Rápidos y Furiosos | La triste historia del auto violeta de Letty, de ícono a chatarra sin homenaje

Fue símbolo de rebeldía, velocidad y poder femenino. Pero terminó desarmado, borrado y sin tributo. Esta es la historia olvidada del Nissan 240SX de Letty Ortiz.

El actor estadounidense Vin Diesel / AFP

En el universo de Rápidos y Furiosos, los autos no solo corren: rugen con identidad propia. Cada vehículo es un personaje más en la saga, un espejo de sus conductores. El Dodge Charger de Dominic Toretto, el Toyota Supra de Brian O’Conner, incluso el Mitsubishi Eclipse verde fluorescente tienen su lugar en la mitología popular del cine de acción. Pero entre todos ellos, hubo uno que desafió el molde masculino de la velocidad: el Nissan 240SX violeta de Letty Ortiz. Su destino, sin embargo, fue todo menos digno.

El vehículo que cautivó a miles durante las escenas callejeras de la primera película no fue fabricado por Universal ni diseñado para la cinta. Fue un auto real, propiedad de un entusiasta del tuning, que lo alquiló a la producción para el rodaje. En su versión original, lucía una discreta carrocería plateada. Pero esa paleta no encajaba con la fuerza estética que requería el personaje interpretado por Michelle Rodríguez.

Para transformarlo, se le instaló un kit aerodinámico Zeal y fue pintado de un llamativo violeta metálico, que pronto lo convertiría en ícono de rebeldía y estilo urbano.

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El asesor técnico Craig Lieberman, responsable de coordinar los vehículos de la película, reveló que se utilizaron tres unidades del 240SX. Dos fueron reservadas para escenas de riesgo menores, con apenas cambios estéticos, mientras que la unidad principal fue modificada a fondo para las tomas más exigentes.

Su corazón mecánico no se quedaba atrás: montaba un motor SR20DET turboalimentado de cuatro cilindros, ajustado para alcanzar unos 400 caballos de fuerza, una cifra que lo volvía una auténtica bestia de pista. Este propulsor, célebre en el mundo del tuning japonés, justificaba su lugar como protagonista silencioso de varias escenas clave.

Tras su debut en 2001, el 240SX no desapareció del mapa de inmediato. Durante varios años, fue exhibido en convenciones automovilísticas en Estados Unidos y apareció en revistas especializadas. Sin embargo, a diferencia de otros vehículos de la saga que terminaron en museos o colecciones privadas, este nunca fue preservado como reliquia cinematográfica.

En 2009, su dueño original decidió revertir todas las modificaciones, devolviéndolo a su tono plateado y configuración original, antes de ponerlo en venta.

El nuevo propietario, lejos de apreciar su historia o valor simbólico, desmanteló el tren motriz y retiró el SR20DET, despojando al auto de lo que lo hacía especial. El chasis fue enviado a un depósito de chatarra, y desde entonces, no existen registros oficiales sobre el destino final del motor. La desaparición del Nissan 240SX trasciende el metal y los pistones. En una franquicia donde los autos encarnan a los personajes, su eliminación física es también una metáfora de la fragilidad de los legados, especialmente de aquellos que no fueron suficientemente valorados.

El paralelismo con la propia Letty Ortiz es inevitable. Al igual que su auto, ella también desapareció en la trama para luego resurgir, transformada y fortalecida. Pero su vehículo no tuvo esa segunda oportunidad.

El 240SX no solo fue un medio de transporte ni una pieza de utilería. Fue el reflejo de una mujer poderosa, desafiante y veloz. Fue un grito de independencia entre motores dominados por testosterona. Y su final, sin tributos ni vitrinas, es también una llamada de atención sobre cómo la memoria cultural trata a ciertos íconos: los celebra brevemente y luego los deja morir sin ceremonia. En el cementerio de autos fílmicos, el 240SX violeta yace sin nombre ni lápida, pero en la memoria de los fanáticos de Fast & Furious, su rugido sigue resonando.

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