Cómic cuenta la dura vida en La Habana de una 'gringa' en plena revolución
La ilustradora germano-estadounidense Anna Veltfort cuenta cómo descubrió el amor, su orientación sexual y también el insoportable acoso de La Habana en los primeros años de la Revolución en una novela gráfica que presentará hoy en Miami.
El cómic "Adiós mi Habana", publicado por la española Editorial Verbum, recrea el ambiente creado por los barbudos de Castro cuando el régimen se estaba instalando en el poder.
En una entrevista con Efe, la autora explica que dejó Cuba en 1972 después de haber vivido allí diez años y se instaló en Nueva York, donde sus amigos la animaron a escribir sus memorias.
"Hacerlo como una novela gráfica se me ocurrió sobre el año 2007 y comencé a 'meterle mano' en el 2008", señaló.
Por circunstancias de la vida, esta artista, nacida en Alemania en 1945 pero traída de niña a los Estados Unidos, llegó con 16 años a una Cuba en los albores de una revolución comunista "que pintaba muy bien".
"Mi padrastro norteamericano, comunista, y veterano de la Guerra Civil española, decidió ofrecer sus servicios al nuevo gobierno revolucionario", recuerda Veltfort, quien ahora aterriza en Miami por primera vez en su vida para reencontrarse con su pasado.
Nunca mejor dicho porque en esta ciudad puede hallarse aún viva parte de la historia que "la gringa" narra.
Desde la llegada de Veltfort y su familia a La Habana en 1962 hasta su partida diez años más tarde transcurren muchas situaciones no siempre agradables.
La ilustradora asegura que allí encontró "cómo se es joven", descubrió el amor y disfrutó "de joyas de la cultura tales como el guaguancó, el filin y las grandes divas de la música de cabaret".
También descubrió su homosexualidad en aquel estado totalitario que odiaba a los gays y fue sometida a un juicio casi sumario por ello.
Buena parte de las páginas de Veltfort están dedicadas a las UMAP (Unidades Militares de Apoyo a la Producción), un proyecto de campos de concentración en los cortes de caña de azúcar que el castrismo ensayó para "reeducar" a los "desviados" ideológicos y sexuales.
"En el terreno político recorrí ese camino desde la aceptación incondicional e incuestionable", dice Veltfort ahora.
"Estaba muy ilusionada. Mi padrastro nos presentó a Cuba como un paraíso, el futuro de la humanidad, y a nosotros se nos ofrecía el honor de participar", argumenta la ilustradora.
"En el transcurso de los 10 años que viví allí, tuve abundantes oportunidades de perder ilusiones, pero no las perdí todas porque siempre está el amor y las amistades de por vida", reflexiona.
Veltfort, creadora además de "El archivo de Connie", un blog en internet con documentación gráfica sacada de Cuba, estudiaba Historia del Arte cuando fue "sorprendida" con una amante en el Malecón de La Habana, y eso le costó caro.
Unos policías de civil las golpearon, arrestaron y luego ocurrió el juicio, como se puede apreciar en sus dibujos, llenos de hombres vestidos de verde olivo que ostentaban mucho poder.
Tirando de un "flash back" asombroso por los detalles, en "Adiós mi Habana" Veltfort muestra de paso la majestuosa arquitectura de la ciudad, junto al nuevo estilo bolchevique que las instituciones y la sociedad misma imponían.
Aparece Fidel Castro en su "jeep" soviético descapotable, con el que rondaba las calles como un redentor, en aquellos años de algarabía y fiesta pero también de persecución de la libertad individual.
Aparece además Irwin Allen Ginsberg, el poeta estadounidense de la Generación Beat que visitó Cuba por aquel tiempo.
En el cómic el poeta pregunta a un cubano por la emancipación sexual en la isla y este le responde con otra duda: "Cuéntenos de los Beatles", que por aquellos años estaban prohibidos oficialmente en Cuba.
Pero Veltfort se llevó algo más que desilusiones.
Ese "camino largo", como ella prefiere identificar su estadía en Cuba, también le dejó satisfacciones.
"El calor íntimo de varias familias que me acogieron como hija; una educación sólida en el preuniversitario y en la Universidad de La Habana", puntualiza.
"En el terreno político, como ya he dicho, obtuve allí una aceptación incuestionable de la realidad, así como de la naciente y luego creciente desilusión. Fue un camino largo".