Perspectiva

Como viva presencia de la muerte, el Covid es lo más universal que la humanidad ha atravesado hace décadas y debería ayudarnos a poner las cosas en perspectiva.

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Sabrina Bacal
03 de julio 2020 - 21:26

Nada como la muerte para ponerlo todo en perspectiva. Estudiosos de la naturaleza humana y filósofos lo han advertido desde siempre. Es la conciencia de nuestra propia muerte la que diferencia nuestra vida de la de los demás mamíferos. La angustia, la poesía, las religiones, el arte, la literatura; nuestra búsqueda constante por conocer o por disfrazar la realidad, son meras distracciones de la única certeza que tenemos como especie: todos nos vamos a morir.

La mortalidad es también madre de la mayor parte de las identidades que abrazamos en vida. ¿Si viviéramos para siempre, creen que tendríamos una sola nacionalidad? ¿Una sola profesión? ¿Una sola familia? ¿Si ya con fecha de expiración hay quienes tienen varias, se imaginan si nunca expiráramos? A mi, esa aspiración a la inmortalidad siempre me ha parecido un deseo bastante suicida. La paradoja es intencional, por que ni suicidarnos podríamos.

A nivel personal la cercanía de la muerte suele alterar nuestras prioridades. Cualquiera que haya tenido que enfrentar una enfermedad grave o la muerte de un ser querido lo sabe. Uno se puede preparar para ese momento, pero nada reemplaza experimentarlo en carne propia. Yo veo la vida de manera diferente después de la muerte de mi madre, que aunque fue temprana, al menos respetó el orden natural de las cosas: que los hijos entierren a sus padres. No puedo siquiera imaginarme el dolor de vivirlo a la inversa. Lo cierto es que la muerte de mi mamá me cambio la forma de ver la vida. Las otras preocupaciones que antes ocupaban mi mente y mi tiempo, entre ellas el éxito -con sus variadas definiciones y esfuerzos para alcanzarlo- adquirieron su justa dimensión al lado de la contundencia de la muerte.

Con la pandemia del Covid 19 la muerte ha llegado al por mayor y se ha extendido a todos los rincones del planeta. Es claro que en la historia de la humanidad ha muerto mucha más gente por otras pestes, enfermedades, guerras, terremotos y hambre, pero el impacto emocional del coronavirus es casi omnipresente, más aún cuando es continuamente magnificado por la velocidad y la diversidad de las comunicaciones. Esta pandemia es la primera gran tragedia globalizada, compartida digitalmente minuto a minuto; y cada información que llega nos recuerda que nadie está completamente a salvo. Como viva presencia de la muerte, el Covid es lo más universal que la humanidad ha atravesado hace décadas y debería -como sucede a nivel individual- ayudarnos a poner las cosas en perspectiva.

En buena medida, esto ha sucedido. El confinamiento ha obligado a las sociedades a mirar hacia adentro. Este ejercicio ha sacado a flote grandes verdades que antes permanecían enterradas por la urgencia de la cotidianidad. El valor de las relaciones familiares, la solidez de las redes de apoyo estatal, la capacidad de los líderes, la calidad de los servicios públicos, la relevancia de ciertas profesiones, la importancia de la ciencia, el valor de la cultura ciudadana, la credibilidad de las fuentes de información, el balance entre la forma en que hemos colonizado la tierra y el medio ambiente. En fin, hay nuevas miradas por doquier y es prematuro saber si las mismas van a conservar su nuevo sitial o si con el paso del tiempo se irán desdibujando.

En Panamá nos ha explotado en la cara el mito del Dubai de las Américas. El PIB per cápita y la conectividad han sido claramente opacados en esta crisis por una desigualdad lacerante, una corrupción rampante y una educación deficiente ¿De que nos ha servido ser un país con un crecimiento económico envidiado por muchos en la región, si hay un porcentaje importante de nuestra población que no puede cumplir con las medidas sanitarias básicas por el hacinamiento en su vivienda, la mala calidad del transporte público y su pertenencia al sector informal de la economía?

Como sociedad es momento de poner las cosas en perspectiva y preguntarnos si las prioridades que teníamos antes de la pandemia seguirán siendo válidas en este nuevo mundo que se está configurando ante nuestros ojos. Es vital plantearnos si nuestra definición de éxito seguirá siendo sostenible en estos tiempos.

La cercanía colectiva de la muerte nos ha producidos nuevos interrogantes para los cuales tenemos que encontrar respuestas renovadas. Ya lo decía al inicio: Nada como la muerte para poner las cosas en perspectiva.

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