Debemos trabajar en una cultura nacional que nos humanice

El Banco de Pensamientos ante el Coronavirus es un especial digital que recoge las opiniones de diferentes personalidades y profesionales panameños en relación a cómo ven Panamá después de la pandemia. Sus ideas pueden servirte de inspiración para enfrentar la crisis.

Nyra Soberón, dramaturga y gestora cultural.
Nyra Soberón, dramaturga y gestora cultural. / Cortesía.
Nyra Soberón - Dramaturga y gestora cultural
20 de mayo 2020 - 17:02

Me es difícil pensar en cómo veo al país después de la pandemia. Son demasiados los componentes a considerar como para profetizar la respuesta de un país, más que nada la respuesta de una sociedad frente a una situación difícil, frente a un problema en común. Y hablo de sociedad, porque las respuestas no pueden venir de un solo sector pues estarían incompletas, carentes de realidad. Idealmente deben responder a consensos nacionales, pero para lograrlo nos toca madurar mucho como colectividad.

Si partimos de nuestras conductas colectivas en el pasado, podría arriesgarme a decir que nos cuesta mucho asumir compromisos y formas de organización social para enfrentar grandes conflictos nacionales. También me arriesgaría a decir que desde hace décadas tenemos ausencia de liderazgo, y que en la actualidad no se perfilan ni grupos, ni personas que lideren un proceso libre de intereses políticos y económicos.

Los independientes no me parecen portadores de una nueva mirada, ni lo suficientemente independientes para actuar de manera desinteresada. Así las cosas, las repuestas pueden llegar a ser múltiples y desde mi punto de vista dificultar que avancemos más allá de un hecho como la pandemia, que avancemos como sociedad ante nuestras propias circunstancias. La pandemia solo ha evidenciado una acumulación grave y progresiva de nuestros males sociales, culturales, políticos y económicos, de parte de todos los actores sociales que convivimos en este país.

Este año, por ejemplo, se cumplen 31 años de la invasión norteamericana a Panamá, en 1989. ¿Cuál ha sido nuestra respuesta como sociedad ante la invasión después de tres décadas? ¿Hemos construido un proceso de reflexión nacional? ¿Hemos sacado conclusiones, aprendizajes y propuestas? A grandes rasgos creo que muchos panameños la justificaron, otros pocos la condenaron, que el Estado aún no termina de declarar la fecha como duelo nacional, que los textos escolares le dedican poco análisis e importancia y que, como consecuencia las nuevas generaciones padecen de confusión histórica respecto a ese hecho histórico y otros más. ¿Haremos lo mismo esta vez? ¿Nos quedaremos inmersos en esa penosa y constante conducta de buscar culpabilidades sin reconocer nuestros errores? ¿Dejaremos siempre nuestro presente y futuro en manos de los políticos tradicionales?

Porque independientemente de nuestra postura personal respecto a la invasión, después de 31 años es importante analizar al hecho para llegar a acuerdos colectivos que nos hagan madurar como sociedad. Pero las discusiones deben tener fundamento, y ser parte de un proceso de investigación en el cual no debe haber olvido, debe haber recuerdo desde la madurez hacia el aprendizaje de errores y aciertos. Aceptar, por ejemplo, que hubo más muertos que los declarados oficialmente, que independientemente del bando al que pertenecieron son nuestros muertos y merecen como mínimo ser contabilizados con honestidad y desde el duelo nacional. Cultivar ese nivel de pensamiento no nos debilita, ni nos hace cómplices. Por el contrario, nos fortalece hasta integrarle a nuestra cultura ciudadana frente a hechos personales, familiares y comunitarios.

Pero miremos el presente, ese momento que a cada minuto que pasa también se transforma en historia. ¿Cómo hemos respondido los panameñes como sociedad durante la pandemia? Hemos visto, por ejemplo, que unos cuantos han lucrado con la crisis, otros hacen negocio a costa de la pandemia; muchos acaparan los artículos de primera necesidad sin importarle las carencias del resto; demasiados quizás no respetan las disposiciones colectivas de salud que nos ayudarían a superar poco a poco el contagio; otros agitan el ambiente político a su favor; algunos velan únicamente por sus grandes negocios y no por la salud y el bienestar colectivo; así como también muchos otros sacrifican sus vidas y ofrecen desinteresadamente su ingenio y capacidades para superar la crisis.

Una sociedad que responde de manera tan disímil muy probablemente también tendrá respuestas similares en el después. ¿Por qué? Posiblemente porque para asumir las dificultades con otra óptica se requiere trabajar arduamente en la construcción de una cultura nacional que nos humanice, nos concientice, que nos vincule a todos como sociedad en un proyecto común de país, que nos haga entender y asumir nuestras responsabilidades de cara al bienestar de todes.

¿Cómo debemos reinventarnos como país?

Antes de proponer cómo reinventarnos, creo que hay que observar y analizar con detenimiento los acontecimientos actuales y sus precedentes para poder descifrar lo que nos toque hacer como país. Es un proceso que puede tomar tiempo, un tiempo que puede agilizarse si se establecen prioridades y fases, y en el cual deben poder participar todos los sectores. ¿Podrá ser esto posible? Si miramos nuestra historia nos tocaría ser escépticos y hasta pesimistas, pero también podría ser una buena oportunidad para plantearnos por lo menos empezar a transformarnos en una nación más responsable de sus actos.

¿De dónde partir? Propongo que, de nosotros mismos, de nuestras necesidades y fortalezas, de un proceso que tome en cuenta nuestra historia y nuestras características socio culturales. Evitemos lo que hacemos siempre, mirar hacia afuera para copiar e importar soluciones ajenas a nuestra realidad que luego no tienen resultado alguno a largo plazo.

Como reflexión final diría que, la responsabilidad y participación ciudadana en el desarrollo de un país no se circunscribe al voto que emitimos cada 4 años; que es imposible solucionar las dificultades desde las redes sociales, ni mucho menos tocando pailas cómodamente desde un balcón o un portal techado. Esta es una responsabilidad que nunca termina, que no depende de nuestra edad y del rol que ocupemos en la sociedad como trabajadores del arte, obreros, campesinos, empresarios, profesionales, estudiantes. Desde todos esos roles sociales siempre podremos contribuir y trabajar en una cultura de prevención, una cultura de cambio que nos permita actuar asertivamente ante pandemias, invasiones, fraudes, malversaciones de nuestros recursos, etc.

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