Despiertos y renovados: Nacer de nuevo forzados por la realidad

El Banco de Pensamientos ante el Coronavirus es un especial digital que recoge las opiniones de diferentes personalidades y profesionales panameños en relación a cómo ven Panamá después de la pandemia. Sus ideas pueden servirte de inspiración para enfrentar la crisis.

Imagen de San Francisco de Asis.
Imagen de San Francisco de Asis. / Cortesía.
Roberto Carlos Medina Ramos - Párroco en la Iglesia el Carmen
20 de mayo 2020 - 16:53

David, Chiriquí/Difícil no incluir en esta opinión lo que se dice y piensa en la prensa escrita y los medios digitales acerca del momento y lo que la COVID-19 provoca en medio de nuestro mundo. De hecho es tanta la información, que corremos el riesgo de estar totalmente desinformados cuando somos abrumados por un contenido tan complejo y variado de una enfermedad de la que poco conocemos. Con facilidad encontramos en las redes sociales exposiciones técnico-científicas y variedad de contenidos divertidos que liberan el estrés, entre tantos modos, de como la población le ha hecho frente a esta realidad

Muy viciada podría estar la frase después de esta pandemia nada será igual. Con “temor y temblor”, tengo el atrevimiento de cuestionarla para sacar mis conclusiones del porqué nada tendrá que ser igual.

El teólogo Karl Rahner escribió que todos "los profetas vienen del desierto", de la soledad y del silencio. Quizá sea el momento para desplegar en nuestras vidas ese carácter profético que toda persona como bautizada esta llamada a ejercer en su vida de fe.

La pausa obligada que hemos hecho en nuestras vidas nos llevó a cerrar nuestras agendas para hacerle frente a nuestros miedos; la incertidumbre que se fue apoderando de nosotros y el permanecer en casa con toda la complejidad que esto representa. Fuimos invitados a silenciar nuestras vidas para reflexionar y sacar conclusiones a nivel personal, familiar, social y como país, para reinventarnos, regenerarnos y en términos bíblicos nacer de nuevo apropiándonos así del sueño de Dios que es su Reino de paz y de justicia.

Las grandes crisis que la humanidad ha experimentado a lo largo de la historia han servido para la renovación de sus estructuras y repensar la realidad; todo esto forjado por intelectuales que dieron a luz diversas corrientes de pensamientos y estas a su vez, fueron enriquecidas o reemplazadas por nuevas teorías. Pienso en este momento en toda la renovación y actualización que ha tenido el pensamiento teológico en la vida de la Iglesia a lo largo de la historia; muchos de ellos, surgidos después de grandes crisis ejemplo, la teología política, surgida después del exterminio judío en los campos de concentración nazi, entre otras.

Una nueva espiritualidad

La pandemia nos plantea la necesidad del surgimiento de una nueva espiritualidad que no es ajena a la vida de la Iglesia. Es el grito ensordecedor de los grupos subalternos, de una sociedad sedienta de Dios, pero también, es el grito de la madre tierra que se ha visto afectada por la voracidad del consumo y la indolente sociedad que ha dado la espalda al sufrimiento humano.

Es necesaria una eco-espiritualidad que permita salvarlo todo incluyendo a nuestra casa común, como dice Leonardo Boffo nos salvamos todos o perecemos todos”. Esta realidad nos ha mostrado que estamos en un mismo mar navegando juntos, aunque en barcos diferentes. La mayoría, en un país tan rico en materia y recursos como el nuestro, lo está haciendo en cayucos, hablando de modo optimista.

La vivencia de una eco-espiritualidad nos permitiría encausar las riquezas hacia realidades que son verdaderamente necesarias como la educación (quedó evidenciado lo obsoleto de nuestro sistema), la salud, la vivienda, el agro, la cultura, la ciencia, entre otros. Se trata de un cambio de mentalidad y si se tiene en cuenta que detrás de un paradigma mental hay una espiritualidad que lo sostiene, la propuesta cristiana, será el surgimiento de una nueva espiritualidad que supere en cierto sentido un modelo de cristianismo que no responde al momento actual ni al futuro que esta emergiendo.

La espiritualidad son aquellos valores más profundos y vitales que te animan a vivir y a actuar. Es el “corazón” de todo tu existir. Es la fuerza inspiradora del pensar, sentir, actuar de una determinada persona o colectividad. Es la presencia del Espíritu Santo operando en cada hombre y mujer que es invitado a trascender su acción más allá de un voluntarismo que puede resultar vacío, pesado y frustrante. Solo esa fuerza misteriosa es capaz de hacernos derrochar amor en la vida de los otros y provocar una sensación de de plenitud.

Ha sido esperanzador en estos días, ver a muchos jóvenes dando su aporte al país en este momento que tanto lo necesita, pero también de muchas personas que en el anonimato han sacado lo mejor de sí como es el amor y la solidaridad. La eco-espiritualidad es todo esto pero incluye al ecosistema, comulga con el amor, la justicia, la solidaridad y tantas experiencias que develan la inoperancia del mal presente en nuestro mundo.

La eco-espiritualidad encuentra su fundamento en el mundo bíblico. Pienso en el diálogo de Jesús con Nicodemo (Jn. 3, 1-21); la esperanza de gloria (Rm. 8, 18-27) por citar. Pero también es una visión franciscana de la realidad que ve a Dios en la naturaleza y la naturaleza le habla de Dios; va en relación con la propuesta del papa Francisco en la encíclica “Laudato Si” y es el sueño de muchos movimientos ambientales y sociales que asumen el sufrimiento “ajeno” como causa personal.

Protagonista de una espiritualidad liberadora

La praxis eco-espiritual pone en cuestión ciertos patrones culturales que a la luz de la pandemia revelaron nuestra mayor pobreza. La ausencia de Dios presente en nuestras vidas nos llevó a endiosar al dios dinero que genera ganancias, cuando muchas veces lo que más nos ha hecho falta es disfrutar a nuestras familias, asistir a un templo a orar, despedir a un amigo o ser querido que murió, disfrutar de momentos y espacios recreativos, estar en la playa, pasear por el bosque, entre otros.

Esta nueva espiritualidad entrará en conflicto con nuestras actitudes consumistas para llevarnos a vivir con lo necesario ya que todo exceso desarmoniza las leyes naturales y universales que rigen al planeta. Nos pondrá en una actitud de solidaridad y humildad que comienza por la aceptación de nuestras pobrezas y riquezas para devolver la dignidad a los más vulnerables y entre ellos al planeta tierra.

La eco-espiritualidad, reorienta la vida del creyente que muchas veces espera que todo le llegue a su vida de manera fácil. Pienso en nuestro gobierno que siempre está preocupado por asistir a muchas personas a las que se les volvió costumbre el hecho de no tener que trabajar porque basta el bono del Estado.

Con esta nueva praxis te vuelves protagonista, porque descubres que eres parte de un todo y que tu acción repercute en la vida del otro y en la vida del planeta. La corrupción en todos sus niveles genera muerte y priva de una mejor salud, educación y vivienda a sectores vulnerables. Como buenos panameños debemos estar dispuesto a aceptar la propuesta de Jesús de Nazaret a Nicodemo “si no naces de nuevo no podrás entrar al Reino de Dios” (Jn. 3, 5).

La nueva espiritualidad pasa por un cambio de actitud y una nueva manera de ser Iglesia superando el modelo de cristiandad que nos vuelve simples receptores de sacramentos para ser esa Iglesia “hospital de campaña”, “Iglesia en salida” o “Iglesia samaritana” como bien la ha llamado el papa Francisco.

Es la Iglesia que no espera a las personas, sino que sale al encuentro de los necesitados para vendar sus heridas y sanarlos integralmente. Una eco-espiritualidad es la que nos puede salvar en una nueva realidad que emerge y los pueblos originarios que habitan nuestras comarcas, podrían darnos una lección de cómo se puede vivir en armonía con nuestro planeta.

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