Lee Kun-hee, el 'rey ermitaño' del imperio Samsung

Lee Kun-hee, el 'rey ermitaño' del imperio Samsung
Lee Kun-hee, el 'rey ermitaño' del imperio Samsung / AFP
Afp
25 de octubre 2020 - 14:47

Seúl/Lee Kun-hee, uno de los magnates más ricos y poderosos de Corea del Sur, convirtió a Samsung Electronics en una de las mayores multinacionales del planeta pero vivió una existencia solitaria huyendo de la exposición pública.

No obstante, los escasos pronunciamientos que hizo este multimillonario, que murió a los 78 años el domingo, reverberaban en el país y en la bolsa.

Cuando heredó la presidencia del grupo Samsung en 1987 -que su padre fundó centrándose en la exportación de pescado y frutas- ya era el mayor conglomerado del país, con operaciones que iban desde la electrónica hasta la construcción.

Pero Lee lo transformó en un poder global, que cuando el accidente cardiovascular lo postró en la cama en 2014, ya era el mayor fabricante de teléfonos inteligentes y de tarjetas de memoria del planeta.

En raras ocasiones se aventuraba fuera de los altos muros de su lujosa residencia en el centro de Seúl para visitar la sede de la compañía, lo que le valió el nombre del "rey ermitaño".

Samsung es con diferencia el mayor de los 'chaebols', los conglomerados familiares que controlan la economía surcoreana, motor de la transformación que sufrió el país arrasado por la guerra para convertirse en la 12ª economía del planeta.

Pero en la actualidad su imagen se ha visto empañada por las acusaciones de mantener turbios lazos con el poder que le costaron al propio Lee ser condenado en dos ocasiones por corrupción -sobornar a un presidente- y evasión fiscal.

El estilo visionario de Lee transformó a Samsung Electronics en uno de los mayores desarrolladores y productores de semiconductores, teléfonos móviles y pantallas LCD del mundo.

"El presidente Lee fue un verdadero visionario que transformó Samsung de una empresa local a un líder mundial de la innovación y del poderío industrial", recuerda la empresa en un comunicado en el que anunció su muerte.

"Cambiemos todo"

Al principio de la presidencia de Lee, Samsung producía productos baratos y de pésima calidad.

"Cambiemos todo menos nuestras esposas y nuestros hijos", dijo en 1993.

La compañía quemó los 150.000 teléfonos que tenía en stock, pavimentando el camino a su éxito.

Poco después, encargó que se exhibieran productos chinos en la sede de Samsung, para demostrar lo rápido que China se estaba poniendo al día.

Lee prácticamente nunca hablaba con la prensa, pero era escrutado cada vez que rompía sus largos silencios, a menudo en el mensaje de Año Nuevo.

En las reuniones con sus subordinados y en entrevistas ocasionales, Lee siempre hacía hincapié en la importancia de contar con mentes brillantes en los negocios.

"Independientemente de lo que ocurra, no tendremos que temer nada si tenemos a los mejores", dijo en una ocasión.

"En una época de una competencia sin límites, ganar o perder dependerá de un pequeño número de genios... Un genio alimentará a 100.000 personas".

Amor por los perros

Lee, el tercero de los hijos del fundador de grupo Samsung, Lee Byung-chull, tenía una debilidad por los perros, desarrollada cuando era niño en Japón, adonde fue a la escuela a partir de los 11 años.

"Mi primer amor fue mi pequinés", escribió Lee en una colección de ensayos publicados en 1997.

"Aprendí entonces que era posible tener un diálogo emocional entre el hombre y el perro", agregó.

También era un reputado cinéfilo, jinete y le gustaban los autos exóticos.

Lee estudió en la prestigiosa universidad japonesa de Waseda y obtuvo un MBA en la Universidad de George Washington de Estados Unidos.

A los 36 años, se convirtió en el vicepresidente de negocio de construcción y comercio de la compañía a cuya presidencia accedió 9 años después, a la muerte de su padre.

Cuando tenía que tomar alguna decisión importante, solía embarcarse en largos viajes a Hawai o a Japón, como cuando decidió promover a su hijo Lee Jae-yong a la vicepresidencia de Samsung Electronics en 2013.

Halo de misterio

Los negocios y el poder político siempre han ido de la mano en Corea del Sur y en 1996, Lee Kun-hee fue condenado por sobornar al presidente Roh Tae-woo.

Cuando Roh estaba en el poder, Lee le pagó "una enrome cantidad de dinero en sobornos durante mucho tiempo" a cambio de favores, según el tribunal que lo condenó.

Lee también fue condenado por corrupción y evasión fiscal en 2008, llevándole a abandonar momentáneamente la presidencia de la compañía.

Pero las condenas con suspensión de pena lo libraron de la cárcel y recibió dos perdones presidenciales, llegando a liderar los exitosos esfuerzos del país para organizar los Juegos de Invierno de 2018.

Unos años después, salió victorioso de la demanda que le interpusieron sus hermanos que reclamaban una parte de las acciones de compañía por miles de millones de dólares.

Lee se casó con Hong Ra-hee, cuyo padre fue ministro de Justicia, con quien tuvo dos hijos y tres hijas.

Tras su ataque cardíaco, Lee pasó sus últimos años recluido sin que prácticamente nada trascendiera de su estado dejando un halo de misterio hasta el final de sus días.

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