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Ciudad de Panamá, Panamá/La reciente escalada en la guerra arancelaria entre Estados Unidos y la República Popular de China está sacudiendo los mercados internacionales, aumentando la incertidumbre económica global y la planificación empresarial a corto plazo.
Si existe alguna certeza, es que la turbulencia en las cadenas de suministro aumentará los costos de importación a nivel mundial, al menos por este trimestre y el próximo, si es que se llega a una resolución para el cierre del periodo actual, que termina en junio.
Panamá se verá afectada tanto en un aumento del costo de los bienes de consumo que importa, como también por cualquier impacto a la demanda del comercio marítimo.
La etapa presente de la guerra comercial entre Estados Unidos y la República Popular de China no comenzó en esta presidencia de Trump, sino en la anterior. A finales de 2017, un equipo de la Casa Blanca —en el que participaba el hoy asesor de Trump sobre materia comercial, Peter Navarro— comenzó a preparar el camino para retar la creciente hegemonía de producción de China.
Tales inicios fueron el resultado de varias décadas de reclamos estadounidenses sobre competencia desleal por parte de China y denuncias de utilización sin autorización de propiedad intelectual estadounidense por fábricas chinas. No obstante, fueron las mismas empresas estadounidenses las que decidieron buscar costos operativos más bajos en China.
La primera avanzada del conflicto actual se vio en el primer semestre de 2018. En enero, Trump impuso aranceles sobre paneles solares y máquinas de lavar de China; en marzo, aranceles sobre el acero (25%) y el aluminio (25%); y para abril, más de 1,300 categorías de producto estaban bajo restricciones comerciales.
El segundo semestre de 2018 vio un ciclo de represalias que terminó con aranceles estadounidenses de 10% afectando a más de $200 mil millones en productos chinos, aranceles chinos de 10% afectando a más de $60 mil millones en productos estadounidenses y un reclamo formal de China ante la Organización Mundial del Comercio.
Para diciembre de 2018, ambos países acordaron una tregua de cara al escalamiento constante, indicando su interés conjunto de llegar a una resolución pacífica de la disputa.
Tal conjunción de intereses no duró. Para el cierre de 2019, los aranceles estadounidenses sobre productos chinos habían subido a 25% y China había pausado sus compras de productos agrícolas a Estados Unidos. Estados Unidos también había tildado a China de manipulador de moneda y prohibido la operación general de Huawei en su país, bajo argumentos de seguridad nacional.
Tal fue el impacto de un año de escalada comercial que Estados Unidos y China llegaron a un nuevo acuerdo al cierre de 2019 e inicios de 2020, pero la vigencia del mismo fue puesta en entredicho por el golpe de la pandemia del COVID-19.
En lo que quedó de la primera presidencia de Trump, Estados Unidos exoneró de aranceles a los productos médicos que entraron a su país, incluyendo los de China. Pero también prohibió la inversión de empresas estadounidenses en empresas chinas vinculadas al Ejército de Liberación Popular.
Durante la presidencia de Joe Biden, la política comercial de Estados Unidos se ciñó, en general, a las bases que había dejado Trump: los aranceles nuevos se mantuvieron y además se prohibió la importación de bienes fabricados en Xinjiang, al oeste de China, donde operan campos de internamiento contra los cuales se han vertido denuncias de abusos de derechos humanos.
Durante ese periodo, en 2022, la Organización Mundial del Comercio resolvió los reclamos de China a su favor, pero Estados Unidos rechazó las decisiones, elevando el nivel de unilateralismo en el despliegue de su política comercial. Mientras tanto, China sostuvo una fuerte inversión interna en materia tecnológica, cuyos frutos se han visto recientemente en su sorprendente liderazgo en materia de inteligencia artificial.
Para 2023, la política comercial estadounidense se endureció aún más, con Biden alcanzando acuerdos con la Unión Europea para restringir la exportación de procesadores —elementos básicos de las computadoras— a China. En respuesta, China prohibió la participación de las firmas estadounidenses de tecnología militar, Raytheon y Lockheed Martin, dentro de su país.
En 2024, Estados Unidos —aún bajo la presidencia de Biden— anunció aranceles de 100% sobre vehículos eléctricos de China, 50% sobre tecnologías solares y 25% sobre materiales y minerales críticos. Durante ese año, China ordenó la investigación de las operaciones en su país de la gigante tecnológica Nvidia, cuyos procesadores están detrás de la presente revolución de la inteligencia artificial.
Trump comenzó su segundo mandato al cierre de enero pasado y para febrero ya había aumentado los aranceles a China, retomando, en efecto, su política comercial y ajustándola nuevamente. Las represalias no se hicieron esperar y a días del aumento arancelario estadounidense, China respondió con aranceles del 15% al carbón y gas natural licuado de Estados Unidos y 10% al petróleo crudo y la maquinaria agrícola.
El ciclo de represalias que había estado parcialmente frenado durante la presidencia de Biden se ha calentado nuevamente en estos últimos meses: marzo vio un aumento de aranceles estadounidenses sobre productos chinos de 10 puntos porcentuales hasta un 20% acumulado. También, un aumento de aranceles chinos sobre productos estadounidenses hasta el 15%.
Tal arancel acumulado general de Estados Unidos ha subido, en abril, por semana. La primera semana de este mes, el arancel subió a 54%. La segunda semana, subió a 145%. Y apenas ayer inició la tercera semana de abril.
Si les cuesta seguirle la pista a todos estos números, no están solos. Aunque Trump dijo que estaría incrementado los aranceles a China a 125%, la Casa Blanca tuvo que clarificar que tal incremento iba encima de una tasa base de 20%, por lo que, de hecho, los aranceles subieron a 145%.
Hoy día Estados Unidos mantiene un arancel general para la entrada de productos chinos de 145% y China está aplicando un arancel general para la entrada de productos estadounidenses de 125%.
Según reportes en Estados Unidos, Trump ha optado por modificar su política comercial para evitar impactos irreversibles a algunas de las cadenas de suministros más importantes de ese país. Esto de cara a presiones y peticiones por parte de sus asesores empresariales.
En el caso de los dispositivos electrónicos chinos, tal modificación llevó a una exoneración del arancel de 125%, más no de aquel de 20%, por lo que los importadores de electrónicos chinos tendrán que pagar el de 20%.
Mientras tanto, China ha suspendido la exportación de minerales preciosos y metales magnéticos necesarios para las industrias automotriz, de defensa, aeroespacial y de semiconductores. Adicional, China anunció un nuevo sistema regulatorio para evitar la entrada de inversión estadounidense a su país.
La disputa comercial ha involucrado a otros grandes exportadores, entre ellos, Canadá, la Unión Europea y los países del sudeste asiático.
Un nuevo gobierno en Canadá está perfilando una oposición comercial a la postura de Trump. Mientras tanto, la Unión Europea está ajustándose al nuevo mundo de incertidumbre mediante el consenso.
Ya para febrero de este año —antes de la mayor parte de los anuncios arancelarios— los ministros comerciales de los países europeos se habían reunido para comenzar a coordinar su respuesta. En tales reuniones se decidió reducir los aranceles de carros y de gas natural licuado proveniente de Estado Unidos, en un intento de apaciguar a Trump, que ya venía con una retórica poderosa.
El líder francés, Emmanuel Macrón, se reunió con Trump al cierre de febrero y le urgió a no abrir una guerra comercial con Europa. No obstante, impuestos sobre acero, aluminio y autos en marzo fueron las primeras salvas de un ciclo de represalias que prometía dejar aranceles mínimos del 20% para el comercio entre Estados Unidos y la Unión Europea.
Tal ciclo fue pausado súbitamente hace pocos días, cuando Trump anunció una pausa de tres meses sobre los aranceles adicionales a la Unión Europea, quedando vigente el arancel general estadounidense del 10%. La Unión Europea anunció poco después una moratoria similar.
Predecir cuándo será la próxima modificación arancelaria por parte de Estados Unidos resulta una tarea difícil, considerando la frecuencia hasta ahora. Esta incertidumbre, según analistas financieros estadounidenses, ha llevado a una mayor volatilidad en los mercados, que es probable que se traduzca en mayores costos a corto y mediano plazo.
En un intento de dotar de certidumbre al sistema, la líder de la Unión Europea, Úrusla von der Leyen, indicó que de no lograr un acuerdo con Estados Unidos en estos tres meses, la unión económica cambiaría la estructura de su propia política comercial para evitar los vaivenes causados por Trump.
Tales cambios incluirían la implementación de un impuesto sobre publicidad digital que afectaría a las compañías tecnológicas de Estados Unidos y fortalecería las arcas de la unión, de cara a un proceso de rearme militar colectivo.
China, por su lado, está manteniéndose firme en su posición, pero los días pesan fuerte sobre ambas economías, incentivando de forma poderosa algún tipo de acuerdo comercial operativo. Esto, salvo que ambos países estén dispuestos a acelerar radicalmente su proceso de desacoplamiento, que sin duda afectaría la calidad de vida de sus ciudadanos en el corto plazo.
Para referencia, al año se mueven alrededor $30 millones de millones en comercio global, de los cuales 80% es comercio en bienes.
Los flujos más relevantes son aquellos que conectan de forma trilátera a Estados Unidos, China y la Unión Europea. Otros flujos relevantes son: las exportaciones de energía del golfo arábigo, el comercio interno en la Unión Europea y el comercio interno asiático.
El movimiento comercial de petróleo y gas tiene un valor de tres millones de millones de dólares, siendo los puntos claves el golfo arábigo, Estados Unidos, China y Rusia.
El eje principal de producción de bienes comerciales sigue en Asia, con China, Corea del Sur y Vietnam siendo los principales ejemplares de este modelo.
La diversificación fuera de China a Corea del Sur y Vietnam ha llevado al desarrollo, en parte, de una nueva política de “China+1” cuyo precepto central es contar con algún otro productor además de China en vez de salirse de una relación comercial con China por completo.
Mientras tanto, Estados Unidos se ha especializado en la industria aeroespacial junto a la exportación de servicios y productos de propiedad intelectual en las áreas de tecnología, finanzas y medios.
La Unión Europea, por su parte, mantiene una especialización robusta en las industria farmacéutica y la mecánica, lo cual incluye el sector automotriz y aquel de maquinaria industrial.