Murillo, la excéntrica primera dama que arenga paz en medio de la crisis
Hay alguien que genera tanto o más rechazo que el presidente Daniel Ortega en una parte de la sociedad nicaragüense: su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, una mujer excéntrica que a diario profesa mensajes de paz y amor pese a la grave crisis que vive el país, que deja ya al menos 200 muertos.
Durante la primera fase de las protestas antigubernamentales, los manifestantes se afanaron en derribar los llamados "árboles de la vida", unas enormes estructuras de color que recuerdan al cuadro del pintor Gustav Klimt.
Fueron instalados hace unos años por orden de Murillo, a quien popularmente se conoce como la "Chayo", y según la prensa local cuestan cerca de 30.000 dólares cada uno. Nadie conoce su verdadero significado y se calcula que hay más de un centenar en Managua, de los cuales al menos una decena fueron tumbados.
"Se gastó millones en los 'chayopalos' y los jóvenes se apresuraron a botarlos como rechazo al régimen. Es la prueba máxima del repudio que la gente siente hacia ella", indicó a Efe la novelista y exguerrillera Gioconda Belli, que participó junto al tándem Ortega-Murillo en la revolución sandinista que derrocó a la dictadura de la familia Somoza en 1979.
Nacida en la capital en 1951, poetisa y sobrina lejana del héroe nacional Augusto Sandino, Murillo lleva más de cuarenta años a la sombra de Ortega, a quien conoció en el exilio y con quien tiene 9 hijos, varios de los cuales controlan los medios oficiales, así como las compañías estatales de distribución de petróleo.
Cuando Ortega retornó al poder en 2007, tras encabezar años atrás el Gobierno que siguió a la dictadura, Murillo pasó a liderar el Consejo de Comunicación y Ciudadanía y desde entonces es la cara y voz del gobierno.
En las elecciones de 2016 se convirtió además en vicepresidenta y en la mujer más poderosa de Nicaragua.
"No la quieren ni en el Frente Sandinista de Liberación de Nacional", el partido oficial, afirmó a Efe un aguerrido taxista que se define como sandinista pero "antiorteguista".
Los mensajes de la vicepresidenta sobre la crisis que azota Nicaragua, la más sangrienta desde la década de 1980, han contribuido a denigrar todavía más su imagen entre la población que desde el pasado abril se juega la vida en las barricadas para pedir su salida y la de su esposo.
Las televisiones oficiales saben que en cualquier momento a partir del medio día tienen que cortar su programación y emitir un mensaje grabado por Murillo, en el que hay espacio para todo: medioambiente, salud, economía, meteorología y, sobre todo, mucha religión, mucha paz y mucho amor.
"Siempre me llamó la atención su capacidad para mentir y tener dos caras. Cuando tomó el control de las campañas de Ortega, empezó a 'pasarse en limpios', como decimos en Nicaragua, es decir, empezó a hacerse la religiosa y a hablar de Dios. Una mujer que jamás lo fue y que de repente es la Madre Teresa de Calcuta", ironizó Belli.
Los últimos discursos que mayor impacto han tenido entre la opinión pública los ha pronunciado después de dos cruentos acontecimientos: la brutal represión policial en la marcha de la madres de los jóvenes asesinados y la muerte de varios miembros de una familia durante un incendio supuestamente provocado por paramilitares afines al Gobierno.
En ellos recita frases de la Biblia, califica las masacres de "prácticas satánicas" y "espectáculo dantesco de odio", y se ofrece a "renacer a la vida junto a todas las familias nicaragüenses", "recuperar paz y sonrisas en los rostros" y "levantar Nicaragua con amor y fe", entre otras muchas cosas.
"Tiene una gran necesidad de poder y es muy mesiánica. Cree que está haciendo lo mejor por el pueblo", agregó la autora de "La mujer habitada", quien recordó además que Murillo apoyó a Ortega cuando su primogénita acusó al mandatario de haber abusado de ella de niña, un caso que finalmente fue archivado por la justicia nicaragüense.
Sus mayores opositores dicen que está "embrujada" y lo justifican no solo por sus mensajes y creencias esotéricas, sino también por su aspecto extravagante, en el que no faltan varios anillos en cada dedo, infinidad de pulseras, gafas de estilo hippie y ropas coloridas y vaporosas.
"Esa señora ha hecho un pacto con el diablo y quiere entregarle la vida de 666 jóvenes para seguir en el poder", dijo a Efe un joven encapuchado tras un retén de adoquines en Managua.