Psicosis colectiva

Ciudad de Panamá
Ciudad de Panamá / Cortesía
Adolfo Berríos
04 de octubre 2021 - 17:12

Un wendigo es alto como un árbol, delgado como un hueso, y con un hambre más grande que la planilla de un diputado corrupto.

Cuenta la leyenda que el primer wendigo nació en una aldea de Norteamérica que padecía una terrible hambruna. El wendigo vio morir lentamente a toda su familia y amigos. Finalmente, solo quedó él. Desesperado, hizo lo único que le quedaba por hacer para no morir de hambre.

Empezó a comer.

El término psicosis de wendigo fue acuñado en el Siglo XX, y se refiere a una extraña enfermedad que ocurre solo entre pueblos originarios de Estados Unidos y Canadá. La persona desarrolla un incontenible deseo de consumir carne humana. A veces lo consuma, otras veces logra contenerse, pero nunca desaparece.

Un día descubrí que en Panamá también hay wendigos. Les decimos “Padres de la Patria” (aunque hay hombres y mujeres). Les gusta vestirse de blanco y viven guiados por su insaciable hambre de poder, consumiendo a todos los panameños y panameñas, nuestro dinero, nuestro optimismo, nuestra confianza en una democracia funcional.

La psicosis que recorre las venas de nuestro país una enfermedad crónica, y como bien saben los pacientes del Seguro Social, no estamos bien equipados para enfrentarnos a este tipo de males.

Cuando los wendigos acaban por devorar toda la esperanza del pueblo, la locura se vuelve colectiva, y darle el poder a un loco mayor parece tener sentido. Un nuevo gran monstruo es ungido para devorar a los monstruos que residen en los órganos del Estado. A veces se llaman Chávez, Bukele, Trump, Bolsonaro, Xi Jinping, etc...

Los discursos varían, algunos son zurdos, otros son diestros, todos tienen un hambre infinita por devorar al prójimo.

Los anishinabek del norte cuentan historias de héroes, cazadores de wendigos que con su astucia e ingenio mantenían a salvo a la comunidad.

Ya esos héroes no existen. Fueron juzgados por el homicidio de posibles pacientes mentales bajo la ley estadounidense y canadiense.

La dura realidad es que no hay héroes que vengan a salvarnos. Los que dicen serlo, suelen ser monstruos vestidos con otra piel.

Cambiar diputados o presidentes por tiranos o militares no cambia el hecho que somos una aldea padeciendo hambruna de justicia.

En Panamá vivimos como niños bajo el cuidado de una niñera malvada. Creemos que si las cosas se ponen muy malas, papá Estados Unidos va a intervenir. A veces refunfuñamos, pero la niñera mala se sigue comiendo todo lo rico de la nevera.

Vivimos con un wendigo dentro de nuestra propia casa.

¿Cómo lo matamos?

Esa no es la pregunta. El wendigo nace del hambre. Y antes de ser un monstruo, era una persona común y corriente como tú o como yo.

El hambre es eterna.

Siempre habrá monstruos que nos quieran gobernar, siempre tendrán un apetito voraz.

No los podemos matar (no sin convertirnos nosotros en monstruos) pero no tenemos porqué dejarnos devorar.

En Panamá hay marcha de neo civilistas, marchas del pueblo, marchas por la vida, marchas por los derechos humanos… y muchas no quieren que las asocien con las demás.

¿Quién organiza? ¿De qué color es la camisa? ¿Cuánto dinero tienen los que protestan? ¿Son revoltosos?

Mientras pensamos pendejadas, los Wendigos de la Patria y los wendigos del Ejecutivo nos siguen devorando.

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