La película que arruinó a la leyenda Sean Connery empujándolo al retiro definitivo
El actor no solo fue el James Bond por excelencia.
A lo largo de más de cincuenta años de carrera, dejó huella en el cine con papeles memorables, desde el agente 007 hasta personajes dramáticos y de acción que le valieron premios y ovaciones. Sin embargo, su legado tuvo un cierre amargo. No fue la edad ni la falta de oportunidades lo que llevó al escocés más célebre del cine a alejarse de las cámaras: fue una película. Una única producción fue suficiente para que Connery dijera adiós a Hollywood para siempre.
“The League of Extraordinary Gentlemen” (2003), una ambiciosa adaptación de la novela gráfica de Alan Moore y Kevin O’Neill, fue el punto final de su carrera. En ella, Connery interpretó a Allan Quatermain, un veterano aventurero británico al frente de un grupo de héroes literarios. Lo que parecía un rol ideal para su perfil clásico terminó convirtiéndose en una experiencia catastrófica que lo marcó profundamente.
El rodaje, que comenzó en Praga, estuvo plagado de infortunios desde el inicio. La capital checa sufrió su peor inundación en un siglo, destruyendo parte importante del set, incluido el costoso submarino del Capitán Nemo, y generando pérdidas de más de 7 millones de dólares, cerca de la mitad del presupuesto inicial. Connery, obligado a evacuar su hotel apresuradamente, solo logró salvar sus preciados palos de golf.
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Pero el clima no fue lo peor. Los retrasos, el caos logístico y la desorganización del equipo técnico hicieron que el actor, conocido por su profesionalismo y exigencia, se sintiera completamente frustrado. “No está acostumbrado a esperar en un set de filmación”, confesó un miembro del equipo a Entertainment Weekly.
El conflicto central del desastre fue su relación con el director Stephen Norrington (Blade, 1998), con quien Connery tuvo choques desde el primer día. Las diferencias creativas escalaron rápidamente: hubo al menos 20 versiones del guion y tensiones constantes en el set. Norrington llegó a detener el rodaje completo por un día solo porque el rifle de utilería de Connery “no se veía del todo bien”. El actor estalló: “Fue una experiencia muy, muy difícil”, declaró más tarde.
La tensión fue tal que Connery decidió involucrarse en la edición de la película, algo inusual para él. En una entrevista con The Hollywood Reporter, fue tajante: “Tuve que involucrarme muchísimo en la edición. Norrington debería haber sido arrestado por lunático”.
La relación entre ambos se deterioró hasta niveles absurdos. Durante el estreno en Las Vegas, Norrington no se presentó y, ante la prensa, Connery ironizó: “Miren en el psiquiátrico local”.
A lo largo de su carrera, Connery había rechazado proyectos como The Matrix, Harry Potter y El Señor de los Anillos por no conectar con sus guiones. Aceptó The League of Extraordinary Gentlemen porque creyó que era el momento de apostar por algo distinto. Pero el guion, desordenado y plagado de elementos fantásticos sin coherencia, lo dejó aún más decepcionado.
El resultado fue una cinta mediocre. Aunque recaudó más de 179 millones de dólares, fue destrozada por la crítica. En Rotten Tomatoes apenas alcanzó un 17% de aprobación. La experiencia lo dejó tan afectado que, en una entrevista con The Times, afirmó: “Fue una pesadilla. La experiencia tuvo una gran influencia en mí; me hizo reflexionar sobre el mundo del espectáculo. Estoy harto de tratar con idiotas”.
Y cumplió su palabra. Tras esta película, Connery nunca volvió a actuar. Anunció su retiro oficial en 2006 y se mantuvo alejado de los focos hasta su fallecimiento en 2020, a los 90 años.
La caída de Connery también arrastró a Stephen Norrington, quien nunca volvió a dirigir un largometraje. Aunque ha escrito algunos guiones desde entonces, el cineasta declaró que no deseaba regresar a la dirección. El fracaso de The League of Extraordinary Gentlemen fue una lección amarga para ambos: una advertencia sobre lo que ocurre cuando los egos, los errores de producción y la mala planificación destruyen incluso a los más grandes.
Connery pudo haber cerrado su carrera con otro papel épico, pero eligió retirarse con dignidad. Su último adiós no fue en la gran pantalla, sino en su firme decisión de no comprometer su legado por una industria que, en sus palabras, había perdido el rumbo.