Holanda se queda otra vez en la orilla
La rudeza, el juego feo y el pragmatismo tampoco le sirvieron a Holanda, que por tercera vez salió de una final de la Copa del Mundo con la cabeza gacha. En un partido que se puede caracterizar como el más sucio de los 80 años de historia de finales, las cuentas no mientan: los holandeses recibieron ocho tarjetas amarillas, acabaron con 10 hombres por la expulsión de John Heitinga y hasta lo último marcaron al límite. Las faltas de Holanda sumaron 28, la peor de todas una patada estilo karate que Nigel de Jong le plantó en el pecho a Xabi Alonso en el primer tiempo. Era para la roja directa, pero el árbitro inglés Howard Webb optó por la amarilla. No cabe duda que Holanda quiso coartar el armonioso juego de pases de España, fue obvio de entrada. Lo logró durante 116 minutos hasta que Andrés Iniesta clavó la daga para el 1-0 definitivo con un remate cruzado, justo cuando la definición por penales se avizoraba en el horizonte. En su primer intento, España se coronó campeón por primera vez. Para Holanda, en cambio, la tercera ocasión no fue la vencida. El técnico holandés Bert van Marwijk se aburrió de decir que había tomado las riendas para conseguir de una vez por todas el esquivo título que se le negó a la "Oranje" de la década de los 70. Esa fue la grandiosa generación de Johan Cruyff y Johan Neskeens, la del brillante e innovador "Fútbol Total", que no pudo levantar la copa al sucumbir ante los anfitriones en las ediciones de 1974 y 1978. Al amargo desenlace de la noche del domingo en Johannesburgo, Holanda tiene las derrotas 2-1 ante Alemania en 1974 y el 3-1 contra Argentina en tiempo extra cuatro años después. Se dice que el fútbol le tiene una deuda a esas selecciones de los 70, y las que siguieron posteriormente con Marco van Basten, Ruud Gullit y Dennis Bergkamp. Pasaron 32 años para volver a una final y Van Marwijk se la jugó con otra fórmula, una radicalmente opuesta al juego vertical, sin ponerse a especular. Su insistencia fue que quería acabar con la autocomplacencia que hacía que Holanda flaquease en las horas decisivas de las grandes citas, a lo que se atribuye que el trofeo de la Eurocopa de 1988 sea el único título importante que adorna sus vitrina. Jugar lindo no le importaba a Van Marwijk, sino ganar el título. Tal vez fue por ello que el entrenador se quitó la medalla de plata apenas se bajó del podio con un rostro poco amigable. Van Marwijk también defendió a capa y espada el desempeño de su equipo ante un torrente preguntas sobre si lo hecho en la final del Soccer City había mancillado la imagen de Holanda. "Nuestra intención es jugar lindo, pero también había que entender que nos estabamos midiendo con un señor equipo, la mejor selección de los últimos dos años", dijo Van Marwijk, señalando que varias de las amarillas no eran justificadas. "Y yo creo que tácticamente hicimos un buen partido", manifestó. "Los dos equipos cometieron faltas por igual". "No no es nuestro estilo, pero uno sale a jugar con todo. Es un Mundial, es una final", insistió. "Hay pasión de por medio y lo notaron hasta el último momento. Quiero ganar, aunque el juego no sean tan bonito". Pero tampoco hay que fustigar tanto a Holanda, un equipo que cumplió a la perfección las direcciones de su técnico para tejer una racha de 25 partidos sin perder tras una derrota en un amistoso en septiembre de 2008. Holanda aprendió a ser paciente, organizado y a regular el partido, a veces perdonando ocasiones para ganar en forma abultada. Van Marwijk encontró un punto de equilibrio entre la defensa y un envidiable cuarteto de ataque con Arjen Robben, Wesley Sneijder, Dirk Kuyt y Robin van Persie.