Advierten que el monocultivo no es sostenible en Paraguay
La relatora de Naciones Unidas sobre el derecho a la alimentación, Hilal Elver, dijo hoy en Asunción que la agricultura basada en el monocultivo para la exportación, con productos como la soja, no es un modelo sostenible a largo plazo en Paraguay, donde este tipo de plantaciones ocupan el 94 % de las tierras cultivables.
Elver, que visitó Paraguay entre el 4 y el 10 de noviembre y se reunió con autoridades gubernamentales y de la sociedad civil, presentó hoy en una conferencia de prensa sus conclusiones preliminares sobre el cumplimiento del derecho a la alimentación en el país.
La relatora llamó la atención sobre un dato oficial: el 94 % de las tierras cultivables en Paraguay se dedicó entre 2013 y 2014 a la agricultura para la exportación, mientras que solo un 6 % se destinó a plantar alimentos para el consumo de los habitantes del país.
Así, Paraguay ha pasado de ser un "importador neto" de productos, a convertirse en un exportador a gran escala de productos como la soja, de la que es el cuarto mayor exportador del mundo, con más de nueve millones de toneladas enviadas al exterior en 2015.
Sin embargo, Elver dijo que estos monocultivos, como la soja o el maíz, no contribuyen a la alimentación humana, dado que se emplean para fabricar comida para el ganado, mientras que otros, como la caña de azúcar, se utilizan para elaborar etanol.
La relatora explicó que Paraguay dispone de una tierra muy fértil y un buen clima, que permite tener dos o tres cosechas al año, mientras que su población, de casi siete millones de habitantes, es relativamente pequeña comparada con su superficie.
Estos factores han contribuido a que los grandes productores hayan decidido convertir a Paraguay en un proveedor de alimentos a nivel mundial, pero Elver advirtió de que este modelo de producción no es sostenible a largo plazo.
"Estamos en un proceso de cambio climático, y el medio ambiente no va a aguantar. En pocos años tendremos falta de agua, y un suelo cansado por el uso de monocultivos y organismos genéticamente modificados. Además, los precios de las materias primas son muy volátiles, por lo que no se puede asegurar su rentabilidad", expresó.
La producción de monocultivos y ganadería intensiva ha estado acompañada además de deforestación, que sitúa a Paraguay con la mayor tasa de destrucción de bosques de todo el mundo, y el uso excesivo de pesticidas, que pueden tener impactos muy peligrosos para la salud humana, según Elver.
Por otra parte, añadió que este modelo agrícola expulsa a los campesinos de las zonas rurales a las zonas urbanas, dado que necesitan mucha menos mano de obra que la agricultura familiar.
Según la relatora, en Paraguay, cerca de 10.000 personas migran cada año desde zonas rurales hacia asentamientos informales en las ciudades, donde la pobreza extrema aumentó casi un 5 % el pasado año.
Puso el ejemplo del Bañado Norte, una zona periférica de Asunción, cuya población fue primeramente expulsada del campo, y se enfrenta ahora a una nueva amenaza de desalojo por los planes del Gobierno de construir una ruta que pasará por esa zona.
La relatora recomendó a Paraguay que proteja a las personas contra "abusos a los derechos humanos en el contexto de la expansión de la agricultura de monocultivo a gran escala", y que asegure "que el cultivo de soja orientada a la exportación no socave el derecho a la alimentación adecuada de las personas".
También pidió que el Estado implemente reglamentos ambientales que protejan la salud humana, la degradación del suelo y la contaminación del agua, y que cree bancos de semillas para mantener una "diversidad genética" de los cultivos.
El informe completo con las conclusiones y recomendaciones de la relatora sobre derecho a alimentación se presentará en marzo de 2017 ante el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.