Cadena agroalimentaria de la papa y cebolla: un freno para no beneficiar al consumidor

Las cadenas agroalimentarias están regidas por la Ley 49 del 16 de junio de 2017 y el Decreto Ejecutivo 132 del 28 de diciembre de 2018.

Producción de papas
Producción de papas / Julio César Aizprúa

Ciudad de Panamá, Panamá/Distorsión. Ante la aparente indiferencia de las autoridades agropecuarias, la cadena agroalimentaria de la papa y cebolla ha asumido el rol de “aprobar o no” la introducción al país de estos rubros, que todos los años escasean, pese a que la ley señala que ese organismo solo puede “recomendar” las importaciones.

Elaborar, facilitar, convocar, mantener, presentar, coordinar y notificar son igualmente los verbos que indican las funciones de las cadenas agroalimentarias, pero no “autorizar”, por lo que muchas veces estas se han convertido en un freno para no beneficiar a los consumidores.

Las cadenas agroalimentarias son un ente “consultivo”, no ejecutivo, tal y como ya lo manifestó la Procuraduría de la Administración, señaló Pedro Acosta Insturaín, presidente de la Unión Nacional de Consumidores de la República de Panamá (Uncurepa).

Detalló que a nivel “consultivo” también está la ley de Política Agroalimentaria de Estado (Pade), conocida como la ley del “Pade...spués”, una herencia de la administración Cortizo y que ahora sus cada vez más reducidos defensores tratan de venderle como la “panacea” a los problemas del sector agropecuario al gobierno de José Raúl Mulino.

La cadena de papa y cebolla, agregó Acosta Insturaín, se ha convertido en un escollo para que el consumidor tenga el derecho de elegir entre un producto nacional y uno importado, que paga sus impuestos.

Las cadenas agroalimentarias están regidas por la Ley 49 del 16 de junio de 2017 y el Decreto Ejecutivo 132 del 28 de diciembre de 2018. Actualmente existen 11 cadenas, a saber: arroz, maíz, carne bovina, leche bovina, poroto, frijol vigna y guandú, papa y cebolla, raíces y tubérculos, plátano, café, cerdos y derivados, y palma aceitera.

Para el representante de los consumidores, quien también participa en las cadenas agroalimentarias, por supuesto que debe haber espacio para la producción nacional, pero lo que no se puede hacer es obstaculizar el derecho a escoger, tal y como sucedió durante la administración pasada, cuando la cadena era la que aprobaba o no las importaciones de papa y cebolla.

Esto, añadió, se hacía bajo el concepto chauvinista de una soberanía mal entendida, o de que el producto nacional está por encima del importado.

Respecto a la reiterada escasez anual de papa, un tubérculo protegido dentro del Tratado de Promoción Comercial entre Panamá y Estados Unidos, se tiene que la falta de nuevas variedades de semillas está detrás de su baja producción, aunado a los eventos climáticos.

En Panamá, el consumo per cápita estimado de este rubro es de 14,3 kilogramos, unas 31 libras.

Jorge Santamaría Santamaría, productor y economista del área de Paso Ancho, en las tierras altas de la provincia de Chiriquí, dijo que actualmente para la producción de este producto se están utilizando semillas que llegaron al país hace unos 3 años, por lo que ahora se están degenerando.

Esta degeneración de la simiente no permite que se esté produciendo mediante el tradicional 15 x 1, o sea, 15 quintales de cosecha por uno de semilla.

“Deben estar en 10 x 1”, agregó Santamaría, al tiempo que señaló que hay agricultores que están produciendo semillas, pero lo están haciendo para el uso en sus parcelas.

De acuerdo con el Instituto de Innovación Agropecuaria (Idiap), más de 350 productores siembran papa en un 90% de la variedad Granola, la cual ya presenta indicios de decadencia, lo que se combina con el aumento en los costos de los insumos, por lo que el sector viene confrontando problemas de baja rentabilidad.

Entre el 2020 al 2023, el declive de la variedad Granola llevó a una producción de 402 mil quintales, cuando anteriormente era de 712 quintales, caída a la cual también contribuyeron las lluvias, así como el incremento en el uso de agroquímicos y en el costo de producción, según el Ministerio de Desarrollo Agropecuario (MIDA).

Fue debido a este descenso cuando los paperos, concentrados en su mayoría en la Asociación de la Comunidad Productora de Tierras Altas, despertaron del letargo, exigiendo nuevas variedades.

Por su parte, en el Idiap reconocen que estos necesitan cultivares con alto potencial de rendimiento y con mejores niveles de tolerancia a las principales plagas que afectan el cultivo, como son el tizón tardío, la polilla de la papa y la mosca minadora, entre otras plagas.

Indicaron que las variedades deben, además, contar con las respectivas características de calidad para garantizar la aceptación del consumidor. 

En febrero pasado se informó con gran despliegue que el Comité Nacional de Semillas había aprobado la introducción de la variedad Golden Globe, de mayor rendimiento que la Granola, pero hasta el momento no se conocen mayores detalles al respecto, lo que, según productores consultados, la noticia podría ser solo “llamarada de capullo”, o sea, radiante, pero efímera.

Para el productor Santamaría, el Ministerio de Desarrollo Agropecuario y el Comité Nacional de Semillas deben contar con la certificación de que se tengan las cantidades de semillas necesarias para sembrar las hectáreas que requiere el país.

La falta de semillas de buena calidad “pasa en todos los rubros”, ya que el Idiap, la Facultad de Ciencias Agropecuarias y los entes privados no están desarrollando nuevas variedades, aseguró el arrocero Rodrigo Araúz.

Araúz puso como ejemplo el caso de países como Colombia y Brasil, donde todos los años se liberan nuevas variedades del grano, pero “acá nos demoramos hasta siete y ocho años en una sola variedad, que luego no tiene los resultados esperados”.

Respecto a las cadenas agroalimentarias, dijo que en efecto deben ser un organismo “consultivo”, pues tienen su importancia en la balanza de la producción.

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