El observatorio de Ny Alesund, testigo del vertiginoso cambio climatico en el Ártico

El deshielo de la banquisa y de los glaciares, que reflectan los rayos solares, provoca una mayor absorción del calor por la tierra o el océano.

La base científica de Ny Alesund, en el archipiélago de Svalbard.
La base científica de Ny Alesund, en el archipiélago de Svalbard. / AFP
Afp
29 de julio 2015 - 07:12

En el corazón del Ártico noruego el observatorio Ny Alesund da fe de los estragos del cambio climático: el fiordo ha dejado de congelarse completamente en invierno, la superficie de los glaciares mengua y surgen especies nunca vistas hasta ahora por estos parajes.

Situado en la isla de Spitsbergen, este pueblo de coloridos edificios, dedicado a la investigación, acoge a finales de julio a unas 140 personas, entre científicos europeos y asiáticos, técnicos para los instrumentos de medida y personal a cargo de la organización (comida, calefacción, electricidad, etc.)

El fiordo "ya no se congela completamente desde 2007", afirma Sébastien Barrault, consejero científico de Kings Bay, la compañía noruega encargada de la logística.

"En los años 90, se podía cruzar (el fiordo) en motocicleta por la nieve", recuerda Jürgen Graeser, técnico de la estación de investigaciones franco-alemana Awipev (Alfred Wegener Institut Paul Emile Victor). Esta estación supervisa unos 50 aparatos que registran los datos meteorológicos, atmosféricos, químicos, etc.

"La última vez que pudimos caminar por encima de ella, fue en el invierno de 2003/2004", recordó.

Spitsbergen, la principal isla del archipiélago de Svalbard, goza de un clima clemente para su latitud (79°), debido a la Corriente del Golfo que sube por la fachada oeste.

Pero en los últimos 20 años, esta región vivió un calentamiento exponencial: ¡entre 1 y 1,2°C por década! Una barbaridad si se compara con los 0,8°C de la subida de la temperatura media del planeta desde la era preindustrial.

La amplificación del efecto invernadero a nivel mundial modificó las corrientes marinas y atmosféricas en esta región situada a sólo 1.000 km del polo Norte.

El deshielo de la banquisa y de los glaciares, que reflectan los rayos solares, provoca una mayor absorción del calor por la tierra o el océano.

Por eso el termómetro se dispara. Unos cambios que anticipan lo que sucederá en otras regiones frías.

"Hay especies que normalmente no se encuentran en el Ártico", explica Sébastien Barrault.

Intrusos en el fiordo

"El bacalao del Atlántico llega hasta aquí y empezamos a ver caballa", afirma mientras mira la Bahía del Rey ("Kongsford") desde su oficina, instalada en un laboratorio de biología marina.

La experta en ecosistemas marinos Cornelia Buchholz asegura que antes en el fiordo había "dos y a veces tres tipos de krill", unos crustáceos transparentes que constituyen el alimento de numerosas especies (peces, focas, ballenas, etc.).

"Ahora hay cinco tipos de krill, aunque ninguno de ellos cumple un ciclo de reproducción completo aquí", afirma la investigadora.

La modificación de las corrientes marinas trajo probablemente estas nuevas especies de krill a las aguas del Ártico. En detrimento de algunas regiones que podrían registrar un descenso de sus depósitos de pescado.

El retroceso de los glaciares es otra señal flagrante del calentamiento global, a escala planetaria y en particular en Spitsbergen, recubierta en un 60% por mastodontes de hielo.

El glaciar del fondo de la bahía de Ny Alesund, el Kronebreen (de la corona) "retrocedió un kilómetro desde 2012, es increíble", constata Heidi Sevestre de la universidad de Svalbard en Longyearbyen.

Además de la llegada de nuevas especies, la flora marina también se ve afectada por la subida de la temperatura media del fiordo.

"Observamos en el laboratorio cómo las algas se desarrollan a diferentes temperaturas y qué especie tiende a imponerse", explica Lydia Messingfeld, de la universidad de Bonn.

En el pueblo reina la calma, apenas alterada por los turistas que llegan en barco para una escala de una o dos horas y por los graznidos de las ocas que vienen cada año de Escocia.

Desde 2007, estas ocas adelantaron "15 días su migración, es algo significativo", afirma Maarten Loonen, un ornitólogo que las estudia desde hace 20 años. No cabe duda: "Se han adaptado a una primavera precoz".

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