Marcan 25to aniversario de incendio de discoteca en NY

Marcan 25to aniversario de incendio de discoteca en NY
Marcan 25to aniversario de incendio de discoteca en NY
Ap
26 de marzo 2015 - 05:48

Familiares y amigos de las víctimas se reunieron en una vigilia el miércoles para conmemorar el 25to aniversario del incendio en una discoteca en que murieron 87 personas, el peor homicidio en masa hasta esa fecha en la historia de Estados Unidos.

El 25 de marzo de 1990, un emigrado cubano llamado Julio González trató de recuperar las atenciones de la mujer que lo había rechazado.

González entró al club Happy Land en el distrito neoyorquino del Bronx, que estaba atestado de gente, inmigrantes en su mayoría. Su ex novia con la que vivía, Lydia Feliciano, estaba a cargo del guardarropa, y tuvieron una acalorada discusión. González fue expulsado.

Furioso, el hombre regresó poco después de las 3 a.m., roció gasolina en la única salida del Happy Land y encendió dos fósforos. Entonces bajó la cortina de metal de la entrada.

En cuestión de minutos 87 personas habían muerto.

Unos 100 parientes y amigos de las víctimas se reunieron el miércoles por la noche bajo una llovizna helada alrededor del monumento conmemorativo de granito ubicado en el lugar donde estaba el club. Sus oraciones en español reverberaban en la noche.

Estuvieron acompañados por bomberos y policías cuyos departamentos acudieron a combatir el incendio.

Horas antes, durante una misa en una iglesia cercana, los familiares subieron al altar y leyeron los nombres de los fallecidos.

Esa tragedia fue la peor en Nueva York desde que 146 personas, en su mayoría mujeres, murieron en un incendio en la fábrica textil Triangle Shirtwaist Company, en lo que es hoy el Greenwich Village. Perdieron la vida exactamente 79 años antes, el 25 de marzo de 1911.

Esa noche de 1990, las personas en la discoteca fueron asfixiadas por el humo o quemadas. Todo sucedió tan rápidamente que algunas víctimas se parecían a las figuras de Pompeya, congeladas en el tiempo.

Unas pocas tenían aún los tragos en las manos. Otras se habían arrancado las ropas de fiesta, envueltas en llamas. Otras murieron abrazadas o agarradas de las manos. Los cadáveres estaban apilados en la pista de baile del Happy Land, los rostros cubiertos de hollín.

Jaffrey Gotay no atesora recuerdos de su padre. No tiene ninguno, porque sólo contaba con 3 años cuando él murió, y su esposa estaba embarazada de su hermana.

"Mucho es desconocido, faltante, sin saber realmente qué podría haber sido", dijo Gotay, cuya familia enterró a su padre, Denny Álvarez, en Trujillo, un poblado en Honduras donde se encuentran otras personas que fallecieron en el incendio.

"Uno realmente no recuerda, y eso es desagradable", dijo mientras las lágrimas le recorrían el rostro.

Feliciano sobrevivió, al igual que algunos otros. Entre ellos estaba el dj Rubén Valladares, que salió de entre las llamas con quemaduras en más de 50% del cuerpo.

Entre los que quedaron atrapados estaba el tío de Pablo Blanco, Mario Martínez, que dejó una viuda y un hijo.

"Él era mi tío favorito. Me enseñaba a cocinar", dijo Blanco, parado esta semana en la calle en el barrio de West Farms cerca del antiguo club, donde ahora hay una peluquería.

Veinticinco años no son suficientes para borrar los vívidos recuerdos del horror en las mentes de los sobrevivientes y aquéllos que no volvieron a ver a sus seres queridos. Una mujer perdió a más de cinco familiares, dijo Blanco.

"Mi amigo Frank ni siquiera puede venir aquí. Los recuerdos lo abruman, de amigos y familiares perdidos", dijo.

En 1990, Happy Land atraía a una multitud formada principalmente por jóvenes. La municipalidad había cerrado el club por infracciones al código contra incendios —no tenía rociadores ni salidas de emergencia— pero seguía operando ilegalmente.

Unos dos tercios de las víctimas pertenecían a una comunidad del Bronx llamada garífunas, hondureños descendientes de negros del Caribe exiliados por los colonizadores británicos hace más de dos siglos. En años recientes, muchos habían escapado del represivo régimen de Honduras y se habían asentado en Nueva York.

El barrio ha empeorado desde entonces.

"Se ha puesto peor", dice Blanco. Con un ingreso promedio de 10.000 dólares anuales por familia, perdió decenas de negocios durante la recesión y vecinos dependen de los servicios sociales.

González, que tiene ahora 60 años, cumple cadena perpetua en un penal en el norte de Nueva York. Fue declarado culpable de 174 cargos de asesinato, dos por cada víctima, por indiferencia y homicidio con agravantes.

Emigrado de Cuba, llegó a Nueva York como parte del éxodo del Mariel en 1980. Una década más tarde, estaba trabajando en un almacén, pero perdió el empleo seis semanas antes del incendio, dijo la policía.

Este mes, las autoridades le negaron una solicitud de libertad condicional.

Temas relacionados

Si te lo perdiste
Lo último
stats