El duro camino a los Juegos Olímpicos: El sueño de Héctor que no pudo ser

París 2024

Contenido Exclusivo: El duro camino a los Juegos Olímpicos / Claudya Carolina Morales

Ciudad de Panamá/El próximo verano boreal, Panamá asistirá a los Juegos Olímpicos de Paris 2024 con la esperanza de colgarse alguna medalla y con ello derribar los 16 años de larga espera desde que Irving Saladino obtuvo la única presea de oro que hasta el momento ostenta el país en aquella histórica edición de Pekín 2008, cuando el ‘Canguro’ colonense eclipsó a todos sus rivales en el salto de longitud. Se espera que para esta justa clasifiquen al menos 10 atletas. Sin embargo, de entre todos ellos, habrá uno que no estará presente. No porque no se haya podido clasificar, sino porque el destino y una decisión que aún hoy sigue siendo inexplicable le arrebataron el sueño para el que se preparó toda su vida.

Cuando Héctor vio a Irving ganar la medalla de oro en Pekín, él apenas tenía 9 años y recién se iniciaba en la práctica del karate. Su madre lo inscribió en la escuelita de la Policía Nacional con la esperanza de que allí le inculcaran la disciplina que por entonces parecía estar ausente en la vida del travieso niño. Al ver al espigado saltador recibir su medalla dorada y escuchar retumbar el "alcanzamos por fin la victoria" en aquel enorme recinto deportivo, Héctor supo que él también quería convertirse en un gran atleta y ganar una medalla olímpica para su país, así como lo había logrado Irving.

Fue así que el pequeño niño pelirrojo empezó a viajar 25 kilómetros desde San Isidro, San Miguelito, hasta Ancón para recibir sus clases de karate semanalmente. Cuando mamá Elsa no podía acompañarlo, su hermana mayor se encargaba de llevarlo hasta la sede de la Policía Nacional. Cuando tuvo suficiente edad para viajar solo, se le permitió tomar el transporte público y hacer el recorrido por su cuenta. Aquella autonomía le habría dado la libertad de hacer cualquier otra cosa sin que su madre se diera cuenta, pero él nunca traicionó su confianza, y en cambio, asumió con mucha madurez la responsabilidad de cumplir con sus deberes. En parte porque estaba muy consciente de dónde provenía.

Nacido en el seno de una familia muy humilde, Héctor se crio en una casa de madera con piso de tierra en una comunidad del corregimiento de San Isidro, al noreste de la capital panameña. Cuando apenas tenía dos años, una terrible noticia golpeó a la familia de manera inesperada. Su padre les abandonó, dejando a su madre sola, sin ningún tipo de respaldo económico y con la titánica tarea de sacar adelante a sus siete hijos.

Pese a que su madre trabajaba día y noche como costurera, el dinero era muy limitado, por lo que Héctor «siendo el menor de los siete» se las ingenió para buscar oportunidades que le ayudaran a generar algo más de dinero. Así fue que empezó a reciclar latas, cobre, hierro y cualquier cosa que representara un “extra” para aportar al sustento familiar. Para él nunca existieron los lujos ni los privilegios.

Con el tiempo, aquella decisión de mamá Elsa de inscribirlo en la escuela de karate para que agarrara disciplina, surtiría efecto y en pocos años, Héctor pasó de estar en el grupo de los mal portados del salón, a ser un destacado estudiante con notables calificaciones. El karate no solo se convirtió en un deporte para él, sino también en un estilo de vida que le arraigó valores inquebrantables como el respeto, la cortesía, el esfuerzo, la solidaridad y el autocontrol.

Con 15 años y luego de vencer a todos sus rivales a nivel nacional, Héctor consigue clasificar a los Juegos Codicader del 2014, su primera competencia a nivel internacional. A partir de allí, su carrera despegaría de manera meteórica, convirtiéndose en uno de los atletas con mayor proyección dentro del ciclo olímpico tanto para la modalidad de kata como de kumite.

Contra viento y pandemia

Pero como todo camino hacia el éxito tiene sus dificultades, en el 2016, enfrentó el mayor desafío de su corta carrera que puso a prueba su fortaleza física y mental. Durante una competencia, Héctor recibió un fuerte golpe en la cabeza que lo dejó inconsciente por varios minutos. Tras someterse a una resonancia magnética y a un sinfín de estudios, los doctores determinaron que había sufrido un trauma craneoencefálico grave y que existía un alto riesgo de lesión permanente si seguía compitiendo, por lo que le recomendaron que se retirase. Aquello fue un balde de agua fría, que le dejó petrificado de imaginar que ya no podría representar a su país en la disciplina que tanto amaba. Pese a ello, Héctor se aferró a su fe y se propuso utilizar la adversidad a su favor.

Luego de un largo periodo de recuperación, regresó al tatami, ahora solo compitiendo en kata, una modalidad en la que no existe riesgo de lesión, puesto que los atletas compiten de manera individual realizando una serie de movimientos de brazos y piernas en la que van trazando el mapa de los pasos de un combate ejecutado con una técnica y precisión elevada.

En el kata, Héctor brilló como nunca. Dos años después de aquella lesión craneal, logró la medalla de plata en los Juegos Sudamericanos, fue campeón Panamericano Sub-21 y N°1 del ranking mundial de la categoría. En 2019, consigue la medalla de bronce en los Juegos Panamericanos de Lima al imponerse al ecuatoriano Andrés Tejada, en una tremenda exhibición de técnica, convirtiéndose así, en el primer karateca panameño en lograr una medalla en el mayor evento deportivo internacional multidisciplinario para atletas del continente americano. Con 20 años, se perfilaba como “la esperanza” de Panamá para los Juegos Olímpicos de Tokio.

Pero llegó la pandemia y el mundo se vio obligado a priorizar la salud de la humanidad a costa de todo lo demás, incluyendo el deporte, que se vio fuertemente golpeado tras la paralización de todos los eventos deportivos. Por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, los Juegos Olímpicos debieron aplazarse hasta el 2021.

En medio del drama social que supuso la crisis de salud pública provocada por la covid-19, el karateca volvió a recibir otro varapalo. Su sensei, el italiano Biagio Rodofile, único entrenador en Panamá con la suficiente expertiz para preparar al medallista, decidió no seguir entrenándolo por falta de pagos adeudados. 'Contra viento y pandemia', Héctor se preparó como pudo y confiando en su talento y disciplina, aptitudes que lo llevaron a posicionarse dentro de los mejores 15 de la premier league mundial de su disciplina, se presentó en el Torneo Clasificatorio de Karate Olímpico realizado en junio de 2021 en Francia con la esperanza de obtener uno de los tres boletos en la modalidad de kata.

En París se estrelló con la dura realidad. La accidentada preparación que tuvo y la nula posibilidad de foguearse a nivel internacional terminaron pasándole factura en un torneo donde solo tres karatecas de más de 100 aspirantes de todo el mundo se clasificaron a Tokio. Y así, siendo el atleta con mejor proyección de Panamá, Héctor se quedó con la miel en la boca.

Debut y despedida

Aunque quedarse sin ir a Tokio significó una tremenda decepción, el karateca guardaba la esperanza de lograr un ciclo olímpico igual de exitoso durante los siguientes cuatro años con el objetivo de alcanzar el boleto a París 2024. Pero nada más finalizados los Juegos de Tokio, el Comité Olímpico de Francia anunciaba la exclusión del karate, el béisbol y el softbol del programa olímpico para darle entrada al breakdance y mantener el skateboarding, el surf y la escalada, disciplinas poco convencionales que han revolucionado la industria del deporte y que se han convertido en objeto de deseo del COI en su afán por atraer nuevas audiencias a la máxima justa deportiva.

Sin embargo, la sorpresa de los atletas fue aún mayor cuando se confirmó que Los Ángeles 2028 tampoco tendrían al karate dentro de su programa olímpico, por lo que Tokio tristemente se convirtió en el debut y la despedida de este arte marcial.

Al igual que pasó cuando sufrió aquel golpe en la cabeza, esta decisión le atravesó el corazón a Héctor de la forma más dolorosa. No podía entender cómo una disciplina tan milenaria basada en una filosofía de vida y practicada por millones de personas en el mundo haya quedado fuera los Juegos Olímpico. ¿Cuál era la razón para tan abrupta decisión?

Según la Carta Olímpica de 1978, para que un deporte sea reconocido como olímpico debe cumplir con una serie de criterios, entre ellos, poseer una federación internacional, acogerse al código mundial antidopaje y ser reconocido en al menos 75 países de cuatro continentes. El karate cumple ampliamente con estos criterios. Entonces, ¿por qué no forma parte del programa? Las razones parecen implicar mucho más que criterios.

Para Héctor y para las dirigencias federativas todo radica en un tema económico y en cómo los Juegos Olímpicos pueden generar muchos más ingresos en términos de patrocinadores y venta de derechos de transmisión a través de los deportes que conforman el programa olímpico. Para ello, el COI se dio a la tarea de modernizar el evento deportivo para atraer a un público más joven, y lo hizo dándole cabida a disciplinas como el baloncesto 3x3, el BMX, el skateboarding y el surf. No obstante, detrás de esa nueva cultura juvenil a la que apuesta el COI se encuentra un factor económico lo suficientemente pesado como para excluir a deportes que no sean “atractivos” para la audiencia.

De acuerdo con Damaris Young, presidenta del Comité Olímpico de Panamá, es la sesión del COI la que al final decide cuáles son los deportes que van a entrar a los Juegos Olímpicos, aunque reconoce que la comercialización del evento juega un papel importante puesto que de ello depende la financiación de los juegos.

"Al final, más allá de los requisitos, depende mucho de cuál es el interés del país que es sede. En este caso París propuso específicamente deportes que para ellos son relevantes, así como Los Ángeles propuso Lacrosse y Flag Football, que a nosotros nos conviene porque tenemos excelentes resultados deportivos a lo largo de la historia".

Así como la vida misma que se trata de superar obstáculos y adaptarse a los desafíos conforme avanza el camino, Héctor y todos los demás atletas tendrán que aceptar que no siempre los sueños terminan cumpliéndose, máxime si para lograrlos dependen de decisiones externas.

"Los juegos olímpicos para deportes como el karate es como decir el campeonato mundial para el fútbol. Para el fútbol, no es lo mismo juegos olímpicos. que le interesa menos, que un mundial... Para el karate los juegos olímpicos es el máximo y duele demasiado saber que no podremos cumplir el sueño para el que llevamos preparándonos toda la vida", nos dice Héctor con una sonrisa que denota decepción.

El daño emocional causado por las redes sociales

Clasificar a unos Juegos Olímpicos es quizás la empresa más difícil para cualquier atleta que practique una disciplina individual o colectiva. En la gran mayoría de los casos, los atletas dedican prácticamente toda su carrera deportiva a buscar el tan ansiado boleto a la justa olímpica y no lo consiguen. Otros, logran clasificar no sin antes invertir una enorme cuota de sangre, sudor y lágrimas a cambio de vivir la experiencia olímpica como meros participantes. De todos ellos, solo un reducido grupo con extraordinarias capacidades físicas y mentales superan todas las barreras y obstáculos para bañarse en oro, plata o bronce.  

Se estima que solo el 1% de todos los atletas en el mundo logra llegar a los Juegos Olímpicos, y de ese 1%, apenas el 10% obtiene una medalla.

Pertenecer a ese minúsculo grupo de atletas de alto rendimiento también conlleva una carga emocional excesivamente pesada debido a la presión a la que son sometidos en su afán por conseguir buenos resultados. Antes, los atletas se enfrentaban a la crítica de la prensa especializada y a las exigencias de sus entrenadores. Pero ahora, nuevos frentes aupados por el desarrollo de la tecnología se han convertido en terreno hostil hasta para el más grandioso y exitoso deportista.

Con la explosión de las redes sociales, el acoso cibernético que reciben los deportistas se ha exacerbado a niveles alarmantes. El anonimato de estas permiten que personas sin rostros y sin escrúpulos desacrediten, ofendan y minimicen los resultados de quienes no lleguen en primer lugar o queden eliminados, sin siquiera valorar que el solo hecho de estar en competencia implica una enorme cuota de sacrificio.

Diego Castillo, exnadador olímpico de Panamá que participó en los Juegos de Londres 2012 confiesa que cayó en un hueco negro previo a su retiro por las constantes críticas que recibía de personas que ni siquiera conocía por sus resultados “insatisfactorios”. Para él, las redes sociales son un arma de doble filo que en el peor de los casos terminan ocasionando heridas devastadoras en la salud mental de los atletas.

Desde insultos, burlas, memes y hasta amenazas de muerte por haber fallado un gol, perder un partido, quedar eliminado en primera ronda o no haber logrado una medalla, son ataques cada vez más comunes con los que tienen que lidiar los deportistas profesionales en redes sociales. Un problema al que también se enfrentan periodistas, activistas por los derechos humanos, mujeres, personas LGBTIQ, minorías y todo aquel que por distintas razones se convierta en objetivo de quienes participan del ciberacoso.

“Un estudio realizado en Suramérica reveló que 4 de cada 10 deportistas de alto rendimiento sufren de ansiedad y menos del 50% recibe asistencia de algún psicólogo/a deportivo”.

La cuestión es que la violencia en muchos casos se transforma en un fenómeno peligroso como la humillación pública, un tipo de tortura que busca menoscabar la dignidad del ser humano apuntando al desequilibrio emocional y mental.

Frente a este escenario y buscando un marco legal para la protección de la salud mental de los deportistas, el Comité Olímpico de Panamá logró que el pleno de la Asamblea Nacional aprobara en julio de 2023, el proyecto de Ley 720 que promueve el Deporte Seguro a nivel nacional. La Ley tiene como objetivo la prevención, prohibición y sanción a las conductas de abuso, acoso, violencia, ya sea física, sexual, psicológica, económica o digital, hostigamiento y cualquier otra forma de discriminación o maltrato en el deporte y en todas sus disciplinas. No obstante, cinco meses después de aprobarse en la Asamblea, aún espera la sanción del presidente Laurentino Cortizo.

El rostro de la depresión y las agresiones en línea

La leyenda de la natación Michael Phelps, máximo ganador de medallas en la historia de los Juegos Olímpicos, estuvo al borde del suicidio tras enfrentar una severa crisis de salud mental. El hombre que destrozó todos los récords posibles que se hayan conseguido en una pileta estuvo a punto de claudicar debido a la presión que la sociedad impuso sobre sus hombros por ser el mejor de la historia.

Simone Biles, la gimnasta más laureada de todos los tiempos sorprendió al mundo tras anunciar su retiro de las pruebas de salto y barras asimétricas en plenos juegos de Tokio, pese a que era ampliamente favorita a revalidar sus medallas de Rio 2016. La razón, simplemente ya no podía con su cabeza y la presión que le generaba tener todos los focos sobre ella. Poco tiempo después revelaría ante el Senado de los Estados Unidos que fue víctima de abuso sexual a manos de Larry Nassar, el médico del equipo nacional de gimnasia condenado a más de 40 años de prisión por abusar y agredir sexualmente de decenas de niñas y adolescentes.

Naomi Osaka, la extraordinaria tenista japonesa número dos del mundo y ganadora de cuatro Grand Slam con apenas 23 años, se vio obligada a retirarse temporalmente del circuito profesional tras caer en una severa depresión causada por el agobio emocional provocado por las altas exigencias del deporte de élite. Osaka, la atleta femenina mejor pagada del mundo, confesó que sus peores crisis llegaron después de conquistar algunos de los mayores éxitos de su carrera.

Un estudio realizado por la organización Unidos Contra los Abusos en Línea (UADA por sus siglas en inglés) reveló que, de 73 federaciones internacionales deportivas consultadas, entre ellas, la FIFA (fútbol), World Athletics (atletismo), UCI (ciclismo), ITF (tenis) y el Comité Olímpico Internacional (COI), el 95% considera que las agresiones en línea pueden llevar a un deportista a dejar su carrera. Nico Williams, delantero del Athletic Club de Bilbao de la Liga española decidió clausurar sus redes sociales por la avalancha de críticas ofensivas e hirientes que recibió tras fallar varias ocasiones claras en un partido de la Copa del Rey. En el caso del futbolista, su raza y color de piel sumado a los errores cometidos, exacerbaron el odio en su contra.

Los atletas son especialmente vulnerables a la presión y el estrés que generan las competencias, las expectativas de los demás y el deseo por ser "el mejor". Si no es bien manejado pueden terminar afectando la confianza, la concentración y la motivación.

Más allá de las capacidades

Desde que Panamá participó en sus primeros Juegos Olímpicos en Amberes 1920, 93 atletas panameños han participado de la justa deportiva, y de ellos, solo dos lograron alcanzar el podio de medallas. El primero, Lloyd Barrington La Beach, medalla de bronce en los 100 y 200 metros planos en Londres 1948, e Irving Saladino, medalla de oro en el salto de longitud en Beijing 2008. Tres medallas en cien años, una gesta que en sí misma describe lo complejo y difícil que es el camino hacia el olimpo deportivo.

Llegar al pináculo va más allá del talento y las capacidades. Factores demográficos, socioeconómicos, estructurales y de inversión pública, constituyen un peso muy importante para definir el futuro de cada atleta en su ambición por convertirse en el mejor de su disciplina. Prueba irrefutable de ello es Estados Unidos, el país más ganador de medallas olímpicas desde 1896 cuando se instauraron los Juegos Olímpicos de la modernidad. Desde entonces, se han realizado 28 ediciones en las que el país norteamericano acumula más de 3,000 medallas. Detrás de ellos, a una distancia bastante considerable aparecen Alemania y la antigua Unión Soviética con poco más de 1,200 preseas. Más atrás, se encuentran Francia y Gran Bretaña como los únicos países que superan la barrera de las 1,000 medallas.

No es extraño que estas potencias de primer mundo dominen el medallero histórico, puesto que para ellos el deporte representa uno de los pilares en el que se sustenta su desarrollo como nación, por ello destinan miles de millones de dólares con el fin de “crear” deportistas de alto rendimiento. En Latinoamérica en cambio, la historia es diferente, especialmente en aquellos países donde la inversión pública en deporte no representa ni el 5% del Producto Interno Bruto. Aun así, países como Brasil, México, Chile, Argentina, Colombia, y Cuba hacen grandes esfuerzos por proveerles a sus atletas los recursos necesarios para que puedan competir a esos niveles.

Pero proveer no depende únicamente de la capacidad financiera de cada país, sino también de la voluntad política para implementar políticas públicas que estimulen el desarrollo del deporte. En el caso de Panamá, para el año fiscal 2023, Pandeportes solicitó un presupuesto de 202 millones de dólares, de los cuales utilizaría 151 para inversión y 51 para funcionamiento. Sin embargo, el Ministerio de Economía y Finanzas le asignó solo 76 millones de dólares, recortándole poco más de 126 millones. Esto representa apenas el 0.25% del presupuesto general de la nación que este año ascendió a más de 30 mil millones de dólares, el más alto en la historia del país.

Con un presupuesto de tal magnitud, más grande que cualquiera de sus vecinos centroamericanos y de incluso algunos países de Sudamérica, Panamá bien podría estar a la altura de Brasil, México, Chile o Argentina en términos de resultados deportivos, en la medida en que su desarrollo se convierta en un eje transversal y equitativo que impacte sobre todos los sectores de la sociedad.

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