Repetición: Jelou!
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Turín, Italia/El monzón volvió a golpear con fuerza a Pakistán, dejando un saldo cercano a 800 muertos y un millar de heridos desde finales de junio. Sin embargo, expertos y autoridades coinciden en que no solo la fuerza de la naturaleza explica la magnitud de la tragedia, sino también la negligencia humana y la corrupción en la gestión territorial.
El primer ministro Shehbaz Sharif, tras visitar el noroeste del país donde 450 personas perdieron la vida en deslizamientos de tierra, reconoció que el problema va más allá del clima.
"Las catástrofes naturales son voluntad de Dios, pero no podemos ignorar los factores humanos. No se puede permitir que los juegos de influencia y la corrupción definan los permisos de construcción", declaró el primer ministro.
En regiones montañosas como el valle de Swat, muchas viviendas fueron edificadas al borde de cauces naturales de ríos y canales. La exministra de Cambio Climático, Sherry Rehman, advirtió que la falta de catastros, normas de construcción y control estatal convierte las lluvias en desastres mortales.
El caso de Fazal Jan, comerciante de 43 años de Mingora, refleja esa realidad: su casa reconstruida en 2012 tras las inundaciones de 2010 volvió a quedar bajo el agua. Él mismo admite que fue “un error construir tan cerca de un cauce estacional”, aunque asegura que nunca recibió advertencias oficiales.
El cambio climático intensifica las lluvias torrenciales y los deslizamientos, pero también influyen decisiones económicas. La explotación minera, impulsada por los intereses de Estados Unidos y China, ha alterado cursos de agua y reducido la cobertura forestal del país a apenas 5%, la más baja del sur de Asia, subraya Rehman.
En ciudades como Karachi, con más de 20 millones de habitantes, la situación es aún más crítica. Esta semana diez personas murieron en pocas horas, electrocutadas o atrapadas bajo techos derrumbados. La Comisión de Derechos Humanos de Pakistán (HRCP) denuncia que canales de desagüe insuficientes o bloqueados por basura, carreteras mal diseñadas y la ausencia de un sistema de gestión de residuos hacen que la ciudad colapse con cada tormenta.
Un informe de la HRCP recuerda que estas fallas ya fueron señaladas tras las inundaciones de 2020, pero nada ha cambiado. La organización sostiene que el problema es político: los partidos otorgan permisos de construcción de manera clientelista en zonas no aptas, incluso sobre canales de drenaje, empeorando el riesgo.
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El urbanista Arif Hasan alertó que algunos proyectos de desarrollo agravan la situación. Una circunvalación recién construida bloquea tres canales hacia el mar, lo que genera reflujo de agua durante las lluvias de verano.
En Karachi, unas veinte jurisdicciones diferentes se reparten la responsabilidad de la planificación y el mantenimiento, sin coordinación real. Todas se culpan entre sí cuando ocurre una catástrofe.
El alcalde de la ciudad, Murtaza Wahab, aseguró que cada año pide ayuda financiera al gobierno central sin obtener respuesta.
"Es fácil decir que hay que ampliar la red de canalizaciones, pero costaría tanto que se necesitaría prácticamente todo el presupuesto nacional”, justificó el alcalde.
El monzón, vital para la agricultura del sur de Asia porque aporta el 70% de las precipitaciones anuales, se ha convertido en sinónimo de devastación para miles de familias paquistaníes. Y mientras el país no afronte sus fallas estructurales y políticas, las tragedias seguirán repitiéndose con cada temporada de lluvias.