Panamá perdió la sexta velocidad
Boston, Massachusetts (EE. UU.)
José Miguel Domínguez Flores
Enviado especial Copa Oro
Tengo que ser claro: la Selección de Panamá ha perdido fuelle, resistencia, garra y, lo que más duele, velocidad.
Luis Tejada ya no muerde como hace dos años… Blas, quizá nuestro delantero más en forma (pero con una edad considerable), no cuenta con el olfato de antaño. Gabriel Gómez, un futbolista con encanto en el mediocampo nacional, ya no se maneja en tiempo de crucero…
Y, a la hora de la verdad, esto pesa… y, tristemente, se ha visto en la Copa Oro 2015, cuando la Sele necesitaba el último despegue de esta gran generación de futbolistas.
No estoy descubriendo el agua tibia, pero la edad y el fuerte esquema de Hernán Darío Gómez (presionar, intensidad y tenencia de la pelota) ha pasado factura. ¿Cuál es la solución?
Se habla de relevo generacional, pero esto llega solo. Acelerar los procesos y los momentos también podría ser peligroso. El primer cambio que yo haría: no jugar con dos nueves fijos (Blas y Tejada), sino apostar por uno fijo de poste (caso Blas) y un ariete que presione la salida rival y que pueda servir a la contra (Arroyo o Gabriel Torres). El fútbol actual es de pura velocidad.
La Sele se coloca bien dentro del terreno; sin embargo, cuando tiene opciones de acabar el partido a la contra, ya que el rival está debajo en el marcador y se avienta con todo en ataque, falta velocidad para hilvanar jugadas letales y para acometer arreones de vértigo. Eso, falta vértigo.
Los equipos no nos temen en ese aspecto… ¿Será que nos ven flojos en ese apartado? Quizá…
Se sabe que falta pegada y efectividad. Se llega mucho, pero se convierte poco, y ese es un problema grave.
La sexta velocidad se ha perdido. Los cambios son necesarios ante Estados Unidos… ante Haití se perdonó; con Honduras, con un toquecito en contra del árbitro (pero no excusa total), se sufrió… y mucho.
Queda un partido, durísimo en todas sus parcelas, pero hay que jugarlo. Estados Unidos decidirá el destino nacional… Quizá estemos expuestos a una tormenta perfecta… escrito queda. Mentira no es y… punto y pelota…