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Indio Solari, el artista con poder de euforia que dejó muertos y heridos

La Justicia argentina investiga el concierto de Solari que dejó dos muertos

Los recitales del Indio Solar no tienen semejanza en América Latina. Son rituales al que cientos de miles de argentinos de todo el país asisten con la fidelidad y energía durante cada presentación.

El músico argentino, un ícono que suscita comparaciones con Perón y Maradona, se refería al caos que generó este esperado concierto, celebrado el sábado 11 de marzo, quizá el último que dé debido al Parkinson que le descubrieron a sus 68 años, y a los resultados que dejó: dos muertos, decenas de heridos y una consternación nacional por una tragedia para muchos esperable, según detalla una publicación de la BBC Mundo.

"Esto es una locura, ya no sabemos cómo llamarle", decía el Indio Solari, cuando despedía a las 350,000 personas que gritaron y lloraron al son de sus canciones este sábado.

Indio Solari- Fotografía de BBC Mundo
Indio Solari- Fotografía de BBC Mundo

Los conciertos, no en vano, se suelen llamar "misa ricotera", en referencia a la banda más famosa de Solari: Patricio Rey y los Redonditos de Ricota, baluarte del rock argentino en los 80 y 90.

Los recitales no son promocionados, ni son frecuentes, y se hacen en lugares recónditos del país: el de este sábado fue en Olavarría, un pueblo de 100,000 habitantes a 400 kilómetros de Buenos Aires capital.

Desde hace una semana, los ricoteros empezaron a llegar a Olavarría en buses, camionetas y a pie para llevar a cabo el ritual, que va mucho más allá del recital en sí.

Aunque el ambiente es festivo y familiar, el público ricotero es reconocido por hostil y los tragos y drogas son como leña en el fuego.

Las autoridades informaron que las dos personas fallecidas tras el concierto sufrieron paros cardiorrespiratorios traumáticos.

Y no es difícil imaginarse que en medio de una avalancha saltarina de cientos de miles de personas con tragos, sin agua y con la escasa presencia de personal de control, alguien sufriera un paro.

El espectáculo tenía boleto único (de unos US$50), por lo que moverse de un lado a otro era más sofocante que quedarse entre las masas.

Cada cinco minutos se oía de alguien desmayado. Las familias con niños, las personas de edad y los discapacitados estaban inmersos en el caos como cualquier otro.

El momento de mayor tensión llegó al fin de la tercera canción.

"Los que están borrachitos por favor váyanse para atrás", pidió el Indio, calvo, flaco, de gafas oscuras y vestido con un overol.

"Hay gente que está tirada en el piso y la están pisando (...) ¿Se entiende lo que estoy diciendo?", preguntaba, obstinado.

"Gracias a Dios y desgraciadamente se junta mucha gente y no se puede controlar esto", volvía a quejarse.

El concierto estuvo detenido por media hora. Luego se reanudó y logró terminar, pero con frases agrias del Indio como "ya no me quedan más ganas de esto".

Al día siguiente, entre los asistentes había consenso en que había demasiado descontrol: a muchos que pagaron entrada no se la pidieron y otros cuantos entraron sin ésta.

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