el distanciamiento que se mantuvo con la persona amada durante su enfermedad, lo que genera más tristeza a los dolientes.
Proceso de duelo
El duelo es una respuesta emotiva a la pérdida, en la que se experimenta el sufrimiento. Para superarlo, es necesario exteriorizar sanamente los sentimientos que genera. y se distinguen en él las siguientes fases:
- Shock, mecanismo que da oportunidad para proteger del dolor psíquico a través de la absorción de la información que lo motiva;
- Negación, periodo de incredulidad después de la pérdida; En esta etapa dijo Segura algunas personas se estancan y se quedan a vivir en la negación. “Uno dice no murió… la mente no conecta y las personas insisten en seguir pensando que su familiar sigue en el hospital. “Hay dolientes que pasan 6 meses, 10 y hasta 15 años, y la persona se mantiene en ese pensamiento de que su ser querido va a regresar, y estos casos se deben tratar con especialistas”, aseveró.
- Miedo, temor de enfrentar la realidad sin el ser perdido. En él hay fobias, paranoias y otros desórdenes psíquicos;
- Culpa, sentimiento por el que el doliente se castiga a sí mismo por la pérdida. La mayoría de las culpas son irreales, y si alguna no lo es, el proceso de duelo fomenta la responsabilidad, por la cual el doliente trata de enmendar un error y de perdonarse;
Segura dijo que este sentimiento viene principalmente, porque el doliente no pudo estar allí en el momento final de su familiar, cosa que se ve en mayor proporción en esta pandemia. También se siente culpa por discusiones sin solución, por informaciones importantes que no fueron transmitidas a tiempo, por las palabras de afecto no dichas
- Rabia, enojo por el que el doliente manifiesta agresividad dirigida contra sí mismo, Dios u otras personas de su entorno;
- Depresión, estado de desesperanza y ansiedad que incluso puede conllevar tendencias suicidas;
- Aceptación, etapa final del duelo en que la alimentación y el sueño se normalizan, el dolor por lo perdido disminuye, lo mismo que su recuerdo;
- Serenidad, fase de tranquilidad y paz interior en que se recuerda y disfruta de la memoria del ser perdido;
- Esperanza, fase en que la persona vuelve a sentir alegría y amor por una vida completa y normal, se siente segura y valiente.
Duelo complicado
La especialista en tratar a dolientes aclaró que se debe tener claro que el duelo es normal tras una pérdida puesto que se afecta la mente, el cuerpo, la parte conductual, social y espiritual y en cada uno de estos puntos se van a tener reacciones diferentes, pero si algunas de estas reacciones se prolongan en el tiempo (más de un año) podemos decir que el duelo se complicó.
Entre ejemplos de duelos complicados, Segura mencionó reacciones físicas como alteraciones del sueño (dormir solo 2 horas en la noche), apetito (engordar exageradamente o a la inversa, adelgazar con celeridad), problemas de presión arterial, boca seca, presión gástrica, torácica y de garganta.
El trauma en el duelo
El trauma es un estado de malestar, estrés y vulnerabilidad, asociado a una experiencia catastrófica repentina y violenta que hace que el dolor sea agudo y con reacciones cuya severidad conduce al shock, que dificulta enfrentar la situación.
Esto trae complicaciones para el duelo, que se expresan en la imposibilidad de despedirse del fallecido; disminución de la capacidad de adaptación del doliente; prolongación y agudización de los síntomas del duelo, del choque emocional y de sus reacciones; sentimiento de culpa, reconstrucción obsesiva del escenario mortal y aparición de estrés postraumático.
En la muerte por homicidio hay sentimientos como negación, impulsos asesinos, conflictos éticos y morales, miedo, culpa, remordimiento y recogimiento espiritual. Esto se complica cuando falta apoyo tanto de allegados como de la ley, y por la intromisión de los medios.
En el suicido, su carácter tabú estigmatiza a la víctima y a sus allegados, que pueden sentir culpa y necesidad de explicarse el porqué.
En cualquiera de estos casos, la reacción del doliente se expresa por negación del hecho, interrogación sobre las causas y el modo, rabia, culpa y desesperación.
Para apoyarlo, se aconseja estimular su desahogo y dejar que se entere de los detalles de la muerte, para que la acepte y conozca el proceso de duelo que atravesará.
Es conveniente comprender sus reacciones, recordarle que son normales y que el cariño por el fallecido no se mide por duración o intensidad de la tristeza. Ayuda al doliente darse tiempo para asumir la pérdida permaneciendo en casa algunos días; lo mismo que recordar que «poner distancia» no cura del dolor, tampoco evadir recuerdos o deshacerse de todas, o no tocar nunca, las pertenencias del occiso.
El 2 de noviembre se considera un día cívico, dedicado a los difuntos. Se conmemora y honra la memoria de seres queridos, amigos y próceres desaparecidos.
La bandera nacional estará enarbolada a media asta durante todo el día en establecimientos públicos y privados.