Inauguración del Mundial hipnotiza a los brasileños
RIO DE JANEIRO (AP) -- Miraron el partido desde remotas haciendas de ganado a orillas del Amazonas. Miles se reunieron ante una pantalla gigante bañada por el sol en la playa Copacabana de Río de Janeiro. En bares en mal estado de barrios pobres de las colinas, clubes de alta sociedad y salas de viviendas en todo el país, los ojos estaban en los televisores al comenzar el jueves la Copa del Mundo en Brasil. Ni siquiera las protestas frente al estadio de Sao Paulo, donde la selección local derrotó 3-1 a Croacia, pudieron apagar el entusiasmo de los brasileños por su equipo, que busca un sexto campeonato mundial. Sin embargo, el encuentro comenzó con un poco de nerviosismo para los aficionados locales. En el Jockey Club de Río de Janeiro, donde la élite adinerada lo miraba en pantallas gigantes mientras disfrutaba de una copa de vino bajo la mirada de la emblemática estatua de Cristo Redentor, la multitud dejó escapar un chillido colectivo cuando el brasileño Marcelo anotó un autogol, dándole a Croacia una ventaja temprana de 1-0. Pero la angustia se tornó en deleite minutos después, cuando el delantero Neymar deslizó el balón por debajo del arquero croata para igualar el marcador. "Esto es lo que siempre pasa en Brasil", dijo Eduardo Almeida, un consultor que pagó una cuota de 55 dólares para ingresar al club. "Al principio estamos nerviosos y cometemos errores, pero luego nos soltamos y ganamos confianza y les damos su merecido". En el otro extremo de la altamente estratificada escalera de los ingresos en Brasil, en el barrio pobre Santa Marta, un grupo formado en su mayor parte por residentes negros arrojaron sus cervezas al aire y pegaron de brincos extasiados después del gol del empate. La celebración más ruidosa, además de la de los 61.000 aficionados en el estadio Itaquerao de Sao Paulo, podía escucharse en la playa Copacabana, en uno de los llamados Fan Fest de la FIFA. Allí, aficionados vestidos en su mayoría con los colores amarillo y verde de la bandera brasileña comenzaron a reunirse alrededor de la hora del desayuno, ocho horas antes del silbatazo inicial, para tener la oportunidad de observar el partido en una imponente pantalla de 150 metros cuadrados (1.615 pies cuadrados). En medio del mar de colores patrióticos, un solo aficionado croata se destacaba vestido con la camiseta a cuadros rojos y blancos de su nación. Ivan Lucic, de Drubovnic, dijo en un inglés con un fuerte acento que asistir al Mundial de Brasil era un sueño hecho realidad. "Los brasileños son maravillosos", afirmó, mientras posaba para fotos con gente de la multitud. Pero a medida que la fiesta en la playa se animaba cada vez más, varias decenas de activistas marcharon justo afuera del perímetro de seguridad con pancartas que proclamaban "No habrá Copa". Fue la protesta más reciente en torno a los millones de dólares gastados en estadios, dinero que los activistas consideran debió haberse utilizado para construir escuelas y hospitales. En la Fan Fest de Copacabana -a excepción de los ruidosos abucheos cada vez que aparecían en pantalla la presidenta brasileña Dilma Rousseff y Joseph Blatter, el director de la FIFA-, las preocupaciones en torno a los gastos excesivos fueron puestas de lado en cuanto la selección brasileña entró en la cancha y se interpretó el himno nacional. "Es posible que a Brasil no le vuelvan a permitir ser sede de la Copa del Mundo, pero le aseguro a usted que ganaremos muchos trofeos más", dijo Jenifer Barbosa, una enfermera que resumió la profunda ambivalencia que muchos brasileños sienten acerca de que el país sea sede del torneo, pero no con respecto a la selección nacional.