Una selva de arte que no escapa a la crisis en Brasil

El coleccionista Bernardo Paz
El coleccionista Bernardo Paz.
Afp
06 de septiembre 2015 - 17:59

El millonario brasileño Bernardo Paz ha dedicado su vida a construir en el jardín de su casa un lugar único en el mundo, donde imponentes obras de arte contemporáneo nacen de las entrañas de la selva tropical.

Pero Inhotim, como se llama este jardín botánico, museo al aire libre y escuela del tamaño de casi 300 canchas de fútbol en Minas Gerais, el corazón de la industria minera de Brasil, no está libre de la crisis económica que sacude al país.

En Inhotim hay cinco lagos teñidos con microalgas verde esmeralda o turquesa. Hay un monte de palmeras "pata de elefante" de finísimas hojas que caen hasta el piso como largas cabelleras. Hay más de 330 especies de orquídeas, incluidas decenas asiáticas con raíces colgantes que se nutren del aire. Hay plantaciones de cactus con deliciosos higos de la India y con venenosas patatas del Diablo. Hay un árbol centenario y gigantesco que parece tocar las nubes y que se llama tamboril. Hay un vivero didáctico de 25.000 m2, bibliotecas, aulas de clase.

Y siguiendo diferentes caminos en medio de las 4.200 especies de plantas autóctonas y extranjeras -muchas en vías de extinción- hay centenares de obras de arte de más de 200 artistas del mundo, al aire libre o en inmensas galerías que se funden o contrastan con la naturaleza.

Paz, un empresario de 64 años con aires de hippie sofisticado, amasó su fortuna con el mineral de hierro y construyó en los últimos ocho años este destino que, sin estar cerca de Rio de Janeiro o Sao Paulo, atrae a casi medio millón de visitantes de todo el mundo por año.

Sus grandes sueños de agrandar el parque siguen vigentes, pero ha tenido que frenar el ritmo porque China ha perdido apetito por el mineral, de donde obtiene sus ingresos que financian un cuarto del presupuesto de Inhotim. El precio del principal ingrediente del acero se desplomó a la mitad en 2014 y siguió cayendo hasta rondar hoy los 50 dólares la tonelada.

"El mundo está muy complicado. China que compraba una parte del producto no está creciendo como antes (...) y por eso tuve que parar un poco el desarrollo rápido" de Inhotim, relata a la AFP este elegante hombre de cabellos blancos y ojos azules.

Un viaje a la niñez

"Uno llega a Inhotim estresado, cansado de la carretera, y 40 minutos después se transforma en un niño, no quiere salir de aquí; las personas quieren quedarse", dice Paz, mientras fuma un cigarro tras otro.

Paz casi no sale de estas mil hectáreas -140 de ellas jardines abiertos al público y otras 100 de área protegida de selva atlántica y sabana tropical- donde vive con su sexta esposa treintañera y dos de sus siete hijos. Se traslada de un lugar a otro en un carrito de golf, supervisando personalmente cada detalle.

Desde algunos lugares de su inmenso jardín, a unos 60 km de Belo Horizonte (sureste), la tercera ciudad del país, pueden verse y escucharse ruidosas excavadoras y tractores que extraen el brillante mineral de hierro.

En la pequeña ciudad minera de Brumadinho, a un par de km de Inhotim, los habitantes lamentan el cierre de minas y el recorte de miles de empleos en otros yacimientos.

Pero tanto en el bar como en la iglesia celebran como un héroe a Paz, hijo de un amante del arte comunista y un ingeniero, que en 2006 creó un lugar maravilloso que emplea a unas 800 personas, incluido un ejército de 72 jardineros, y desarrolla innumerables programas educativos para los habitantes de la zona.

"El señor Bernardo es una persona excelente, un visionario", opina Antonio Lopes, de 43 años, un exempleado del parque cuya hija de 12 años estudia violín gratis en un curso financiado por Inhotim.

La armonía brota de esta mezcla de naturaleza y arte, empujando a la introspección.

"Desvío para el rojo" del brasileño Cildo Meireles, por ejemplo, invita al espectador a realizar un viaje de lo íntimo a lo violento.

El visitante se adentra descalzo en un hogar bien iluminado donde todo es rojo: la alfombra, los muebles, los cuadros, la máquina de escribir, la hoja vacía dentro de la máquina de escribir, la heladera y la fruta y las botellas cuando uno abre la heladera. Dan ganas de sentarse en el sofá rojo y tomarse un Campari.

Siguiendo el ruido de una canilla abierta, uno avanza a tientas en la oscuridad total de una habitación contigua, con pasos torpes y miedosos, hasta que finalmente se topa con una pileta débilmente iluminada que escupe chorros de tinta roja sin parar.

Tras esta agresión carmesí, es un alivio regresar al verde.

En "Sonic Pavilion", del estadounidense Doug Aitken, micrófonos instalados a 202 metros de profundidad hacen llegar a la superficie en tiempo real los sonidos de la respiración de la Tierra.

En la obra "Linda do Rosario", dentro de la galería de Adriana Varejao -quinta esposa de Paz y cuyos cuadros han superado el millón y medio de dólares en subastas internacionales- un gran muro derruido de azulejos blancos choca al espectador con un interior no de ladrillos, sino de órganos humanos.

"Una semilla para el mundo"

Paz gusta de reflexionar sobre cómo viviremos en 100 años ("comeremos sin transgénicos ni agrotóxicos"), arte contemporáneo ("Vino para instigar la curiosidad, criticar el pasado, los dogmas, la religión") y su amor propio ("¡Aún atraigo mujeres bonitas!").

Pero su tema preferido son sus grandes planes para Inhotim.

"Imagino esto en mil años", dice, aunque admite que la crisis le ha hecho "retroceder cinco".

Con la economía brasileña entrando en recesión tras cuatro años flacos, Paz está dando "en adopción" las galerías de arte a empresas. La meta es reducir el monto que coloca de su bolsillo en Inhotim cada año: unos 2,5 millones de dólares, de un presupuesto total de 11,7 millones.

En obras está aún un primer hotel boutique que Paz espera inaugurar en 2016, con retraso.

También tiene planes para desarrollar las 700 hectáreas aún no abiertas al público con 28 nuevas galerías de arte, más hoteles, un anfiteatro abierto, un teatro cerrado y lujosas villas para que otros puedan vivir como él, trabajando a distancia sin salir de este oasis de paz.

"Inhotim será una semilla para el mundo", pero "trabajar para construir para los otros un lugar de placer es un sacrificio, es un infierno", confiesa.

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