Homofobia en Panamá: hasta los niños sufren

Graban a madre que golpea a su hijo por supuesta inclinación homosexual

Isidro* quedó inmóvil cuando sintió la agresiva nalgada que le habían propinado en plena calle principal de su barrio. No se atrevió a llorar, no gritó, no se enojó. Solo vio al chico que le golpeó, a lo lejos, riéndose. Y a todos sus vecinos alrededor ajenos a su drama.

Entonces era un adolescente en pleno (tenía 15 años) y no sabía a ciencia cierta si era gay o no.

“No entendía lo que me habían hecho, pero pensé que no debía hacer nada, que lo merecía. Fui el protagonista de esa escena de vergüenza”, dice. Ahora, con 25 años, puede reconocer que fue víctima de violencia.

Diez años después le ha ocurrido lo mismo a un niño en La Chorrera. La diferencia es que no fue un manotazo sino un sartenazo. No fue en la calle sino en su casa. No fue la mano de un desconocido sino la de su madre. Y llegó a todos por redes sociales.

Activistas pro diversidad sexual y de género están claros en que Panamá, pese a la creencia popular, es todavía un país con poca tolerancia a la población homo, bisexual y transgénero. Y menos si tiene que ver con un niño.

¿Por qué nos ensañamos con los niños?

“En Panamá la fobia no es tan violenta como en otros países, pero existe y no está apagada”, dice el economista y dramaturgo Javier Stanziola.

En el caso de un niño “es peor”, explica, por su parte, Valentina Hernández, del movimiento Un besito no es delito.

“La homofobia pasivo-agresiva en Panamá se cruza con la opresión de un país que avala y ve deseable el maltrato infantil”, sostiene.

Por eso, coinciden ambos, en redes sociales abundan mensajes en los que se santifica la correa como método de corrección infantil. “Aunque está probado que esa no es la manera de aconductar a los niños”, plantea Stanziola.

Según el Sistema Integrado de Estadísticas Criminales, en el primer trimestre de este año se reportaron, en promedio, 6.5 casos de violencia a niños al día. Chiriquí es la provincia con más denuncias.

Entonces, el caso del niño de La Chorrera sólo le sube el tono al problema.

Un país inoperante

Hernández teme que aun cuando haya sido extraído de su hogar –lo que ocurrió el viernes a la noche, tras una requisa del Ministerio Público- en ningún lugar el menor quede a salvo de la discriminación y la burla.

La sicóloga Xochil de Delgado aseguró a TVN Noticias que lo más probable es que una víctima como este niño padezca de depresión e intente descargar su ira con gente de su entorno.

“Ha sufrido un crimen de género”, retrata Hernández, porque ya sea por broma o por naturaleza propia, “se puso los tacones de mamá o fue amanerado” y no encajó en los roles establecidos de cómo debe ser un varón.

Entonces, dice Stanziola, es necesario volver la mirada hacia la educación sexual. “Todos somos seres humanos y necesitamos ser tratados con dignidad, respeto y cariño”.

Y, claro, igualdad.

La Asamblea Nacional no ha discutido siquiera un anteproyecto de ley del año pasado, que tiene pendiente establecer penas por discriminación sexual.

“Si bien no hay violencia como en Estados Unidos o el Reino Unido, en Panamá la situación es perniciosa: la gente no puede decir que es gay, y se establece que serlo es ser diferente. Que no se puede tener relaciones saludables”, dice Stanziola.

Según la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, entre 2013 y 2014 en Panamá ocurrieron apenas dos de las casi 600 agresiones y asesinatos contra la población LGBTI en Latinoamérica. Aunque no hay violencia frontal, otro estudio estableció en 2014 la decadente situación de los adultos mayores: en ningún asilo se le permite residir con su pareja homosexual.

Esas realidades pasan desapercibidas. Igual que la violencia de género en los niños. “Aunque somos un país de clase media alta, en estos temas volvemos atrás. Nos volvemos un país inoperante”, zanja Hernández.

*El nombre ha sido cambiado para reserva de identidad

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