Aumenta la cólera en Rusia por represión de opositores, a horas de la visita de Josep Borrell
La sociedad civil y los medios de comunicación rusos mostraron su disgusto por la dura represión reservada a los partidarios del opositor Alexéi Navalni, un tema que centrará la visita a Moscú del jefe de la diplomacia europea, Josep Borrell.
El responsable europeo, que aterriza el jueves por la noche, tiene previsto reunirse el viernes con el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, en un encuentro que se anuncia difícil, ya que Moscú ha calificado de "injerencia" las recientes críticas europeas sobre la gestión del caso Navalni.
El activista fue condenado el pasado martes a purgar una pena de dos años y ocho meses de cárcel por no haber respetado un control judicial que data de 2014.
Navalni, que lleva años denunciando la corrupción de las autoridades rusas y se ha convertido en un enemigo jurado del presidente Vladimir Putin, cree que el gobierno ruso intenta silenciarlo, meses después de haber sobrevivido a un envenenamiento que él atribuye al Kremlin.
Este jueves en Rusia, redacciones de medios de comunicación y oenegés denunciaron la represión brutal que se ejerció contra quienes protestaron en estos días en las calles en solidaridad con el opositor.
Estas manifestaciones se saldaron con 10.000 arrestos y una violencia policial plasmada en imágenes que han recorrido las redes sociales.
El portavoz del Kremlin, Dmitri Peskov, consideró el miércoles que la reacción de la policía se "justificaba".
Este jueves, varios medios rusos criticaron el encarcelamiento del redactor jefe de la página de información Mediazona por un retuit sobre una manifestación no autorizada en favor de Navalni.
El diario Kommersant denunció en una tribuna el encarcelamiento de Serguéi Smirnov como un "intento de intimidar a los demás periodistas" y exigió su puesta en libertad inmediata, igual que una veintena de medios nacionales y regionales.
Violencia "desmedida"
"El hecho de que se trate de una protesta ilegal y no autorizada no justifica recurrir a la fuerza de manera desmedida", denuncia Kommersant, cuyo propietario es sin embargo un empresario cercano al Kremlin.
Pero las autoridades rusas parecen hacer oídos sordos ante las críticas internas y extranjeras.
El portavoz del Kremlin dijo que Rusia estaba dispuesta "a todo" para mejorar las relaciones con la Unión Europea (UE), pero no a "escuchar consejos".
Consciente de los límites de su visita, el ex canciller español ya dijo que no se hace ilusiones, aunque sí confía en poder ver a Navalni en la cárcel.
"Borrell no conseguirá nada, eso es seguro. Putin nunca mostrará ningún signo de debilidad", dijo a la AFP Alexéi Malashenko, experto del Instituto de Investigación del Diálogo entre Civilizaciones.
Las relaciones entre Bruselas y Moscú se han caracterizado por una permanente tensión desde 2014, a raíz del conflicto en Ucrania, y se han agravado por divergencias en la forma de afrontar las crisis en Bielorrusia, Siria, Libia y el Cáucaso.
El caso de Navalni, que tras su envenenamiento fue trasladado a Alemania, donde convaleció varios meses, ha sido el último capítulo de estos desencuentros.
La UE ya ha sancionado a varios funcionarios rusos por su presunta participación en el intento de asesinato de Navalni y Moscú, en señal de reciprocidad, también adoptó sanciones contra diplomáticos europeos.
Relaciones "complejas"
"Son relaciones complejas y hay varios desafíos en el ámbito de la seguridad que se deben discutir", admitió Borrell, refiriéndose a los vínculos entre Europa y Rusia.
"Queremos desbloquear el diálogo (...) y hablar con franqueza de nuestras divergencias", dijo el portavoz del Kremlin este jueves.
Además de Navalni, el proyecto del gasoducto submarino Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania es motivo de discrepancias. Francia pide su abandono y la Comisión Europea no lo considera una prioridad.
"Que se suspenda el Nord Stream es un tema importante para Putin. Teme que ocurra", dice Malashenko.
Alemania quiere mantener el proyecto, pese a que Estados Unidos y varios países europeos, como Polonia, no apoyan este nuevo gasoducto, que reforzará el Nord Stream 1 ya en funcionamiento.
Estos últimos consideran que aumentará la dependencia de Alemania y la Unión Europea del gas ruso.