Crece la tensión en Tailandia, en víspera de gran manifestación prodemocracia
La tensión es cada vez mayor en Tailandia entre manifestantes prodemocracia, autoridades y ultramonárquicos, en víspera de otra gran movilización prevista en Bangkok, tras cuatro meses de revuelta.
Esto es lo que se sabe de las fuerzas en presencia y de las posibles salidas de la crisis en un país habituado a enfrentamientos y represiones sangrientas.
Imposible compromiso
"Iniciamos una nueva era en nuestros combates (...) ya no es posible un compromiso" advirtieron los líderes de la revuelta.
En estos cuatro meses de movilización han logrado convocar hasta a 30.000 personas en Bangkok, algo nunca visto desde el golpe de Estado de 2014 del general Prayut Chan-O-Cha.
La situación se ha endurecido. Los eslóganes e insultos contra la monarquía, intocable hasta hace poco, proliferan ahora. La policía no duda en usar cañones de agua y gases lacrimógenos. Seis personas resultaron heridas de bala la semana pasada, por disparos cuyo origen no está determinado.
El movimiento prodemocracia tiene ahora una base sólida en la calle y las redes sociales.
Los "camisas rojas" vinculados al exprimer ministro exilado Thaksin Shinawatra, podrían sumarse a él, algo que hasta ahora han dudado en hacer.
Pero para Siripan Nogsuan Sawasdee, profesor de Ciencias políticas en la Universidad Chulalongkorn de Bangkok, los manifestantes, si quieren atraer a más gente, "deben organizarse en torno a líderes únicos" y "priorizar sus demandas" (dimisión del primer ministro, reforma de la Constitución, reforma de la monarquía, del sistema educativo)
Ninguna de ellas ha sido satisfecha hasta ahora, y el parlamento se ha pronunciado únicamente a favor de la creación de una asamblea constituyente que no haría grandes cambios.
Pero la revuelta "ha permitido la emergencia de una nueva cultura política que impulsa al reino hacia un inédita libertad de expresión", destaca Siripan Nogsuan Sawasdee.
Improvisar
Las autoridades han alternado medidas de uno y otro signo, dando la impresión de una cierta improvisación, con medidas de urgencia proclamadas y luego retiradas, o detenciones seguidas de puestas en libertad de los cabecillas de la revuelta.
"Navegan sin instrumentos" ilustra Paul Chambers de la universidad de Naresuan (norte).
A diferencia de los movimientos precedentes, la mayoría de los manifestantes son jóvenes urbanos de clases media y acomodada, que bailan al ritmo de la K-pop surcoreana. Muchos de ellos son mujeres. Enfrentarse directamente a ellos puede dañar la reputación internacional del país.
Sin embargo las autoridades esgrimen la amenaza del artículo 112 sobre los crímenes de lesa-majestad, que castiga con hasta 15 años de prisión cualquier insulto al rey, y que no ha sido utilizado en los últimos años.
"Los límites han sido superados" advirtió Prayut Chan-O-Cha.
Ofensiva real
El rey Maha Vajiralongkorn, cuyas intervenciones públicas eran hasta ahora rarísimas, multiplica ahora sus apariciones, dialogando con sus partidarios y lanzando mensajes de "amor" a los tailandeses.
Pero difícilmente eso sea suficiente para aplacar a los descontentos.
Rama X, que accedió al trono en 2016, es una personalidad imprevisible que ha reforzado sus poderes al controlar directamente la fortuna real así como dos unidades del ejército.
Sus muy frecuentes viajes a Alemania suscitan interrogantes, ya que muchos le reprochan no haberse preocupado por sus ciudadanos desde el inicio de la pandemia.
¿Salida violenta ?
Esta hipótesis es considerada cada vez más plausible por los observadores.
Tailandia es un país que ha sufrido sangrienta represiones (1973, 1976, 1992, 2010).
Como ya como ocurrió en el pasado, "grupos de derecha ultramonárquicos se constituyen para acosar a los manifestantes" y ejercer de provocadores, según Paul Chambers.
También es posible un golpe de Estado en este país que ya ha conocido una docena desde 1932.
A corto plazo, una de las salidas para rebajar la tensión sería que la Corte constitucional se pronunciara el 2 de diciembre por una salida de Prayut Chan-O-Cha, acusado de haber ocupado una residencia militar cuando ya no era jefe del ejército.