Un artesano español del ajedrez dispara sus ventas con 'Gambito de dama'
En la fábrica de David Ferrer, sus trabajadores no dan abasto cortando, cosiendo y recortando finas láminas de madera para sus tableros de ajedrez, protagonistas de un éxito inesperado a raíz de la premiada serie "Gambito de dama".
"No habíamos vivido nunca un boom tan fuerte de demanda de tableros de ajedrez", dice abrumado el gerente de Rechapados Ferrer, una pequeña empresa familiar en el municipio español de La Garriga (noreste), en el cinturón industrial que rodea Barcelona.
En un año aciago para muchas empresas, su fábrica rebosa actividad debido al renovado interés por los juegos de mesa causado por el confinamiento, y específicamente por el ajedrez, gracias a esta miniserie en la que incluso aparecen algunos de sus tableros.
"En un año natural fabricábamos alrededor de 20.000 unidades de tableros de ajedrez. A raíz de la serie, nos han entrado pedidos por más de 40.000 unidades y aún quedan largos meses para terminar el año", explica David Ferrer, de 30 años.
Una historia de familia
La pequeña empresa de 14 trabajadores fue fundada por sus abuelos en los 1950 para suministrar rechapados de madera para muebles, pero no fue hasta diez años después cuando comenzó a producir tableros de ajedrez.
"Si mis padres vieran esto...", dice jocoso Joan Ferrer, el padre de David e hijo del fundador, que, pese a estar jubilado, pasea a menudo por la fábrica.
En su memoria todavía habita el recuerdo del comienzo de sus padres con los tableros, "en una pequeña habitación, cosiendo y recortando las tiras de madera".
Empezaron trabajando únicamente para un fabricante cercano de piezas de ajedrez pero fueron expandiendo su clientela por España y después por todo el mundo, con un 98% de productos exportados en la actualidad, algunos para torneos y copas mundiales.
Por ello no se sorprendieron cuando supieron que sus tableros salían en la serie. Se enteraron "por casualidad", a través del encargado del área de tableros, Miguel Berbel.
En el último capítulo, cuando la niña prodigio protagonista Beth Harmon se mide al campeón del mundo ruso Vasily Borgov, sus ojos se fijaron en el tablero, con un elegante marco de madera negra y un filete de marquetería amarilla y roja.
"Hay tableros muy particulares que solo hacemos nosotros y ese tablero era nuestro al 100%", explica Berbel.
De hecho, es un tablero muy especial: un producto hecho a medida para su primer cliente internacional, un distribuidor de juegos de mesa en Berlín, donde se grabó parte de la serie.
"Miguel me lo dijo un día al llegar a la oficina. Ya habíamos aparecido en otras películas y series con lo que me hizo ilusión pero pensé 'ya lo miraré'. Para nada esperaba esta repercusión", reconoce Ferrer.
"La demanda es una locura. Recibimos correos a punta pala (en gran cantidad) y no alcanzamos a responder a todo", añade Miguel Berbel.
"Es un oficio"
Los pedidos ya empezaron a crecer con el confinamiento causado por el coronavirus, en los que muchos redescubrieron el atractivo de los juegos de mesa, pero estalló con la serie, obligándolos a contratar a tres nuevos trabajadores.
"Pero para servir toda la demanda, deberíamos doblar o triplicar la plantilla. Y no queremos entrar en ese juego porque no sabemos cuánto va a durar esto", dice Ferrer.
Y es que la fabricación es lenta, en muchos aspectos artesanal. Un operario selecciona maderas de alta calidad y las recorta en finas láminas largas de colores claros y oscuros.
Con la ayuda de una máquina, otro artesano las cose con un hilo pegajoso, revisando a cada paso que no se cuela entre ellas ni un halo de luz.
Recortando y reencajando las láminas, va confeccionando la cuadrícula de ajedrez, que se estampará sobre un conglomerado y se barnizará antes de empaquetarse.
"Miramos mucho los acabados, intentamos buscar la perfección", asegura Óscar Martínez, un artesano de 40 años.
Aunque quisiera, para Ferrer sería difícil encontrar nuevos trabajadores para ayudarle. Escasean artesanos con sus conocimientos y formarlos completamente requiere un proceso de "cuatro o cinco años", asegura.
Por ello, "queremos crecer de forma natural: es un trabajo muy artesanal, todo lleva su tiempo. Es un oficio", añade.