Chimpancés consumen alcohol de forma natural al comer fruta fermentada, sugiere estudio
Esa cifra equivale a una bebida estándar en Estados Unidos, aunque ajustada al peso de los chimpancés, que ronda los 40 kilos, el consumo representaría casi dos tragos diarios para un ser humano promedio de 70 kilos.
Las primeras mediciones del contenido de etanol en frutas disponibles para los chimpancés en su hábitat natural africano revelan un hallazgo sorprendente: estos animales podrían ingerir, sin proponérselo, el equivalente a casi dos bebidas alcohólicas estándar al día. El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de California, Berkeley, ofrece nuevas pistas sobre la relación evolutiva entre primates y alcohol, y será publicado este 17 de septiembre en la revista Science Advances.
Alcohol en la dieta natural de los chimpancés
Los investigadores midieron el contenido de alcohol en 21 especies de frutas consumidas habitualmente por los chimpancés en dos áreas de estudio: Ngogo, en Uganda, y el Parque Nacional Taï, en Costa de Marfil. El resultado fue claro: las frutas presentaban un contenido medio de etanol de 0.26 % en peso. Teniendo en cuenta que los chimpancés ingieren unos 4.5 kilos de fruta al día —lo que representa cerca del 75 % de su dieta—, la cantidad diaria de etanol alcanzaría los 14 gramos.
Esa cifra equivale a una bebida estándar en Estados Unidos, aunque ajustada al peso de los chimpancés, que ronda los 40 kilos, el consumo representaría casi dos tragos diarios para un ser humano promedio de 70 kilos. “Los chimpancés consumen una cantidad de alcohol similar a la que ingeriríamos nosotros si comiéramos alimentos fermentados a diario”, explicó Aleksey Maro, autor principal del estudio y estudiante de posgrado en biología integrativa en Berkeley.
Sin embriaguez, pero con exposición constante
El consumo de frutas fermentadas se da de manera gradual a lo largo del día, por lo que los chimpancés no muestran signos de intoxicación. De hecho, según los investigadores, para que un chimpancé se embriague, tendría que comer tal cantidad de fruta que su estómago se llenaría antes de alcanzar niveles de alcohol peligrosos.
Aun así, la exposición crónica a bajos niveles de etanol resulta significativa. Para Robert Dudley, profesor de biología integrativa en la Universidad de California, investigador asociado del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales en Panamá, este patrón sugiere que los ancestros comunes de humanos y chimpancés también estuvieron expuestos a alcohol de forma cotidiana. “El consumo de etanol no es una rareza. Es parte de la dieta de muchos animales frugívoros, incluidos nuestros parientes más cercanos”, subrayó.
La hipótesis del “mono borracho”
El hallazgo refuerza una teoría que Dudley lleva defendiendo desde hace más de dos décadas: la llamada hipótesis del “mono borracho”. Esta propone que el apetito humano por el alcohol es una herencia evolutiva ligada a la preferencia ancestral por frutas maduras y fermentadas.
En 2014, Dudley incluso publicó un libro titulado El mono borracho: por qué bebemos y abusamos del alcohol, donde argumentaba que el interés humano por las bebidas alcohólicas surgió de esa exposición evolutiva. En aquel momento, su hipótesis fue recibida con escepticismo por parte de muchos primatólogos, que afirmaban no haber visto a los simios consumir fruta fermentada.
Pero con el tiempo la evidencia se ha acumulado. En Guinea-Bissau, se documentó recientemente a chimpancés alimentándose de frutas fermentadas. En 2016, un estudio de la Universidad de Dartmouth mostró que primates en cautiverio como los aye-ayes y loris preferían néctares con más alcohol. Y en 2022, Dudley colaboró con investigadores en Panamá para demostrar que los monos araña silvestres también consumen fruta fermentada y excretan metabolitos de alcohol en su orina.
Alcohol en otros animales
El fenómeno no se limita a los primates. A principios de este año, un artículo liderado por el mismo equipo de Berkeley reveló que 10 de 17 especies de aves analizadas presentaban metabolitos secundarios de alcohol en sus plumas, lo que indica que sus dietas incluían néctar, granos o insectos con etanol.
Según Dudley, la atracción por el etanol podría deberse a que su olor actúa como señal de alimentos ricos en azúcares y energía. “El alcohol también puede intensificar el placer de comer, como cuando los humanos acompañamos una comida con vino”, explicó. Además, el consumo compartido de frutas con alcohol podría jugar un papel en los vínculos sociales de varias especies.
Una investigación en el terreno
El trabajo de campo no fue sencillo. Desde 2019, Maro realizó expediciones tanto a Uganda como a Costa de Marfil. En Ngogo, los chimpancés suelen recolectar higos en las copas de los árboles, mientras que en Taï prefieren frutas caídas, como las del árbol Parinari excelsa, muy populares también entre elefantes.
El equipo recogió frutos recién caídos o sin mordidas, los almacenó y analizó con diversos métodos: desde alcoholímetros portátiles hasta cromatógrafos de gases y pruebas químicas de color. Todos confirmaron los niveles de etanol detectados.
Este verano, Maro regresó a Ngogo para dar un paso más: recoger muestras de orina de chimpancés dormidos en los árboles utilizando paraguas, con el fin de detectar metabolitos alcohólicos. También siguió a los grupos de chimpancés para recolectar frutas recién consumidas y medir su grado de fermentación.
Un legado compartido
El estudio no solo aporta datos inéditos sobre la dieta de los chimpancés salvajes, sino que también plantea interrogantes sobre la evolución humana. La exposición continua al alcohol en pequeñas cantidades pudo haber influido en la preferencia de nuestros ancestros por ciertos alimentos y, eventualmente, en el desarrollo cultural de bebidas fermentadas.
“Probablemente la atracción humana por el alcohol tenga un trasfondo evolutivo profundo”, sostuvo Dudley, quien insistió en que se necesita más investigación para comprender cómo este legado ancestral influye en la relación actual de los humanos con el alcohol.
En definitiva, lo que empezó como una hipótesis controvertida hoy encuentra cada vez más sustento científico: el gusto humano por el alcohol podría no ser un capricho cultural, sino una herencia biológica que compartimos con los chimpancés y otros animales frugívoros.