Evo Morales se la juega en el 2016

El presidente de Bolivia, Evo Morales.
El presidente de Bolivia, Evo Morales. / EFE
Efe
01 de enero 2015 - 09:25

El presidente de Bolivia, Evo Morales, se la juega en febrero próximo, cuando los bolivianos decidirán en referendo si le permiten presentarse a otra reelección, en un escenario adverso por los primeros despuntes de recesión y con el populismo latinoamericano en retroceso.

Los ciudadanos del país andino están llamados a una consulta popular el 21 de febrero, un mes después de que Morales celebre diez años ininterrumpidos en el poder que le han sabido a poco, pues si gana en el referendo y en los comicios de 2019, gobernará hasta 2025, sentando con dos décadas un récord de permanencia en el antaño volátil Palacio Quemado.

Se trata de la votación más arriesgada de Morales, ya que en esta ocasión no compite contra la débil y atomizada oposición boliviana, sino contra sí mismo.

El mandatario debe demostrar que su popularidad ha salido indemne de los escándalos de corrupción que han salpicado a su Gobierno en los últimos meses, de las acusaciones de autoritarismo por parte de la oposición y de la retirada de apoyo de varios sectores indígenas que antes fueron sus aliados.

Una de las papeletas más graves que ha encarado Morales en estos tiempos y que podrían influir en el resultado del referendo es la del Fondo Indígena, una institución que otorgó millonarias ayudas para al menos 200 proyectos de desarrollo indígena que nunca llegaron a ejecutarse.

El agujero económico ha sido cifrado en unos 14,6 millones de dólares.

El asunto se ha cobrado ya 24 víctimas políticas en el oficialismo, y aunque el Ejecutivo asegura que no le temblará el pulso a la hora de castigar la corrupción entre las filas del gobernante Movimiento al Socialismo, la imagen que ha llegado a la ciudadanía dista mucho de la "fotografía" impecable que conviene al presidente en las semanas previas al referendo.

Otra de las bazas que habría podido exhibir Morales para defender su permanencia en el poder es la del inédito despegue económico experimentado por el país desde su llegada a la Presidencia, con picos de crecimiento que han llegado a superar el 6 % anual.

Pero este éxito, sustentado en la nacionalización de los hidrocarburos y los elevados ingresos obtenidos por la exportación de gas a Brasil y Argentina, se tambalea ahora debido a la caída de los precios del petróleo, que se usan como indicadores para fijar las tarifas del gas boliviano.

Bolivia no ha escapado a la recesión augurada para toda Latinoamérica por organismos como la Cepal o el Fondo Monetario Internacional, unas previsiones que el Gobierno boliviano acogía con satisfacción cuando en años previos le eran favorables, pero que ahora pone en entredicho y califica de erróneas.

La merma de los ingresos estatales puede significar que el Ejecutivo se vea obligado a cerrar el grifo de las prebendas y subsidios con los que mantenía satisfechos a sectores afines al oficialismo.

Los bolivianos son, ante todo, pragmáticos con el bolsillo, y si ven afectado su bienestar económico no dudarán en darle la espalda a Morales, como ya hicieron con gobiernos anteriores.

En el contexto internacional, juega a favor del presidente su apuesta por convertir la controversia marítima con Chile en un asunto de Estado y darle la máxima difusión internacional: la decisión de llevar el asunto ante la Corte Internacional de Justicia no ha deparado a Morales otra cosa que parabienes de los ciudadanos.

Pero en el contexto latinoamericano el ambiente es otro tras los varapalos electorales sufridos por sus aliados en Argentina y Venezuela, a lo que se suma la decisión del ecuatoriano Rafael Correa de no presentarse a una nueva reelección.

El retroceso de los gobiernos del bloque bolivariano crea un clima poco favorable a la aspiración de Morales de llegar a celebrar dos décadas en el sillón presidencial.

Incluso la reanudación de las relaciones entre Cuba y Estados Unidos puede interpretarse como un ligero varapalo al mandatario indígena boliviano, enrocado en un permanente enfrentamiento con el "imperio", al que culpa de muchos de los males de su país.

En el apartado social, el gobernante acaba de hacer un guiño a las vapuleadas mujeres del país con más violencia machista de Latinoamérica al nombrar, por primera vez en la historia, a una mujer como miembro del alto mando de las Fuerzas Armadas.

Habrá que esperar a febrero para saber si este movimiento hace que las bolivianas olviden las frecuentes salidas de tono de corte machista de Morales y le otorgan su confianza para que siga en el poder.

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