Polonia, paraíso desconocido de las palomas mensajeras
Królewiec, Polonia/Polonia es el paraíso europeo de las palomas mensajeras, pero, para gran pesar de quienes las crían, no pueden competir internacionalmente con el prestigio de las palomas belgas u holandesas.
"Mis pájaros son deportistas, hay que entrenarlos para que estén en forma. Observar su estado de salud y alimentarlos bien", explica Michal Trojczak, ganadero desde hace tres generaciones, abriendo una jaula.
Más de 70 palomas azul-grisáseas dan un par de vueltas sobre campos cubiertos de nieve en Krolewiec, a 45 kilómetros al este de Varsovia.
Estas aves, liberadas a cientos o incluso a más de mil kilómetros de sus palomares, vuelven siempre al redil. Detectan el campo magnético terrestre y se orientan con relación al sol.
Volando con el viento a favor, pueden alcanzar los 120 kilómetros/hora.
En todo Polonia, los palomares forman parte del paisaje, sobre todo en la región minera de Silesia.
"Con más de 40.000 miembros, somos la organización más grande de Europa, fundada hace más de cien años. En las olimpíadas y en los concursos internacionales hemos ganado el mayor número de premios", explica con orgullo el presidente de la asociación polaca de criadores de palomas viajeras Krzysztof Kawaler, en la feria de Katowice en Silesia.
Pero para Michal Trojczak, estos premios y recompensas ocultan la debilidad del mercado polaco.
Un mercado de aficionados
En cada país, las carreras se organizan a nivel local, y los tiempos se registran gracias a los anillos electrónicos que llevan las palomas.
A nivel internacional, se comparan los resultados nacionales utilizando coeficientes que tienen en cuenta, entre otras cosas, el número de aves participantes, lo que infla las puntuaciones polacas.
"Pero esto no refleja el verdadero valor de las palomas", relativamente modesto, explica Trojczak.
En Occidente, Polonia sigue siendo desconocida, considerada como "un mercado de aficionados".
"En el mercado polaco, las palomas que participan en las olimpíadas internacionales se venden entre 250 zlotys (unos 62 dólares) y cuatro, cinco o seis mil zlotys (unos 1.500 dólares)", explica Zbigniew Oleksiak, ganadero desde hace 30 años.
En Occidente, los precios comienzan en torno a los 226 dólares. Y fue por 1,41 millones de dólares que Armando, una paloma belga, fue subastado a un comprador chino en 2019.
Al año siguiente, la hembra New Kim fue adjudicada por 1,8 millones de dólares, también a un chino.
Al igual que los caballos de carrera, son los pedigríes -los árboles genealógicos de las aves- los que cuentan para los compradores, sobre todo para los asiáticos.
En Polonia, estos pedigríes escasean cruelmente.
Trojczak, que se retiró hace unos años, decidió convertirse en profesional.
Con un amigo, compró en Bélgica a un hijo de la paloma Porsche 911 por 12.425 dólares. "Nos dio mucha satisfacción y mucho dinero", explica este antiguo capitán del ejército polaco de 42 años, que ahora dedica todo su tiempo a las palomas.
Días largos, sobre todo en primavera y verano. "Cuando hay que preparar las aves para una carrera, a veces empiezo a las 4H00 y termino a las 21H00", explica.
Hoy vende un centenar de palomas al año por precios que oscilan entre 113 y 2.825 dólares y las ventas le aportan, "junto a su pensión militar, de qué vivir cómodamente".
"Conozco a cada una de mis palomas y a sus padres en tres o cuatro generaciones. Conozco mejor su árbol genealógico que el de mi propia familia", afirma riendo.
Dentro de diez años, los ganaderos polacos podrán competir con los belgas y los holandeses en términos de genealogía y profesionalismo, predice el antiguo militar.
Pero el número de ganaderos se reducirá a la mitad.