Perú reúne el mayor tesoro de plata de los Andes
Con un valor difícil de calcular, el mayor tesoro de plata de los Andes se puede contemplar en Perú en una exposición de más de 350 piezas, algunas de ellas únicas, que hace un repaso de 400 años por la tradición de la platería andina, desde las civilizaciones que precedieron a los incas hasta el siglo XX.
La muestra, titulada "Plata de los Andes" se encuentra en el Museo de Arte de Lima (MALI) desde el 18 de julio hasta el 28 de octubre, y es la mayor de su tipo jamás realizada antes, destacó a Efe su curador, Ricardo Kusunoki, a cargo de la muestra junto al historiador Luis Eduardo Wuffarden.
Muchas de las históricas piezas se exhiben por primera vez al público general, pues proceden de colecciones eclesiásticas, estatales y privadas de todo el país, especialmente de Lima, Cusco y Arequipa.
"Reunirlas todas ha sido un proceso sumamente complejo. Creo que la exposición es un momento excepcional para observar piezas de gran calidad que por lo general no se pueden ver", valoró Kusunoki, curador asociado de arte colonial del MALI.
En la muestra hay orfebrería prehispánica, objetos litúrgicos coloniales, platería de uso civil, joyas y trajes republicanos de danzantes.
Hay suficiente plata como para recordar lo que fue el rescate de Atahualpa, el último inca, secuestrado por los conquistadores españoles en el siglo XVI y por cuyo rescate se pagaron más de 6 toneladas de oro y cerca de doce toneladas de plata.
Como parte de ese rescate se entregaron muchos objetos considerados de idolatría, que fueron destruidos masivamente y el valor simbólico de los metales se perdió al ser transformado en lingotes y monedas, lo que fue un punto de quiebre para la economía de occidente.
"El Perú de alguna forma ingresa en la imaginación universal con el rescate de Atahualpa y la aparición de este imperio muy rico, siempre asociado a metales preciosos", recordó Kusunoki.
Algunas de las piezas de plata que se han logrado conservar de la actualidad están incluidas en la muestra, como máscaras, keros (vasos ceremoniales) y tupus (alfileres), pertenecientes a la civilización tiahuanaco, que habitó en torno al lago Titicaca, y los chimú, el imperio de la costa norte que precedió a los incas.
De la época colonial destacan ya los objetos católicos, entre ellos los retablos y las custodias que rodean un gran mapa donde se dibuja la ruta de la plata de Potosí, el mayor yacimiento mundial de ese metal precioso en su momento, cuando fue descubierto en 1545 en el territorio que actualmente pertenece a Bolivia.
A su costado llama la atención un brazo metálico, una pionera prótesis que perteneció a Melchor Portocarrero, virrey de Nueva España y luego de Perú, apodado 'Brazo de Plata' por su metálica extremidad que reemplazaba a la perdida en 1658 en la batalla de las Dunas de Dunkerque, que puso fin a la guerra de los Treinta Años.
No obstante, una de las piezas más espectaculares es un pelícano forjado a tamaño real en el siglo XVIII que sirve de depósito eucarístico en el Monasterio del Prado para las congregación de religiosas agustinas "Hijas del Santísimo Salvador".
La imponente escultura representa a un pelícano que se picotea el pecho para alimentar a su polluelo, una escena descrita en los bestiarios medievales que servía como alegoría del sacrificio de Cristo, y cuyas representaciones en la zona andina adquirieron proporciones monumentales.
No menos espectacular es el ajuar de la Virgen de Cocharcas, un traje de placas de plata hecho a finales del siglo XVIII que viste a una de las imágenes de mayor devoción en Lima, y cuya exhibición en esta muestra es un evento muy excepcional, pues actualmente ya no es adornada con esa inédita vestimenta.
También reluce brillante el traje completo de una cuadrilla de danzantes utilizado antiguamente durante las festividades del Corpus Christi en Bolivia, de los que ya quedan muy pocos, y prestado en esta ocasión por el Museo Oro del Perú, de la Fundación Miguel Mujica Gallo.
La exposición, patrocinada por el Banco de Crédito del Perú (BCP), se completa con objetos de menor tamaño, aunque no de menor valor por la finura de los trabajos, incluso cuando se trata de objetos cotidianos y vulgares como una bacinica.